El mito del 'sanchismo'
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El 'tour de force' que está realizando durante estos días, yendo de plató en plató, constituye una estrategia a la desesperada por recortar la distancia con FeijóoEn política no solo hay que hacer las cosas bien; también hay que hacerlas evidentes. Y ese ha sido el principal error de Pedro Sánchez ... durante estos cuatro años de legislatura. El atrincheramiento del líder socialista en La Moncloa, sus escasas apariciones públicas, el ínfimo número de entrevistas concedidas han impedido la puesta en valor de su gestión. El 'tour de force' que está realizando durante estos días, yendo de plató en plató de televisión, de cadena en cadena de radio, constituye una estrategia a la desesperada por recortar la distancia con Feijóo que indican los diferentes sondeos publicados.
La gestión que ha llevado a cabo Sánchez ha sido legislativamente intensa y con resultados nada desdeñables. El problema es que su largo silencio de cuatro años le ha dejado un campo abierto a PP y Vox para que sean ambos partidos los que construyan la imagen y la valoración social de esta gestión. El lenguaje lo es todo. Y, desde los pensadores posestructuralistas, nadie duda de que la realidad es una construcción lingüística.
A Pedro Sánchez le han construido la realidad por su inacción comunicativa. PP y Vox han trabajado diariamente en edificar un mito: el del 'sanchismo'; un mito que, a la vista de lo que publican las empresas demoscópicas, ha tenido una entusiasta acogida social. Una parte importante del electorado no solo lo ha comprado sino que se lo ha creído a ciegas, sin cuestionar una coma. El mito del 'sanchismo' tiene todo lo que una buena construcción narrativa ha de poseer para resultar un éxito: sus personajes malvados -con el propio Sánchez a la cabeza-, la desolada e indefensa víctima -la patria española- y el ejército de los buenos que combaten a las fuerzas del mal -los representantes de la derecha y de la ultraderecha-. Sumémosle a esto los personajes secundarios más perversos de la historia de la democracia en España -Pablo Iglesias e Irene Montero, Bildu, los independentistas catalanes- y la producción está lista para ser consumida diariamente en 'prime time'.
El fundamento sobre el que se ha erigido el mito del 'sanchismo' no ha sido otro que el de que aquello que ha traído el Gobierno de España ha sido un cambio de régimen. Poco importa que, después de una pandemia global y una guerra continental, la economía haya resistido; que la reforma laboral aprobada de manera grotesca esté aportando tan buenos resultados que hasta el mismísimo Feijóo haya anunciado que se limitará a «retocarla»; que la labor legislativa desarrollada durante los últimos cuatro años haya ayudado a hacer justicia con las víctimas del franquismo y ampliado los derechos de un colectivo como el trans. Ya lo subrayó Santiago Abascal hace unos días: el objetivo es echar a Sánchez. No se habla de relevarlo, de ganar una convocatoria electoral; no, se trata de expulsarlo, como si fuera un usurpador, un presidente ilegítimo que ha llegado a La Moncloa burlando la ley. El 'sanchismo' es ese mito que narra la traición a la nación española de un político cuyo objetivo fundamental ha sido el desmontaje del marco constitucional de 1978. Sánchez ha arruinado, con sus continuos viajes en Falcon, la carta de libertades que actuaba como garante de nuestra convivencia democrática.
A decir verdad, resulta cuando menos cínico que quienes difunden el mito del 'sanchismo' como una historia de merma de las libertades otorgadas por la Constitución sea un partido liberticida como Vox, así como la formación que, por mor de sus vergonzosos pactos, ha aupado a la ultraderecha a las instituciones: el PP. Porque seamos claros: si en España existe el peligro de un cambio de régimen, este viene indudablemente de la mano de Vox. Que en 2023, y en municipios gobernados por PP y Vox, se esté prohibiendo la representación de obras teatrales de Virginia Woolf o Lope de Vega; que, del mismo modo, se censuren puestas en escenas solo porque uno de los protagonistas es un maestro republicano; o que en un pueblo de Cantabria se retira la película infantil 'Lightyear' porque sale un beso entre dos mujeres constituye un tránsito desde el mito de lo peor -el 'sanchismo'- hasta la realidad de lo peor -la remoralización nacional-católica de la sociedad española de la mano de la alianza entre la derecha y la ultraderecha-.
El mito del 'sanchismo' nos traslada una imagen del presidente del Gobierno en los términos de un personaje intervencionista, que quiere acabar con los derechos individuales y someter a todos los españoles a la maquinaria bolivariana del Estado. En cambio, todos estos casos -cada vez más extendidos- de ridícula censura evidencian un grado de intervencionismo de la cópula derecha-ultraderecha en la vida cultural y emocional de los españoles que deberían ponernos en alerta y tomar conciencia de lo que se avecina como Abascal entre en el Consejo de Ministros. La izquierda tiene un serio problema de comunicación -y esto vale tanto para el ámbito nacional como para el más restringido de la Región de Murcia-. Tanto que la acusan de manipuladora y controladora, se ha mostrado incapaz de elaborar un relato que verifique los propios hechos de los que es protagonista. Su torpeza y su silencio han motivado que su realidad haya sido construida por la ultraderecha. Y, quizás, ya sea tarde para reaccionar ante esta circunstancia y evitar la catástrofe.
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