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La pasada semana, 'El Mundo Today' –ese gran proyecto que repasa la actualidad a través del humor– puso de nuevo su mirada en la Región de Murcia, y no precisamente para elevar la autoestima de quienes vivimos en ella. La noticia decía: «Tras DeepSeek, ahora ... es Murcia quien humilla a USA presentando una inteligencia artificial hecha con dos palos y una cuerda». Tal titular iba acompañado de una imagen en la que se recreaba una suerte de presentación institucional: un tipo trajeado hablaba tras un atril que exhibía el logo de la Región, mientras dirigía su mirada hacia una pantalla en la que literalmente se proyectaba la imagen de dos palos y una cuerda. Aunque es cierto que, según los días, las noticias chistosas de 'El Mundo Today' se encuentran más o menos conseguidas, hay una clave a la hora de hacer humor que a nadie se le escapa: cuando intentas hacer reír a partir de algo, primero tienes que hacer un diagnóstico sobre el objeto que vas a tratar para determinar la complejidad de su perfil y obrar en consecuencia. Si al objetivo de tu humor le presupones cierta inteligencia, el chiste resultante requerirá de una mayor ingeniería intelectual y, por lo tanto, contendrá elementos brillantes; si, por el contrario, tu motivo de mofa lo localizas en un estado básico, hallar una fórmula humorística para ridiculizarlo no necesitará de un especial ingenio. Dicho de otra manera: a la inteligencia se le responde con inteligencia, y a la estulticia con estulticia.
A lo largo de la historia, no han sido pocos los grandes pensadores que han reflexionado sobre el humor: Baudelaire, Bergson o Freud han sido algunos de los más conspicuos. Un argumento compartido por todos ellos es que el humor es el síntoma de una sociedad inteligente, ya que solo una cultura desarrollada es capaz de reírse sobre sí misma. Obviamente, los niveles de inteligencia de nuestra sociedad no indican que vivimos el mejor momento de la historia –de hecho, la ciencia no cesa de recordarnos que la inteligencia ha decrecido durante las últimas décadas–. Una de las traducciones de esta rampante indigencia intelectual es la pérdida del sentido del humor que se percibe en la vida pública –y, sobre todo, en la política–: la mediocridad, por naturaleza, sabe mejor odiar que reír. No quiere esto decir que no queden intersticios de humor inteligente que sirven de resistencia al rigor y la seriedad de los neofascismos. Y, en este sentido, cuando leí la entrada de 'El Mundo Today' sobre la «Inteligencia Artificial murciana», no pude dejar de sorprenderme. A los redactores de este proyecto los considero personas de sobrada inteligencia, que aúnan con maestría el humor y la crítica política y social. Pero, en el caso de la referida 'noticia', el chiste contenido en ella me pareció malísimo, a la altura del 'caca, culo, pedo, pis' que suscitaba nuestras carcajadas de pequeños. En cambio, a quien me lo envió le hizo mucha gracia porque veía reflejada –con cierta fidelidad– la realidad de la Región de Murcia. La conclusión que derivé de este hecho no pudo ser más alarmante: ¿cuál no será la imagen que los murcianos tenemos frente al resto de España para que, por medio de un humor patético y rudimentario, sin elaboración intelectual alguna, se logre extraer unas risas a costa de nosotros? ¿A qué pozo insondable ha caído la imagen de nuestra tierra para que nos hayamos convertido en el hazmerreír de toda España, en los catetos por excelencia? Porque, no nos engañemos, la noticia de 'El Mundo Today' es la versión 5G del típico chiste de catetos, que siempre hemos identificado a las profundidades rurales de España.
Lo más curioso de todo es que esta transformación de la imagen de la Región de Murcia en materia de irrisión continua se produce en un momento en el que esta cuña del sureste español está exportando más inteligencia que nunca al resto de España –fundamentalmente en materias como la música y literatura, en las que esta comunidad autónoma está de moda–. Como ya he afirmado en alguna otra ocasión, el gran problema que tiene la Región de Murcia de unos años a esta parte es su representación institucional. Por desgracia, durante los últimos tiempos nuestra actividad política solo ha sido noticia nacional por escándalos, situaciones cutres y comportamientos o declaraciones objeto de chanza. Mientras el tejido cultural espumaba como nunca en la historia de esta tierra, la estructura representacional se ha ido convirtiendo en más casposa y mediocre. Y, lamentablemente, la imagen proyectada desde las instituciones ha tenido tanta presencia y capacidad de absorción, que, en última instancia, ha terminado por sustituir a la realidad auténtica de los murcianos. Cada vez que López Miras dice aquello de «la mejor tierra del mundo», se potencia nuestro estereotipo del 'nuevo Lepe'. Y por responsabilidad y amor a su región debería dejar de hacerlo. La hipérbole es tan ridícula que acaba por generar el efecto inverso –esto es: que exageramos en la venta de nuestra imagen porque a esta nadie la levanta–. Si a esto sumamos que la posición de la Región de Murcia es cada vez peor dentro de los informes culturales que se hacen anualmente para toda España –ahí están los datos del último estudio realizado por la Fundación Contemporánea–, se explica de manera meridiana la raíz institucional de nuestros males. Hace falta, por tanto, dejarse de tantos aspavientos y declaraciones de amor y ponerse a trabajar de una vez y de verdad. Nuestra imagen está por los suelos.
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