El grave problema de los pisos turísticos
Mapas sin mundo ·
El modelo español ha situado a la ciudadanía ante una alternativa perversa: el desempleo o trabajar para ser pobreSecciones
Servicios
Destacamos
Mapas sin mundo ·
El modelo español ha situado a la ciudadanía ante una alternativa perversa: el desempleo o trabajar para ser pobreHace años que Exceltur viene avisando de las debilidades que tiene el modelo turístico español; un modelo basado en la masificación, con poco gasto por ... persona y de baja calidad. En su momento, se advertía de que, a la hora de competir en ese 'target', destinos emergentes como Túnez, Turquía o Croacia acabarían robándole a España la gallina de los huevos de oro. O el modelo turístico nacional se reorientaba hacia objetivos de mayor calidad o la burbuja explotaría tarde o temprano. Esta circunstancia no se ha producido y, tras la pandemia, el número de turistas que visitan España ha ido creciendo año tras año hasta acercarse a la cifra mágica de los 100 millones de visitantes. Si de lo que se trata es de que el máximo número de turistas elijan España como su lugar de vacaciones, el propósito se ha logrado con creces. El turismo escala puntos en su peso sobre el PIB nacional, y el sector parece estar viviendo una edad de oro. Los destinos emergentes no se han revelado finalmente como peligrosos competidores para la viabilidad de este nicho económico.
El problema, no obstante, ha venido por otro lado. Si hay un serio peligro para el modelo turístico español, este no se halla representado por terceros países, sino por la propia sociedad española. Hace unos días hemos visto cómo manifestaciones de ciudadanos sumidos en el hartazgo han recorrido las calles de varias ciudades españolas. El motivo de ellas no es otro que la transformación de sus localidades en grandes complejos turísticos que impide el desarrollo de una vida digna para sus habitantes. Si España ya arrastraba de tiempo el grave problema del acceso a la vivienda, este se ha agravado por la multiplicación sin freno de los pisos turísticos. En Málaga, por ejemplo, todo el centro de la ciudad está conformado por bloques de viviendas rehabilitados, en su totalidad, para su explotación turística. Apenas si quedan pisos para la venta o el alquiler por parte de los autóctonos. Y los que restan poseen unos precios prohibitivos para cualquier persona de la clase media. Un inmueble de unos 60 metros cuadrados se alquila en el centro de la capital de la Costa del Sol por unos 1.500 € al mes –una cifra semejante a la de los alquileres que se ofertan en Madrid o Barcelona–. Lejos de que esta circunstancia demencial lleve a la reflexión, los mandatarios malagueños parecen enrocarse en su convicción de que el turismo está por encima de todo. La concejala del Ayuntamiento de Málaga Alicia Izquierdo ha realizado esta semana unas declaraciones en las que afirmaba jactanciosamente que nadie que tuviera una vivienda en propiedad en el centro de la ciudad sería expulsado de él; y que, en la actualidad, ya nadie vive en el centro de las ciudades, por lo que marcharse a localidades como Álora o Alhaurín no es tan grave.
Los defensores de las políticas neoliberales defienden el crecimiento de la oferta de pisos turísticos mediante estudios que confirman que, en Madrid, cada 14 airbnbs que salen al mercado se crea un restaurante nuevo –con la consiguiente creación de más puestos de trabajo–. Analicemos este argumento. Es indudable que el aumento de las visitas turísticas en una ciudad conlleva una mayor oferta laboral dentro del sector de la hostelería. Ahora bien, si el sueldo que cobran los trabajadores es ligeramente superior al salario mínimo y el alquiler de una vivienda digna se encuentra en torno a los 1.500 €, ¿qué calidad de vida ganan los trabajadores del sector turístico? La respuesta cae por sí sola: ninguna. El modelo turístico español ha situado a la ciudadanía ante una alternativa perversa: el desempleo o trabajar para ser pobre.
La decisión del alcalde de Barcelona de eliminar, en el plazo de cuatro años, todos los pisos turísticos de la ciudad constituye una iniciativa tan radical como valiente que nace de la necesidad imperiosa de atajar un problema que puede llevar a la rebelión social. Como era de prever, los partidarios de las tesis neoliberales han reaccionado a tal iniciativa, esgrimiendo que las prohibiciones no llevan a ningún buen puerto, y que la solución al problema de la vivienda pasa por otorgar más licencias para la construcción. Efectivamente, el parque de viviendas se ha quedado escaso en España, pero poner todos los huevos en la cesta de aumentar el suelo urbanizable no es la solución definitiva. Antes que seguir construyendo, es urgente cambiar el modelo económico imperante y, por inclusión, las políticas turísticas que ahogan a las ciudades españolas. En una dinámica tan voraz como la que vivimos en el presente, no es difícil imaginar que gran parte de las viviendas de nueva construcción irían no a servir de residencia para los autóctonos, sino a incrementar la oferta del negocio más fácil: el de los pisos turísticos.
Ahora que los nostálgicos y no tan nostálgicos de los antiguos regímenes han puesto tan de moda las reivindicaciones identitarias, habría que hacerles ver que su desmán neoliberal solo está contribuyendo a vaciar a las ciudades españolas de cualquier raíz cultural. La base de cualquier tejido cultural es el ritmo de lo cotidiano, la cultura de barrio, la posibilidad de una vida de calidad en el lugar en el que naciste. Y esto, desde luego, es todo lo contrario de lo que está sucediendo en tantas y tantas ciudades españolas, asediadas diariamente por decenas de miles de turistas que impiden una relación de intimidad con el entorno inmediato.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.