Estado de irracionalidad
Mapas sin mundo ·
Todas las decisiones que se toman no son para construir un modelo de futuro, sino para driblar el presente y sobrevivir hasta mañanaSecciones
Servicios
Destacamos
Mapas sin mundo ·
Todas las decisiones que se toman no son para construir un modelo de futuro, sino para driblar el presente y sobrevivir hasta mañanaLa política española se encuentra no en un estado de excepción, sino de irracionalidad. Coincido con aquellos analistas -mayoritariamente de izquierdas- que advierten sobre la ... imposibilidad de reducir la política patria a parámetros lógicos. Asistimos a una desbandada del sentido común que conduce -por partes iguales- a la melancolía, el estupor y el enfado. No se trata tanto de una crisis epocal como la crisis que anuncia el final de una época, la de la globalización y, por ende, la de lo contemporáneo. El desencanto se ha instalado en el estado de ánimo de la sociedad. Pero el problema es que, a simple vista, no hay salida a este desencanto porque no se sabe hacia dónde ir. Todas las decisiones que se toman no son para construir un modelo de futuro, sino para driblar el presente y sobrevivir hasta mañana. La 'política de la precariedad' se ha impuesto como astrolabio preferido por los gestores de lo público.
Y aquí conviene introducir un matiz: no se trata de esa sana precariedad arropada por el posestructuralismo que servía de vacuna contra las verdades absolutas y petrificadas; hablamos, antes bien, de una precariedad que surge de la indigencia intelectual, de la insolidaridad de los iluminados, de los líderes fatuos que sustituyen el discurso por la hipérbole. Nadie cree en nada. Aunque, como en todos los periodos de desencanto, el militarismo de la opinión se expande sin control. Precisamente por no creer en nada, los individuos se limitan a obedecer y a replicar opiniones que ni siquiera han interiorizado porque no tienen capacidad para ello. Los desencantados son unidades del rebaño. Y nada se defiende con mayor radicalidad que aquello que no se comprende y, por tanto, no posee lógica alguna. Estamos rodeados de zombis que caminan arrollando a todo lo que se interpone en su camino. Incluso la defensa de las causas justas se ha vaciado de sentido por su transformación en un catecismo que solo cabe recitar como un papagayo.
Lo advertimos: Puigdemont es un fanático que, con un ejército a su mando, ya estaría invadiendo los denominados 'países catalanes'. La izquierda catalana ya está advirtiendo de que el plan auténtico de Junts es una depuración identitaria que reduzca la esencia catalana a su punto de máxima exclusión. El único propósito de Junts es la erosión y el descrédito de las instituciones. Así que mal servicio le estamos haciendo a España si le seguimos su juego paranoico de cuestionar a la justicia y poner en jaque la estabilidad del Estado. La estrategia de Junts no dista mucho -por no decir que la calca- de la de Putin. Su objetivo no es otro que desencadenar la ingobernabilidad. Partidos que la derecha siempre ha considerado radicales como ERC y Bildu presionan a Junts para que no sabotee la ley de amnistía y garantice la acción de gobierno.
Pero mucho me temo que pedirle sentido común a los de Puigdemont es y será una tarea condenada al fracaso. El PSOE ha hecho bien en no aceptar la exigencia de Junts de amnistiar los delitos de terrorismo. Y esperemos que esta determinación no sea pasajera y constituya un límite no transgredible, ya que, de lo contrario, toda su -ya de por sí compleja- arquitectura de gobernanza se vendrá abajo de inmediato. Junts es una organización de chantaje, y no un partido político. Esta circunstancia los invalida como socios -del PSOE y de cualquier otra formación-. Viven fuera de la realidad y, en consecuencia, contra ella.
Como tantas veces he afirmado desde esta sección, el único argumento lógico que legitimaba la alianza del PSOE con Junts era detener el desembarco de Vox en La Moncloa. El problema es que ahora nos encontramos ante una disyuntiva diabólica y que solo tiene una solución pésima: o elegimos el regreso del franquismo a las instituciones o le abrimos la puerta al totalitarismo de Putin. Bienvenidos al desierto de lo real. La irracionalidad devora diariamente al sentido de Estado. Estamos en una deriva en la que la mayor de las barbaridades que se proponga tiene sus partidarios y se transforma en una opción política. Una vez que la demencia se inocula como un virus en el sistema, todo vale.
Por si le faltaban invitados a la fiesta, esta semana la ultraderecha se ha descolgado con otra ocurrencia al nivel de nuestro estado de despropósito: Vox ha solicitado convocar un referéndum sobre la reforma del artículo de la Constitución, apoyada por todos los partidos excepto ellos. Argumentan que la inclusión en la reforma de que se atenderán especialmente las necesidades de mujeres y menores con discapacidad fomenta la 'desigualdad'. Seamos sinceros: ¿alguna vez nos formamos intelectualmente para contrarrestar tal majadería higienista y violenta? Desde luego que no. Yo por lo menos me siento desbordado. De la misma manera que lo estoy ante la exigencia de Junts de amnistiar los delitos de terrorismo. La confrontación dialéctica se ha tornado imposible en la política española, ya que el lenguaje se encuentra extenuado e incapaz de afilar argumentos de consistencia. La grosería -en el sentido cuantitativo y cualitativo del término- se ha apoderado de la vida pública y los matices no tienen cabida; es más, quienes los intentan emplear son acusados de traidores a la causa y apartados como si fuesen apestados.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.