Los discursos del victimismo
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Mapas sin mundo ·
No hay conflicto bélico ni totalitarismo que no encuentre su raíz en la supuesta afrenta vivida por un pueblo, por una sociedadEl pasado lunes, el presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, ofreció una esperadísima rueda de prensa para explicar la implicación de la entidad blaugrana en ... el 'caso Negreira'. En realidad, argumentos facilitó pocos, ya que dedicó gran parte de su intervención a evadir cualquier responsabilidad y presentar al club que dirige como víctima de un complot urdido entre Tebas y el Real Madrid para manchar la imagen del FC Barcelona. Laporta no escatimó esfuerzos en desempolvar viejos tópicos que han servido para devaluar la historia del Real Madrid, al que calificó como «equipo del régimen». Su intervención fue un paradigmático ejercicio de victimismo. Y, como suele ser habitual en los discursos marcados por este sesgo, no se preocupó en disimular el rol que quería desempeñar. El victimismo, de hecho, en tanto que uno de los pilares del populismo, es descarado, transparente en sus intenciones, no pone cuidado en tapar las contradicciones y numerosos desafíos a la lógica en los que se apoya. Laporta sabía que había un público fanático que le iba a aplaudir cada una de las dosis de hiperbólico victimismo que fuera suministrando. Y, en este sentido, si lo que pretendía era convencer a los ya convencidos -es decir, a los socios y aficionados del Barça que se consideran maltratados por el centralismo-, es evidente que lo consiguió. El presidente del FC Barcelona gestionó todos los resortes de los que se vale el nacionalismo catalán para ganar ascendencia social: España nos odia, Cataluña es una historia saboteada sistemáticamente desde Madrid, etc.
El victimismo se encuentra detrás de todos los males de la historia. No hay conflicto bélico ni totalitarismo que no encuentre su raíz en la supuesta afrenta vivida por un pueblo, por una sociedad. Siempre hay un agente externo, un enemigo, al cual echarle la culpa de todos los males sufridos. La posición victimista siempre esconde un sentimiento de culpabilidad que se intenta relajar mediante la identificación de un tercero en el que descargar el origen de una determinada confabulación. No es lo mismo, a este respecto, la condición de víctima que el victimismo. La víctima es el objeto de una acción violenta y, por lo tanto, merece todo el apoyo y respeto del entorno social. Por el contrario, el victimismo suele ser el origen de la violencia y suele emplearse para camuflar los propios errores o -en el peor de los casos- los propios delitos. Cualquier régimen totalitario en el que nos fijemos evidenciará un fundamento victimista que tendrá como objetivo legitimar la violencia por él ejercida. Ahí está el caso manifiesto de Vladímir Putin y la victimización grosera de Rusia como una nación y una cultura amenazada por la voracidad occidental. Ninguna persona con un mínimo de sensatez contemplaría a Rusia como una víctima de Ucrania -es más: la simple enunciación de esta hipótesis resulta obscena y dolorosa por la alteración flagrante de la realidad que supone-. Sin embargo, el discurso del victimismo sostenido por Putin en el tiempo ha conseguido calar en gran parte de la población rusa hasta el punto de convertirse, para ella, en el fiel de la realidad.
No es de extrañar que el victimismo haya tenido y tenga tanto éxito y efectividad. Se trata del recurso más fácil de todos, no exige preparación intelectual y, por lo tanto, se encuentra al alcance de todos. Quien lo practique se asegurará el favor de aquellos a los que se dirige, en la medida en que constituye una de las formas de manipulación de la sensibilidad social más eficaces que se conocen. Habitualmente se utiliza para desviar la atención de los problemas reales y, a causa de ello, sirve para disimular la incompetencia en la gestión. No es de extrañar que, aquí, en la Región de Murcia, el Gobierno autonómico que preside López Miras haya desarrollado el perfil victimista hasta niveles que causan rubor. Todos, absolutamente todos los males que padece la Región son culpa del Gobierno de Pedro Sánchez y de su irrefrenable pulsión por destruir esta esquina de la piel de toro. Que la Región encabece la mayoría de las listas negativas de España o que cierre todas las positivas no es algo que tenga que ver, ni de lejos, con la incompetencia gestora de López Miras. Siempre que la realidad acorrala al presidente regional, ahí está el comodín de arrojarle la culpa a Sánchez.
Total, de la misma manera que Laporta juega con la baza de una masa social que aplaudirá cualquier teoría conspiranoica que tenga a Madrid y al Real Madrid como origen de todos los males del FC Barcelona, así López Miras es consciente de que un buen número de murcianos aceptará de buen grado cualquier descarga de responsabilidades hacia Pedro Sánchez que realice. Es evidente que a los devotos practicantes del victimismo les importa un bledo la opinión que la sociedad no fanatizada tenga de esta espuria estrategia. No les va a quitar el sueño el hecho de que el victimismo constituya una de las expresiones más vergonzosas de la indigencia intelectual, y que, tarde o temprano, la historia juzgue su ineptitud y populismo. El victimista es un manipulador que no suele mostrar muchos escrúpulos y que, para calmar su conciencia, suele rodearse de lameculos profesionales que le aíslan de su triste realidad.
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