Secciones
Servicios
Destacamos
Solo la izquierda puede contener el auge de los populismos y totalitarismos. Las alianzas estratégicas de la derecha con la extrema derecha y su creciente ... porosidad a los planteamientos ultras no la convierten precisamente en una opción en la que confiar. Sin embargo, la izquierda actual vive presa de un confusión ideológica e intelectual que la ha conducido al callejón sin salida de sus contradicciones. Son estos tiempos en los que la defensa de los valores democráticos debería ser una consigna tan nítida e innegociable que, ante los casos flagrantes de merma de los derechos fundamentales, no tendría que existir la más mínima ambigüedad. Necesitamos referentes éticos fuertes a los que seguir y en los que proyectar nuestra convicción de que un sistema de convivencia que respete la libertad y la diversidad es la mejor de las opciones posibles. La defensa de la democracia no admite matices de ningún tipo –ni por motivos estratégicos ni por intereses varios–.
El jueves estaba escuchando a Ángels Barceló y me quedé perplejo ante el argumento que esgrimió para criticar la iniciativa del PP para que el Congreso reconociera como presidente de Venezuela a Edmundo González: este hecho había tenido como respuesta la petición de la Asamblea Nacional a Maduro para que rompiera relaciones con España, lo que podía poner en peligro las inversiones de las empresas españolas en aquel país. ¿De verdad que nuestra máxima preocupación, ante el asesinato y tortura de decenas de miles de venezolanos, y la diáspora de millones de ellos, es que una iniciativa parlamentaria no enfade al demente autor de «La Navidad comienza el 1 de octubre»? Que el Congreso haya reconocido a Edmundo González como ganador de las elecciones venezolanas es una buena noticia que el PP se encargó de empañar cuando comparó el ilegítimo Gobierno de Maduro con el de Pedro Sánchez. Declaraciones de este tipo –preñadas de un odio delirante– dan al traste con el espíritu esencial de esta propuesta: que los regímenes democráticos aíslen a los no democráticos y articulen una presión internacional que posibilite el desalojo del tirano.
Enfangada la tertulia de 'Hoy por hoy' en el daño económico que para España podría tener la «declaración de guerra» de Maduro, uno de los contertulios –mi querido José María Lassalle– puso el dedo en la llaga: «Aquí lo esencial es que Maduro es un dictador de manual. Que no se nos olvide». Tan claro y sencillo como eso: Nicolás Maduro es un dictador de manual, de aquellos que tantos ejemplos conoce la historia. Desviar la atención de este hecho es como cuando la derecha y la ultraderecha suavizan su lectura del franquismo, aduciendo que fue él quien creó la Seguridad Social y construyó la actual red de pantanos. Exactamente lo mismo. Lo que hizo Lassalle fue tan sumamente necesario y esclarecedor que, de inmediato, le envié un whatsapp para felicitarlo. ¿Qué problema tiene la izquierda española y europea para reconocer este extremo con voz alta y clara? Que la revolución bolivariana surgiera como un movimiento de izquierdas dispuesto a traer la igualdad de oportunidades al pueblo venezolano no debe suponer un freno ideológico para que PSOE, Sumar y Podemos denuncien, de una vez por todas, el modelo dictatorial y genocida instaurado por Maduro. Este tirano no es de izquierdas –entendámoslo ya–. ¿Acaso es de izquierdas detener a mujeres solo por protestar contra el Gobierno, tenerlas esposadas durante ocho días sin permitirles ir al baño hasta que sus heces y orina acaban por quemarles sus genitales? ¿Es de izquierdas que decenas de personas sean detenidas cada día en sus propias casas y no se vuelva a saber de ellas? Me parece encomiable –porque yo lo hago y lo seguiré haciendo– que cada vez que Vox realiza un acto de censura cultural en alguno de los municipios en los que toca poder la izquierda entera salga en tromba a denunciarlo. Pero, ay mamá, si a continuación disculpas a un dictador y asesino como Maduro, la credibilidad se te cae en bloque. O estamos a todos los agravios contra la democracia o no estamos a ninguno.
Si la negativa del Gobierno de Pedro Sánchez a declarar a Edmundo González ganador de las elecciones venezolanas es porque la UE no lo ha hecho todavía, el argumento no es creíble. Pedro Sánchez reconoció al Estado de Palestina antes de que lo hiciera la Unión Europea. Y muy bien que lo hizo. Es lo que tocaba y, además, de manera urgente. Si, por otro lado, dicha negativa obedece al deseo de no entorpecer una salida diplomática a Maduro, estaría justificado si esto fuera una opción plausible. Pero no nos engañemos: mientras el ejército no se rebele, el dictador venezolano se perpetuará en el poder. Y una tal insurrección jamás será posible mientras Rusia y China apoyen incondicionalmente a Maduro. Ni siquiera la presión de la izquierda latinoamericana –Chile, Colombia y México– servirá para amedrentar al tirano venezolano. Resulta cuando menos ingenuo pensar que un proceso de negociación va a ser capaz de desalojar a un dictador de su poltrona. Maduro es de la misma estirpe que Putin –otro caso de turbación en cierto sector de la izquierda–. Y, contra los totalitarismos, solo cabe redoblar la creencia en los valores democráticos y combatirlos con toda la fuerza de la ley.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.