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Las razones por las que el PSRM prescinde de personas solventes y con arraigo social suponen un misterio cuyo estudio entra de pleno en el campo de la metafísicaEste año que ya acaba, 2023, partía en lo político y en lo social como un momento decisivo para el futuro inmediato de la Región ... de Murcia. Después de que el PSRM batiera en las autonómicas de 2019 al PPRM, un tabú se había transgredido y el inmovilismo electoral de las últimas tres décadas parecía cerca de revertirse. Pero, en paralelo, una sombra se cernía sobre la Región: la posibilidad de que la ultraderecha, después de los episodios de transfuguismo de la legislatura anterior, volviera al Gobierno. A efectos reales, Murcia fue la primera comunidad autónoma en incorporar a la extrema derecha al Consejo de Gobierno. De alguna manera, el que la aritmética parlamentaria la convirtiera en decisiva para la investidura de López Miras no supondría un 'shock' tan grande, ya que los dos últimos años habían servido como periodo de preparación para el gran desembarco.
Hace justamente doce meses, el futuro político de la Región de Murcia nos colocaba en un dramático cruce de caminos: o la confirmación de la recuperación de la izquierda y la posibilidad cierta de un cambio de rumbo, o la radicalización de la hegemonía conservadora a través de la normalización institucional de la ultraderecha. Como ya es sabido, la primera opción fue la preferida por los murcianos. Y la clave de este resultado residió en el abundamiento de dos inercias que, a día de hoy, parecen consolidadas: de un lado, la 'españolización' de la política regional, con el consiguiente y preocupante empequeñecimiento de los problemas estrictamente locales; y, de otro, la pulsión autodestructiva de la izquierda, más preocupada en las luchas de poder internas que en el empeño de construir una alternativa sólida.
Con respecto al primer punto, parece evidente que el juego de equilibrios practicado por Sánchez a escala nacional es la gasolina que alimenta el discurso de López Miras. El presidente del PPRM tendría poco que hacer sin la presencia de Pedro Sánchez en La Moncloa. Ante la ausencia de un discurso propio, los pactos del PSOE con los independentistas catalanes y vascos se han convertido en la arena en la que se dirime el rumbo de la política regional. Es evidente que, en este mundo interconectado y en el que las relaciones causa-efecto cruzan océanos y conectan lugares situados en las antípodas, los movimientos efectuados en la política nacional han de influir necesariamente en las autonomías. Pero de ahí a que el peso de la gestión estatal oculte por completo los despropósitos de la gestión regional, existe un trecho enorme que no debería ser obviado. Solo por los desmanes cometidos con el Mar Menor, el electorado murciano debería haber reaccionado con furia y haber mandado a López Miras a la oposición de manera contundente. Sin embargo, lejos de ello, lo que la voluntad de los ciudadanos ha motivado es que un partido negacionista como Vox entre en San Esteban y amenace con desproteger más todavía a la laguna salada. Parece contradictorio que una región tan conservadora como la de Murcia, atravesada por un tradicionalismo granítico, vote contra el principal buque insignia de su identidad –el Mar Menor– mientras se inviste con el espíritu de Don Pelayo para salvar la unidad de España. Esta comunidad autónoma necesita de un proceso de autorreflexión de gran alcance para comprender cuál puede ser su mayor contribución al conjunto del país. Porque, quizás –solo quizás–, alguna vez comprendiéramos que la mejor manera de ser españoles es cuidando aquello que hace a España mejor –por ejemplo, el incomparable ecosistema constituido por el Mar Menor–.
Ahora bien, no poca culpa de los resultados salidos de las últimas elecciones autonómicas la tiene una izquierda incapaz de consolidarse como una alternativa atractiva y fiable para el conjunto del electorado. Llama la atención, en este sentido, la especial habilidad que tiene el PSRM para prescindir de todo aquel capital humano valioso que milita en sus filas. Que a Rosa Peñalver se la haya jubilado supone un error imperdonable que sigue pasando factura. Pero hay más ejemplos: de la legislatura pasada a esta, se ha prescindido de nombres como Gloria Alarcón o Teresa Franco que, en el ejercicio de sus responsabilidades, han aportado importantes cosas y, sobre todo, han conseguido llegar al ciudadano. Otro caso incomprensible es el de Lara Hernández, a quien, tras un brillante desempeño como diputada regional, se le encargó capitanear la candidatura socialista a una plaza tan difícil como Alcantarilla, propiciando así su sacrificio político. El último ejemplo de esta gestión tan autodestructiva del capital humano es el de Francisco Jiménez, cesado como delegado del Gobierno, cuando, a todas luces, es la persona que mejor ha desempeñado ese cargo en décadas y –lo que resulta tanto más importante– procuraba un consenso unánime entre toda la sociedad murciana –la de derechas y la de izquierdas–. Las razones por las que el PSRM prescinde de estas personas solventes y con arraigo social suponen un misterio cuyo estudio entra de pleno en el campo de la metafísica. No podemos pasarnos la vida echándole la culpa de nuestro fracaso a la mediocridad del electorado murciano si, previamente, no se ordena la propia casa y se apuesta por los mejores.
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