Secciones
Servicios
Destacamos
El sector agrícola vive en una realidad esquizoide: de un lado –y en lo que respecta al ecoicidio del Mar Menor–, se ha convertido en ... un frente negacionista que niega el decisivo papel de los nitratos en la contaminación de la laguna salada; de otro, está sufriendo los efectos del cambio climático, entre cuyas causas se halla la voracidad de la agricultura intensiva. Aquello que la ideología niega la meteorología te lo confirma. Sobre el papel, y en un escenario, la palabra lo aguanta todo. Pero, cuando los periodos de sequía se prolongan y se planta para noviembre los mismos productos que para primavera, el negacionismo no tiene más que recoger alas y dar la razón a la evidencia. Pese a quien pese. Y en el mismo gesto de pedir auxilio y llamar la atención sobre las penurias atravesadas del sector, es posible que se pierdan muchas razones forzadas. Llegado el caso, habría que decir aquello de 'más realismo y menos sectarismo'. Porque, en definitiva, desde el realismo y el sentido común se ganan más adeptos que desde la cerrazón negacionista.
Pero centremos el asunto. Coincidiendo con el Día Mundial Contra el Cambio Climático, Coag ha presentado su informe 'Más claro, agua', en el que, en cifras generales, se alerta de que, para 2030, las pérdidas económicas en el campo regional alcanzarán los 1.232 millones de euros. Los estragos causados por el cambio climático se traducirán en el aumento de los días de sequía y en una alteración de la estacionalidad de los cultivos. De hecho, y como indicó el secretario general de Coag, Miguel Padilla, el sector agrícola ya sufre una pérdida del 6% de su producción, la cual se incrementará conforme los periodos de sequía aumenten su frecuencia –entre 5 y 10 veces más alta–. Entre las frases que deslizó Padilla durante el acto, conviene destacar el énfasis puesto en proclamar que «en Coag no somos fundamentalistas ni negacionistas del cambio climático. Tenemos la realidad que hay». Acabáramos. «Tenemos la realidad que hay» –nada más y nada menos–. Para este viaje no hacían falta tantas alforjas. Después de los discursos incendiarios lanzados por la Fundación Ingenio reconforta escuchar –en uno de los principales representantes del sector– que «tenemos la realidad que hay» y, por lo tanto, negarla supone un doble daño.
La importancia añadida de estas palabras es que se produjeron ante un auditorio en el que, entre otros, se hallaba presente Alberto Garre, diputado regional de Vox y flamante fichaje de la ultraderecha para aumentar su ascendencia entre el electorado del campo. A nadie escapa el posicionamiento de Vox frente al cambio climático: desde Santiago Abascal hasta el coordinador regional, José Ángel Antelo, pasando por el nada sutil Luis Gestoso, las barbaridades y paridas de diversa índole que, desde la extrema derecha, se han proferido pasarán a la historia de la paranoia negacionista. El problema reside en que si el negacionismo está en la Asamblea Regional representado por nueve diputados es porque una parte importante de la sociedad se lo ha comprado. Y he aquí que uno de los principales caladeros de votos de Vox en la Región de Murcia es el sector agrícola.
La paradoja no es menor: de un lado, el secretario general de Coag anuncia, en un detallado estudio, el impacto negativo brutal que los efectos del cambio climático van a tener sobre el campo murciano; de otros, los representantes y agentes de dicho sector votan mayoritariamente a un partido que niega el cambio climático y que, por ende, es culpable y causa mayor de que sus consecuencias se recrudezcan y agudicen la ruina de los agricultores. Cuando, desde una asociación como Coag, se anuncian pérdidas milmillonarias a resultas del cambio climático, y el llamado «partido del campo» niega la existencia de este, ¿se puede hablar verdaderamente de que Vox es un partido que mira por los intereses del medio rural? Evidentemente, no. El negacionismo de la ultraderecha supone, en suma, una negación de la agricultura. Con su actitud acérrima, anticientífica y populista, el partido que más contribuye a la destrucción del sector agrícola es Vox. Sin duda alguna.
Pero no todo acaba aquí. Cuando los periodos de sequía son cada vez mayores y la lluvia se convierte en un acontecimiento extraordinario, la estrategia política –no solo de Vox, sino también del PP– es dirigir la mirada hacia el trasvase del agua. La segunda peor actitud después del negacionismo es el localismo –o lo que es igual: pensar que, de existir el cambio climático, es algo que solo afecta a mi terruño y no al resto del país y del planeta–. Si no se trasvasa más agua es porque no la hay. Y es hora de que vayamos siendo conscientes de esto, y pensemos que las reservas de agua solo van a ir a menos. Asumir los efectos del cambio climático y, en paralelo, levantar a la sociedad murciana contra el Gobierno central por supuestamente robarle el agua que le pertenece es un discurso igual de mediocre y populista que el del negacionismo. La solución –todos lo sabemos– pasa por una reconversión y redimensionamiento del sector. Cerrar los ojos a esto es dilatar el problema y crear conflictos territoriales inútiles. Pero como lo único que importa es la usura del voto, así vamos. De mal en peor.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Pillado en la A-1 drogado, con un arma y con más de 39.000 euros
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.