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¿Y si no llegáramos a pasado mañana, si supiéramos con certeza que nos quedan un par de días o, a lo sumo, una semana ... solo en este mundo? Estoy seguro de que nuestro comportamiento sería otro muy distinto. Ahora mismo nos preocupa que debemos levantarnos mañana para ir a trabajar, que hemos de estar en condiciones para impartir las lecciones del día a los alumnos convenientes, pero si nos muriéramos pronto nada de esto tendría importancia, y hasta es posible que mañana por la mañana llamáramos a nuestros jefes para regodearnos de nuestra posición de privilegio, incluso para insultarlos si nos apeteciera o para no pagar la cuota del hipotecario, porque morirse nos otorgaría un poder incontestable hasta el punto de que estaríamos muy por encima de casi todo el mundo, ya que, si vamos a fallecer, qué nos importan tantas cosas, declararle a la cara a nuestra compañera que es muy guapa y que nos moríamos por decírselo hace mucho tiempo o a nuestro compañero que es un pelmazo y que huele muy mal, y a la jefecilla de turno que siempre está con la misma cantinela y que nos molesta su presencia cada día, no se trata tampoco de ponernos a mal con todos, sino más bien lo contrario, de reconciliarnos con nosotros mismos, porque hace bastante que no le hemos dicho a nadie lo que realmente pensamos, sobre todo si no es bueno y ya va siendo hora de hacerlo.
Hace mucho tiempo que no descansamos con el sinvivir del dinero o de la salud y no hacemos ese viajecito a Roma con nuestra mujer; en cambio, si nos vamos a ir de este mundo de inmediato, qué más nos da todo, con unos pocos días tenemos de sobra para ponernos a bien con los nuestros y a mal con los otros, para repartir los escasos bienes, por fortuna (porque si nos quedaran muchos es porque no habríamos hecho bien las cuentas), que nos quedan y escribir un puñado de cartas para decirles a una docena de personas lo que pensamos de ellas libremente, sin tapujos, pues las palabras escritas tienen más poder y permanecen y con ellas podemos hacer el bien y el mal de un modo más firme y más rotundo, y si uno va a finar, mejor que se muera matando de alguna manera, porque si nos vamos a marchar pronto nos hallamos muy cerca de cumplir algunos sueños definitivos, de alcanzar la gloria o pisar, al fin, el infierno y descubrir quién hay en cada sitio, descorrer la cortina del mundo y comprobar el misterio. Cuánto de verdad encerraban los cuentos de nuestra infancia, esas fábulas bíblicas con las que nos martirizaban para que no hiciéramos lo que ellos no querían que hiciéramos pues lograremos la liberación al cabo, es decir, dejaremos de padecer por algunas cosas para siempre, ya nunca más soñaremos con hacernos multimillonarios o merecer el Nobel de Literatura, con cumplir los viejos deseos que no llevamos a cabo, pues ya no será importante, y tendremos que sentarnos durante un tiempo para planear despaciosamente el plan que debemos seguir a partir de ahora y para el resto de lo que nos queda.
Hay que pensarlo bien para que no se quede ningún cable suelto, para resolver todos los nudos que atamos en un tiempo y que ya ha llegado el momento de desatar, porque nos encontramos fuera del tiempo y es una situación única e inmejorable, flotamos sobre la vida y nos hallamos absueltos por primera vez en nuestros días, al margen de las leyes y de las normas, de los usos y de las modas, porque uno se muere una vez tan solo en la vida y para siempre y en esa ocasión uno es el más grande, el más fuerte, el único con el máximo poder, y se da cuenta de que si los otros lo supieran se echarían a temblar.
Pero no se equivoquen, no, yo no quiero irme a ninguna parte, pretendo quedarme aquí todo el tiempo del mundo y seguir molestando a algunos, aunque estoy seguro de que muchos van a alegrarse de mi decisión.
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