Secciones
Servicios
Destacamos
Veo en la tele unas imágenes que me sobrecogen, veo a un hombre con una niña de pocos años en sus brazos, está muerta y ... el hombre clama contra la barbarie y la injusticia. Cuando veo estas imágenes me estoy viendo a mí mismo con uno de mis hijos, aunque ya sean mayores, pues mi sensibilidad cambió de una forma ostensible después de ser padre y cuando veía estos desastres en la tele afloraban lágrimas en mis ojos. Me di cuenta de que me había convertido en un hombre frágil y cercano al dolor durante la pandemia, aunque los más afectados no fueron los jóvenes, sino los mayores y aun así me conmovían de una forma profunda, porque resultaba muy sencillo ponerme en el lugar del padre y hacer míos sus sentimientos, yo era el padre y la madre, yo era todos los padres y todas las madres, yo era el mundo y el ser humano y todos me afectaban por igual y con esta tragedia diaria uno no se sensibiliza nunca por más que lo hayan intentado los poderes malvados de la tierra, pues todos son mis hermanos y esta niña que llevaba en brazos su padre era mi propia hija.
Entonces me entero de que la causa de su muerte ha sido el hambre, y mi rabia ya es a estas alturas incalculable, un padre sujetando en brazos a su hija que ha muerto de pura inanición, del modo más denigrante, resulta lo máximo, porque no hay dolor mayor, y noto mi cólera como una oleada de sangre caliente circulando por mis venas y eclosionando en mi cerebro. Ahí es cuando pienso que yo también, incapaz como soy de matar un mosquito, cogería un arma y me defendería como cualquiera, como lo hicieron los republicanos españoles contra Franco en el 36, los palestinos contra Israel desde 1948 o los ucranianos frente a los rusos desde hace tres años, porque solo la defensa propia justifica la violencia y el crimen y la defensa de una criatura inerme nacida de ti mucho más aún.
Por eso no tenemos más remedio que llegar a la conclusión de que solo luchamos contra el mal, sea este del material que sea y de que de una manera paradójica cuanto más lo combatimos más lo fomentamos, porque el odio solo engendra odio y la venganza venganza, pero resulta muy difícil templar los ánimos cuando andan cerca los sentimientos más primarios. Así que imagino las imágenes y las palabras que se les estarían pasando por la cabeza a ese padre desconsolado que clama al cielo justicia al menos, compasión y clemencia mientras sujeta con firmeza y amor el cuerpo exangüe de su hija pequeña y busca una razón al menos que pueda explicarle la tragedia.
Es en ese momento preciso en el que yo pediría armas para la venganza, en el que me uniría a la guerra hasta el final, justificado y casi heroico, porque matar por un hijo muerto no es un delito, pertenece a la épica bíblica, y pudiera estar plenamente justificado, matar por un hijo no solo no es un crimen, sino que forma parte del ámbito de las obligaciones y los deberes, porque ciertas guerras se eternizan por esto mismo porque en su día no se cumplió la venganza necesaria y esa puerta quedó abierta para el futuro y por ella pasó el resentimiento y la sed de venganza, que han movido a los hombres desde los albores de la historia.
Así que cuando uno ve una escena así y encima es padre de dos hijos, le entran ganas de llamar al enemigo, y no como lo hacía Gila, aunque fuese una genialidad, sino incluso como lo llevan a cabo algunos grupos de resistencia a los que denominan terroristas y a los que uno en ocasiones como esta, comprende plenamente, porque no encontramos los caminos de la justicia para que estos crímenes queden juzgados y sentenciados al gusto de la víctima.
Y nos entran muchas ganas de tomarnos la justicia por nuestra propia mano.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Los libros vuelven a la Biblioteca Municipal de Santander
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.