La partida
EL DÉCIMO DENTISTA ·
El aliento de mi madre, que me ayudó a crecer, acariciar, trabajar y amar, acabó por desvanecerseSecciones
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EL DÉCIMO DENTISTA ·
El aliento de mi madre, que me ayudó a crecer, acariciar, trabajar y amar, acabó por desvanecerseEn esta columna, hace ocho meses, les compartí mi regreso. Lo que me condujo a trabajar en un organismo internacional de ayuda humanitaria me empujó ... a regresar. Una suerte de ética de la convicción y de la responsabilidad me trajo a acompañar a mi madre en su último trayecto de vida en esta maldita pandemia. Sigo unos principios y, responsablemente, no me inhibo de las consecuencias de mis actos. Esta brújula de acción me ha ayudado a sobrevivir al horror de lugares remotos donde he sido destinada. Mantener la esperanza no es sencillo. A mi vuelta, necesitaba de alguna manera, descansar en mi tierra, mi hogar. Reencontrarme y reconocerme en una sociedad racional, social y plural.
Pero estos meses constato que mi Ítaca se ha desvanecido. El espacio de lo común se ha restringido a lo emocional, tribal y uniforme de lo políticamente correcto. Como en aquellos remotos infiernos de los que salí, estos espacios son ocupados por chamanes políticos en disputa ausentes de toda ética, centrados en su relato y religión tribal.
Mientras en mi interior, tomando la mano de mi madre que se iba apagando, he ido sintiendo el peso de existir. ¿Qué valor tienen nuestros actos por algo tan efímero como la vida mientras disputamos una partida de ajedrez, perdida de antemano, con la Muerte? No esperaba respuestas sencillas en mi tierra. Pero tampoco esperaba encontrarme esta desolación en el espacio público de una sociedad avanzada. Desterrada la ética, se encumbra a quienes han hecho de su falta de principios su modo de vida y de su irresponsabilidad su modo de acción. Siempre acompañados de chivos expiatorios 'prêt a porter'. O un postmodernismo regado de negacionismo a la carta de la transición, de 23-F o de pandemias. O un revisionismo histriónico con cantos de inquisidores de la corrección política.
El aliento y la mano de mi madre, que me ayudó a crecer, acariciar, trabajar y amar, acabó por desvanecerse como su sonrisa y su luz. Y en soledad, me siento partida. El tablero de ajedrez se oscurece. La Muerte danza en la partida y la sinrazón de aquellos infiernos invaden mi Ítaca. Un viaje sin hogar donde retornar. ¿Dónde queda mi tierra, aquella donde la disensión no implicaba discordia? Mi mundo no solo ha regresado. Quienes moran los partidos buscan rentabilizar una sociedad partida. No me reconozco en los lugares de mi infancia. En una ocasión Nietzsche le dijo a H. G. Wells: «Hay una diferencia fundamental entre nosotros, Wells, a usted no le interesa la humanidad, pero piensa que puede mejorar; yo, que amo a la humanidad, sé que es imposible». Mi nombre es Angustias Block y parto de nuevo porque mi mundo ya no existe. Se ha partido.
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