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Una noticia asombrosa impresionaba en las postrimerías de tan inacabable y cálido verano. Los responsables de un hospital vasco solicitaban, por medio de cauces oficiales nada menos, que el paciente al que se le había amputado una pierna pasara por el hospital a recogerla. Un ... mensaje de tintes macabros, agrandado por su destacada repercusión informativa, dirigido a la ciudad y al orbe. La amputación de miembros es una intervención quirúrgica irremediable cuando lo exigen circunstancias de enfermedad o accidente, por el serio compromiso que supone para la viabilidad de la extremidad dañada, extensible a la supervivencia vital del afectado. Es un procedimiento quirúrgico habitual en los hospitales, regulado con protocolos de actuación bien establecidos. La finalidad se dirige a que, al igual que otros restos orgánicos procedentes de intervenciones quirúrgicas diversas, sean destinados a su cremación. O, en caso de solicitarlo el afectado o su familia, ser debidamente trasladados para darles cumplida sepultura.
Hay una normativa legal para estos casos, competencia de las distintas comunidades autónomas, como parte del Reglamento de Policía Mortuoria. En la Región de Murcia, por una orden de la Consejería de Sanidad del 7 de junio de 1991, basada en un decreto de 1974. En este se establecen las condiciones referentes al conjunto de procedimientos funerarios en los que están implicados tanto restos humanos de diversa procedencia como los cadáveres, en lo referente a la inhumación, exhumación, embalsamamientos y, en fin, todo cuanto concierne al manejo y destino final del cuerpo muerto. Es una dedicación quizás poco conocida de la sanidad pública, por sus repercusiones colectivas, esencial, cuyas ramificaciones abarcan múltiples aspectos como la conservación del medio ambiente, con la gestión de las cenizas, o del urbanismo de pueblos y ciudades. Una regulación de estas actividades imprescindible, surgida al compás de los cambios sociales en nuestro país, a partir de mediados del siglo pasado, con el traslado de la gestión del hecho de la muerte, hasta entonces recluida en los domicilios y su deriva hacia hospitales y funerarias. Ocupándose de aspectos como la distinta forma de proceder según la causa de defunción, por una probable enfermedad infecto contagiosa, del traslado en furgones, como lo relativo a ataúdes y demás procedimientos funerarios. Encargada asimismo esta policía mortuoria de la política de cementerios, regulando construcciones y ampliaciones de enterramientos y la supervisión de establecimientos funerarios.
En un plano por completo distinto, la amputación de una parte de la persona nos traslada a aspectos filosóficos, con el interrogante de dónde reside el espíritu o el alma. Qué representa en este sentido una parte desgajada del resto del cuerpo humano. Una preocupación reflejada de modo magistral en 'Los errantes' de la premio Nobel polaca Olga Tokarczuk. Una obra difícil de clasificar, entre la ficción, el ensayo y la biografía, en la que se aborda la relación entre materia y espíritu en el organismo humano. Entre el soporte físico y el espíritu que lo anima. Los enigmas sobre esa ignorada relación entre moléculas orgánicas, mezcla de elementos minerales que, en su esplendor evolutivo, conducen a que la materia tome conciencia de su ser, de su existencia. En cuyo caso es secundario el papel del soporte estructural del cuerpo, relegado todo ante la preeminencia del cerebro. Una de las controversias esenciales de la filosofía del ser pensante. La autora se remonta a las vicisitudes de un anatomista holandés de la época del Renacimiento, Philip Verheyen, descriptor del tendón de Aquiles. En un periodo en el que la ciencia, espoleada por los nuevos tiempos, trataba de liberarse del corsé de supersticiones, brujerías y creencias extrañas. La autora no duda, a diferencia de otras efemérides históricas notables, en señalar el comienzo de la modernidad en 1542. Año que marca un cambio radical en el paradigma científico imperante, con dos hitos cruciales del pensamiento. La publicación de Copérnico 'De revolutionibus orbium coelestium', sobre el modelo heliocéntrico del sistema solar. Y Andrés Vesalio dio a la imprenta su magistral tratado de anatomía 'De humani corporis fabrica'. Propulsor de una mirada directa al interior del cuerpo humano, sin interferencias, falsos prejuicios, ni magisterios heredados. Hasta entonces, el estudio de la anatomía humana había permanecido inmutable durante siglos, basado en las enseñanzas de Aristóteles y Galeno, establecidas sobre disecciones de animales.
Las autopsias públicas y autorizadas cobraron auge en las universidades punteras de la época. Hasta entonces el profesor señalaba a la audiencia qué era lo que «se tenía que ver» de acuerdo con los clásicos, aunque no se correspondiera con la realidad. Ahora la realidad desprejuiciada se abría paso frente a mitos y leyendas. Una consideración de perenne actualidad, cuando tantos se empeñan en establecer verdades ajenas a la simple realidad.
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