Borrar

Esto no es lo que parece

La libertad se reduce a optar por lo que nos ponen delante, no lo que querríamos elegir, según nuestros gustos y criterios éticos

Lunes, 29 de junio 2020, 09:05

La literatura del Barroco cultivó el tema de la confusión entre los sueños y la realidad, reflejado en la inmortal obra de Calderón 'La vida es sueño'. Al menos, el príncipe Segismundo podía distinguir en su mente confusa cuándo estaba en su palacio y cuándo en una prisión, aherrojado con grilletes. En este tiempo de demasías, soberbia y podredumbre sigue intacta la posibilidad del mundo de los sueños, pero se impone una terca realidad confusa donde se hace difícil distinguir la verdad de la mentira, lo que es y su apariencia, lo que nos dicen y la realidad certera de las cosas.

Muchos procedemos de un tiempo en que verdades y libertades eran pocas, aunque fuesen inalcanzables e incluso manipuladas en provecho propio por determinados poderes sociales, políticos y religiosos, pero conocíamos también qué sitios ocultos las protegían de las asechanzas de dictadores, mentirosos y plutócratas. Hoy ambas se hallan secuestradas por gentes anónimas y entidades transnacionales de las que apenas conocemos sus nombres, que actúan a nuestra espalda, provocando un estado de confusión por donde resulta dificultoso moverse y en el que las luces que se atisban no sirven de guía sino de deslumbramiento para conducirnos directamente al precipicio. La libertad se reduce a optar por lo que nos ponen delante, no lo que querríamos elegir, según nuestros gustos y criterios éticos. Nos dan la elección hecha, sin posibilidad de disentir, salvo que tengamos vocación de eremitas o no temamos ser etiquetados como rebeldes antisistema. Pero fuera del sistema hace mucho frío y no todos tenemos arrestos para enfrentarnos a él.

Actualmente muchas palabras son violentadas para servir a la mentira y los intereses espurios, casi siempre económicos. Conviene recurrir, pues, al dicho latino 'cui prodest', es decir, a quién beneficia, porque muchas noticias 'inocentes' y soluciones para los problemas suelen ser falsedades para conducirnos mansamente al redil del conformismo, convertirnos en consumidores insaciables, sumarnos al hatajo de los mansos y los satisfechos, de quienes no se cuestionan lo que ocurre como si habitasen el mejor de los mundos, cuando en realidad el mundo está en perpetua construcción y todos tenemos la obligación de mejorarlo cada día. Sin embargo, frecuentemente colaboramos con nuestra complicidad o nuestra cobardía a degradarlo paulatinamente.

Hoy me he levantado derrotista, y el lector generoso disculpará este rosario de negruras

Y así, sucumbimos al espectáculo de la confusión, al teatro de las vanidades, donde nada es lo que aparenta. Ferran Adrià imparte un curso de cocina auspiciado por la fundación Telefónica en el Teatro Real de Madrid, donde también se dan conciertos. En las gasolineras venden bebidas, alimentos y periódicos, además de gasolina, al tiempo que las humildes tiendas de barrio se esfuman, sin que nadie las reivindique, frente al poder inmenso de los supermercados. Por otro lado, los quioscos de prensa van desapareciendo en un goteo atroz porque ya no leemos en papel sino en pantallas.

El mercadeo convive y trafica con naturalidad con productos sublimes del Arte y el pensamiento. Se anuncia una muestra de vinos en la Biblioteca Nacional. El Museo del Prado, ante el cuadro 'La rendición de Breda', conocido como 'de las lanzas', pintado por Velázquez en 1635 para conmemorar una victoria contra los flamencos, celebra el inicio de la vuelta ciclista a España 2020, en la que el alcalde de Madrid cede el testigo al de Utrecht (Holanda), próximo inicio –después anulado– del evento. El resultado es demoledor, en esa imagen lo importante son los alcaldes y ciclistas, mientras que el cuadro se convierte en una lámina decorativa como simple telón de fondo.

El gobernador del Banco de España afirma que la casa propiedad de los jubilados es un privilegio y recomienda su venta a una inmobiliaria para aumentar la renta. No entiende que los jubilados valoren lo que los economistas neoliberales desprecian, la trascendencia de la sangre, el legado a los descendientes del fruto de unas vidas de trabajo y sacrificio para que vivan mejor que sus padres. Ahí radica el progreso. Los jubilados apuestan por el futuro de hijos y nietos. El neocapitalismo persigue enriquecerse al instante, elaborando estrategias de consumo sin tasa y despilfarrando materias primas, en definitiva, vivir al día y disfrutar como si mañana no existiera, convirtiéndonos en el penosísimo y último eslabón evolutivo, el 'homo consumer'. Y cuando hayamos descendido a los infiernos de la miseria ellos no estarán para ayudarnos, porque la consigna es que cuando no les sirvamos se desentiendan de nosotros.

Hoy me he levantado derrotista, y el lector generoso disculpará este rosario de negruras. Sé también que existen islas de luz, pensamientos y actitudes solidarias, personas que pese a los inconvenientes laboran para conseguir un mundo mejor, digno de ser vivido, ejemplos a mansalva de que no todo está perdido. Pero de eso hablaré otro día, si me abandonan el pesimismo y la melancolía.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad Esto no es lo que parece