Secciones
Servicios
Destacamos
En estos días de confinamiento, entre las muchas películas que las teles ofrecieron a todas horas, alguna fue especialmente interesante. Me llamó la atención 'Splendor', de Ettore Scola, con dos grandes de la pantalla: Marcello Mastroiani y Massimo Troisi, protagonista de 'El cartero y Pablo Neruda', de Michael Radford. El filme en cuestión narra los últimos días de un cine de barrio romano regentado por Mastroiani, al que se suma Troisi como maquinista. El tema recuerda quizás demasiado 'Cinema Paradiso', de Guiseppe Tornatore, rodada un año antes, en 1988, y que supuso el Oscar a la mejor película de habla extranjera. Con estos antecedentes llama la atención que Scola hiciera un filme con similar textura y semejante atmósfera. Ignoro los motivos. Solo se me ocurre que ambos directores, en un momento dado de sus trayectorias artísticas, optaran por la nostalgia como elemento básico de sus obras. Las dos películas son eso, recuerdos melancólicos de unas vidas ligadas al mundo del cine, cuando este suponía no solo el único acceso a la diversión, sino una enorme ventana a la imaginación y a la utopía.
Mi generación ha vivido la decadencia del cine como fenómeno de masas, junto a la llegada de la televisión. Todavía permanecen vivas imágenes de las colas en los grandes cines de mi ciudad: Coliseum, Coy, Rex, Teatro Circo Villar, Gran Vía... En días determinados, podías hasta no encontrar entradas para ver estrenos anunciados con enormes carteles que cubrían buena parte de las fachadas de esos edificios. O tenías que estar en primera fila, terminando con un tremendo dolor de cuello. Pero era una experiencia fantástica. Cabrera Infante cuenta que cuando sus padres le ofrecían a él y a su hermano ver una película o cenar (cine o sardina) no lo dudaban: cine. Si Tornatore contaba la historia de un afamado director que vuelve a su pueblo siciliano en el que empezó a amar la magia del Séptimo Arte, con motivo del funeral de su amigo Alfredo, proyeccionista del viejo cine, los hombres y mujeres de mi generación tenemos otras historias que mezclan grandes películas con juventud, incluso con anécdotas de poder o no poder entrar si la sesión era para mayores con reparo.
Todo esto me ha venido a la cabeza cuando el otro día reparé en la remodelación de un conocido supermercado que ocupa la parte baja de uno de mis cines favoritos de la Murcia de los años sesenta y setenta: el Coy. Este local, junto con el Rosi, Circo e Iniesta, se cerró por culpa de la crisis de las grandes salas de los años ochenta. Se iniciaba entonces la moda de los minicines, que tampoco han aguantado demasiado o, al menos, están lejos de lograr las cifras de asistencia de aquellos. Los centros comerciales y supermercados ocupan sus lugares.
Cuando hoy compruebo que se vuelve a remodelar el viejo Coy, para idéntico uso de venta de alimentación y limpieza, entre sus mostradores rotos, sus paredes destrozadas, sus suelos levantados, me pareció distinguir a James Steward corriendo detrás de Kim Novak por las calles de San Francisco. Seguramente 'Vértigo' la vería con mis padres, pues tendría unos quince años cuando se estrenó en España. También creí reconocer la capa de Christopher Lee al viento de su castillo transalpino. Ese 'Drácula' de Terence Fisher fui a verlo solo, en el enorme anfiteatro de aquel cine, cuyo aforo me atrevería a decir que rozaba las 1.500 localidades. ¡Qué miedo pasé! Esa tarde, y muchas noches siguientes en las que creía que los colmillos del vampiro se acercaban demasiado a mi cuello. Si me fijo bien en lo que ahora es espacio diáfano, otro día enorme vestíbulo del Coy, veo también a los Beatles cantando '¡Qué noche la de aquel día!', rodeado de chicos y chicas que recibíamos la beatlemanía como un fenómeno sumamente atractivo. Qué tarde aquella. Qué emoción. Por cierto, creo recordar que la empresa la quitó al tercer día, porque no resultaba comercial. Sin embargo, todos mis amigos y amigas la vimos.
Ya no hay cines como esos. Ni en Murcia ni en casi todo el mundo. Aquí, tuvimos la suerte de que el alcalde Cámara recuperara el Circo para teatro que, si no, sería otro supermercado, gimnasio o vaya usted a saber qué. Pero los demás, sucumbieron al paso de los años. Aunque la vida no sea como la vemos en el cine, dice el protagonista de 'Cinema Paradiso', sino mucho más difícil, su recuerdo es demasiado bonito para perder aquellos paraísos.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.