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Pánico en La Moncloa

Veritas Vincit ·

Unos y otros, socialistas y populares, tienen la obligación de presentar a los electores a los más capaces, que los hay

Lunes, 20 de abril 2020, 02:30

Se abre el telón. Por uno de los pasillos del Palacio de la Moncloa deambula aturdido don Sánchez, casi sonámbulo. Coincide con don Redondo, que va portando maletas. «¿Dónde vas Iván?», pregunta el acojonado presidente. «A buscar a otro gilipollas al que pueda engañar, porque a ti este tsunami te ha convertido en un cadáver político; este barco se hunde y ya nada me puedes dar». Sánchez, aterrorizado, entra en genuflexión y le dice con voz lastimera: «No puedes dejarme, con todo lo que he hecho por ti, con todo el dinero que te he dado a ganar, no me abandones, dame alguna de tus brillantes ideas para poder salvar mi pellejo, aunque sea lo último que hagas por mí». Redondo recapacita, recuerda a cuánto asciende su patrimonio y, como no es del todo mala persona, contesta: «Presidente, creo que te he orientado bien, ¿quién ha escrito tus plúmbeos discursos?, ¿quién ha diseñado la estrategia de no mostrar a este pueblo atemorizado y aborregado más que imágenes positivas, ni un ataúd, solo aplausos a los renacidos? Pues ahí va mi última propuesta: plantea unos pactos como los de La Moncloa, si pican los tontos del PP es lo único que te puede salvar de tu tumba política».

Las maquinaria del Estado, al servicio del presidente, se pone en marcha. Los canales subvencionados de televisión y radio, los contertulios sectarios, los periodistas que en un mercado sin subvenciones se comerían los mocos, bien engrasados con el dinero de nuestros impuestos, dispuestos a partir de ahora a propagar y difundir el nuevo mantra: pactos, pactos como los de La Moncloa, todos unidos, todos abrazados a don Sánchez, que es el que nos va a liderar para sacarnos de esta ruina en la que él, con su estulticia, su sectarismo y su soberbia, nos ha sepultado, y los que los rechacen son unos antiespañoles, putos fachas, y sobre ellos caerá la responsabilidad del fracaso.

Lo que me extraña es que socialistas a los que yo tenía como hombres de bien, con independencia de sus ideas, hayan entrado de inmediato en este engaño y nos intenten convencer de que lo que únicamente sirve para nuestro futuro pasa por salvar de la quema al más inútil, más sectario, más soberbio de los presidentes. Allá ellos, creo que peligra su prestigio, porque a partir de ahora los españoles, que de tontos no tienen ni un pelo, hartos de sufrir por la indolencia y el sectarismo de este presidente y su gobierno social-comunista, malician que con lo de los pactos solo intenta don Sánchez salvar su orondo culo.

¿Alguien en su sano juicio puede pensar que la mayoría de los españoles vamos a permitir que el mayor responsable de las decenas de miles de muertos, del encarcelamiento de todo el país, de la ruina de nuestra economía, lidere el difícil y comprometedor proceso de nuestra reconstrucción social y económica? ¿Acaso nos hemos vuelto locos?

Nada de pactos tramposos cuyo único fin es mantener al incompetente y presunto delincuente en el poder: elecciones inmediatas y que los españoles, que tanto estamos sufriendo, con el recuerdo de los muertos canallamente olvidados, decidamos libremente quién debe liderar el futuro de España. Esos socialistas que ahora están tragando con el mantra de 'Todos con Sánchez' deben decidir si en el inmediato y obligado proceso electoral su partido se va a atrever a presentar como líder a a este individuo. Otro sí digo, me refiero ahora a los populares, quienes me gustaría que en esta etapa tan decisiva en la que nos jugamos el ser o no ser como nación pudieran encontrar un líder con más cuajo, más personalidad, más experiencia que este joven Casado.

Unos y otros, socialistas y populares, tienen la obligación de presentar a los electores a los más capaces, que los hay, no a los más aprovechados, porque lo que se avecina es una acción de tal calibre, con tal cantidad de duras medidas, tanto sacrificio, que se hace imprescindible generar la confianza mayoritaria del pueblo español,

Y esa confianza se adquiere llamando a los españoles a las urnas, en la seguridad de que el ganador, cuya victoria la habrá conseguido con un programa cabal, podrá entonces, con toda razón, invitar al resto de fuerzas políticas a compartir con él esa gigantesca empresa de reconstrucción nacional.

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