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Será muy difícil idear algunas medidas para afrontar posibles rebrotes de Covid (coronavirus disease), o nuevas pandemias, si no realizamos un honesto esfuerzo de diagnosticar qué ha ocurrido en España en esta crisis sanitaria y económica. Es preciso prescindir de la propaganda y centrarse en los datos y las comparaciones basadas en ellos, pues de otro modo no lograremos sino alejarnos de la verdad y caer en la ineficacia.
Hay dos datos ciertos y confirmados por distintos observatorios internacionales: España ha sido uno de los países del mundo con más fallecidos por millón de habitantes a causa de la Covid y el primero en sanitarios contagiados. Por más que se nos diga que estamos «en la gama alta del éxito», eso es sencillamente falso. No lo hemos hecho bien.
Asumido eso, y negarlo sería negar la realidad, surge de inmediato una pregunta elemental: ¿por qué? Una breve incursión en el terreno de la teoría de las probabilidades nos recordará que la de morir de Covid es el producto de dos factores, la de contagiarse y la probabilidad condicional de morir una vez contagiado. En primera aproximación podemos considerar ambos factores como independientes, aunque muestran una ligera correlación. Como hay dos factores relevantes, el contagio y la curación, es muy relevante averiguar a cuál de los dos se han debido nuestros malos resultados, sin excluir que ambos hayan influido.
Las comparaciones internas en España y las internacionales muestran con claridad que el factor fundamental ha sido nuestra mayor tasa de contagio y no, repito no, la presunta debilidad de nuestro sistema sanitario. Los datos cantan: la heterogeneidad de la proporción de contagiados en nuestras diversas comunidades autónomas, e incluso entre localidades de una misma región, ha sido muy alta, mientras que la tasa de curación entre los contagiados ha sido muy uniforme en todas ellas.
Ha habido muchos enfermos y fallecidos en Madrid, Cataluña, La Rioja y el País Vasco, pero comparativamente pocos en Murcia, Andalucía, Galicia, las Canarias y Extremadura. Sin embargo, la tasa de curación entre los enfermos ha sido prácticamente la misma en todos esos sitios. Esos datos solo son explicables asumiendo que en unos sitios ha habido muchos contagios y en otros, pocos, y que la calidad de nuestro sistema sanitario es bastante uniforme en todo el territorio nacional.
Los datos internacionales confirman esa conclusión. Hay dos países, Portugal y Grecia, que han padecido muchos menos enfermos que España y, sin embargo, sus respectivas tasas de gasto público en sus sistemas sanitarios son mucho menores que la de España. Sin ánimo de ofender, podemos decir que ambos países, a los que nos unen tantos lazos históricos, tienen sistemas sanitarios bastante peores que el nuestro, a pesar de lo cual han padecido menos muertos per cápita. Lo relevante ha sido el contagio, no la curación.
Es tentador atribuir nuestros malos resultados en la pandemia a los presuntos recortes en sanidad, pero esa no ha sido la causa. De hecho, una de las regiones que más recortaron a partir de 2008 fue Andalucía y lo cierto que es que le ha ido comparativamente bien en la pandemia.
Una vez comprendido, aunque sea a disgusto, que lo importante han sido los contagios se hace preciso profundizar más y determinar el siguiente porqué. En este caso carezco de datos concluyentes, pero otros autores ya han identificado al menos tres motivos de nuestro alto contagio: elegimos la vía del confinamiento, en lugar de hacer pruebas masivas y confinar solo a los infecciosos, pero lo hicimos tarde. Eso es así: Portugal y Grecia confinaron con muchos menos muertos que España, y de ahí su éxito. En segundo lugar, somos (o éramos) una potencia mundial en turismo, lo que implica numerosos traslados internacionales, un nítido vector de contagio. Finalmente, nuestras distancias interpersonales a respetar son muy cortas y nos gustan los actos masivos: fútbol, manifestaciones, procesiones, ferias... Esos tres factores nos han perjudicado: confinamiento tardío, turismo y costumbres sociales.
Lo dicho hasta ahora no significa que no sea muy conveniente reforzar nuestro sistema sanitario. Hay dos medidas obvias: acumular suficientes reservas de material sanitario de protección, como mascarillas y batas, e incrementar los recursos del sistema de vigilancia epidemiológica. Ambas medidas se imponen. Una tercera a considerar es la de establecer dos circuitos sanitarios separados: el de contagiosos y el de los demás. Eso podría implementarse en cada hospital o, alternativamente, levantar hospitales solo de contagiosos, olvidados desde que surgieron las vacunas y los antibióticos. Los especialistas en salud pública dirán qué es lo mejor. Y una última: recuperar en el Plan Estratégico de la Defensa el programa contra pandemias que, de forma para mí incomprensible, el actual Gobierno español eliminó, cuando por fin habíamos conseguido, tras años de insistir, que el anterior lo incluyese.
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