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Íbamos a cenar en Nochebuena y mi madre dijo «espera, hay que rezar un Padrenuestro». Un Padrenuestro que me pareció muy raro. Duraba dos tercios menos en extensión que el que a mí me enseñaron de niño. «Es que este es el Padrenuestro desde hace ... muchos años», dijo. ¡Y yo que pensaba que el cambio se había limitado a cambiar «perdónanos nuestras deudas» y poner «nuestras ofensas»). Uno está ya tan fuera del tiempo que hasta da lugar a que le cambien las oraciones a Dios, que nacieron para ser eternas. Ni la eternidad es ya lo que era. De pronto compruebo que me he quedado hasta sin vocabulario que dirigirle a Dios, así que, supongo, tendré que comunicarme por gestos. La bendición de la mesa duró menos de lo que tarda en persignarse un cura loco.

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laverdad Padrenuestro