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Estoy pasando las fiestas con un fuerte catarro y una de sus peores consecuencias es una congestión nasal que hace la vida bastante miserable. Como ... con todas las cosas importantes, nos acordamos de la respiración solo cuando se vuelve complicada. En condiciones normales, sin embargo, le damos poca importancia. Aunque es ciertamente difícil pensar en un gesto más cotidiano y ligado a nuestras vidas que respirar. Los números involucrados, por cierto, son bastante impresionantes.
El promedio de respiraciones que una persona hace en un día varía según diversos factores como la edad, el nivel de actividad física y la salud general. Un adulto sano respira entre 12 y 20 veces por minuto en reposo. Esto se traduce en un promedio aproximado de unas 25.000 respiraciones por día. En cada respiración se mueve como medio litro de aire, lo equivale a unos 12.500 litros cada día. A lo largo de toda una vida, respiramos casi 1.000 millones de veces. Sin duda, un ejemplo de persistencia.
A pesar de la obvia importancia de la respiración, no suele ser algo sobre lo que nos instruyan. Cada uno se las arregla como puede. El sentido común nos dice que debemos respirar por la nariz y que hacerlo demasiado rápido es síntoma de nerviosismo, la ahora famosa por otros asuntos hiperventilación.
Por supuesto, la calidad del aire que respiramos es un factor fundamental que afecta a nuestra salud. En esto, hemos mejorado sustancialmente. Si me permiten una nota personal, yo nací respirando aire muy contaminado. Soy de las últimas generaciones de españoles que nació en casa. Cuando las mujeres se ponían de parto, se llamaba a la comadrona, que, ayudada por familiares o vecinas, traía al bebe al mundo. Mis padres vivían de alquiler en un piso en lo que se conocía entonces como el 'barrio de la química' en Zaragoza. Eran bloques de pisos de cuatro alturas construidos cerca de la fábrica de la Industrial Química de Zaragoza, especializada en la producción de abonos, y en la elaboración de productos químicos como ácido sulfúrico, ácido clorhídrico, sulfato sódico y ácido nítrico. La fábrica, tremendamente contaminante, se mantuvo operativa en medio de la ciudad hasta 1983. Desde mis primeras bocanadas hasta el final de mi infancia respiré un aire con una calidad tercermundista. Menos mal que el fuerte viento zaragozano, el cierzo, que solía ser muy común entonces, barría el cielo a menudo y daba un respiro, valga el símil, a los malos olores. El barrio recuperó el nombre de La Almozara al desaparecer la fábrica, pero no se borró su impacto.
Es difícil cuantificar como afectó esta fábrica y varias similares que hubo en otras ciudades de España a la vida de muchas personas. Lo sorprendente es que, en aquel tiempo, la mayoría no parecía ni siquiera ser consciente y se vivía acostumbrado a la extrema polución. Muchas décadas después, reviví la pésima calidad del aire de mi infancia en ciudades en China e India. El cielo allí había dejado de ser azul hacía tiempo y los niveles de partículas en suspensión eran decenas de veces superiores a las permitidas. En Delhi viví un episodio que superaba a mi barrio de la infancia. Las quemas agrícolas masivas habían generado un aire tan viciado que, en los hoteles, el lujo se medía por los sistemas de depuración de aire que tenía la habitación y caminar en medio de la neblina era una actividad de riesgo.
En uno de los movimientos más positivos de los últimos tiempos, muchas grandes ciudades de Europa, que estuvieron muy contaminadas, fueron mejorando paulatinamente la calidad del aire. También en España. Pocos ahora serían complacientes con respirar un aire nocivo durante mucho tiempo.
Y, sin embargo, en una de las áreas metropolitanas más pobladas del país, Murcia, nos encontramos durante semanas con una calidad del aire pésima. De las peores de España y de toda Europa occidental, con concentraciones de partículas más de cinco veces superiores a los valores máximos recomendados por la organización mundial de la salud. Ya sé que la orografía y el clima influyen, pero suenan a excusas de mal perdedor. Una ciudad que por su clima tiene muy pocas calefacciones contaminantes y en la que el tráfico es una fracción del de las grandes urbes, no debería aceptar esta situación probablemente exacerbada por las abundantes quemas agrícolas. ¿No se podrían controlar de una manera efectiva y favorecer los sistemas de trituración?
Termino con un propósito para el nuevo año. Me lo voy a aplicar a mí mismo y se lo recomiendo encarecidamente a ustedes: ¡respiren mejor!
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