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Como saben, la expresión se refiere a la inutilidad de poner límites a algo que no se puede controlar o, al menos, resulta muy difícil ... hacerlo. La realidad es que el ser humano, a través de sus dirigentes, ha demostrado ser excepcionalmente bueno en poner puertas y restringir las libertades. Piensen en el muro de Berlín, previniendo con gran eficiencia durante décadas el paso de una calle a otra de la misma ciudad.
En los asuntos del progreso científico y tecnológico suele ser difícil impedir que algo se estudie, explore y desarrolle. En la mayoría de los casos, a pesar de las posibles reticencias iniciales, la curiosidad, el afán por destacar, o por enriquecerse, pueden más que las advertencias y las posibles consecuencias. Las puertas suelen ser poco efectivas y un ejemplo especialmente bello es el de los llamados 'bebes probetas', nacidos mediante fecundación in vitro. De los virulentos debates acaecidos en torno al primero de ellos hace más de 40 años, a la normalidad actual, con millones de niños nacidos mediante esta técnica. Cierto es que ha habido asuntos que se han mantenido aparcados al margen del desarrollo, por ejemplo, la clonación humana, que, aunque técnicamente posible no se ha practicado, al menos públicamente, salvo en el caso de un científico chino, que además fue sentenciado a tres años de cárcel por su modificación de embriones humanos.
Pero el campo al que me quiero referir no parece concitar un tan amplio consenso para que se limite. Es el uso de la popular, y ya casi ubicua, inteligencia artificial. Aunque su popularización es reciente, su trayectoria se remonta a los años 50 del siglo pasado, cuando se propusieron máquinas que pudieran replicar el cerebro humano, replicando habilidades como razonar, aprender y comunicarse usando el lenguaje. Durante décadas, muchos científicos trabajaron hasta desarrollar las aplicaciones prácticas de las redes neuronales, sistemas matemáticos que aprenden al encontrar patrones estadísticos entre grandes cantidades de datos. Estas redes ya llevan años permitiendo el reconocimiento de personas o la traducción automática de idiomas. Más recientemente, grandes empresas tecnológicas como Google y Microsoft comenzaron a construir y usar redes neuronales entrenadas con ingentes cantidades de texto de Internet, incluidos libros y artículos científicos. Y estos sistemas aprendieron a escribir y a mantener conversaciones que resultan bastante apañadas. Uno de ellos, el famoso ChatGPT, llegó a tener más de cien millones de usuarios en pocas semanas y, según dicen, está llamado a cambiar nuestra vida cotidiana.
Lo sorprendente es que, ante tan prometedora expansión, hayan surgido muchas voces prominentes pidiendo una moratoria en el desarrollo de estas tecnologías de inteligencia artificial. Es decir, queriendo que se ponga puertas a este campo. Las razones esgrimidas son variadas, y vistas desde fuera suenan bastante catastrofistas. Sorprende también que se pida una parada de tan solo seis meses y que muchos de los que suscriben la petición sean justamente algunos de los que han contribuido al desarrollo y promoción de estas tecnologías en los últimos años. El discurso 'pro moratoria' pide buscar un equilibrio entre los beneficios y los riesgos potenciales de la inteligencia artificial. Temerosos de que esta llegue a ser cada vez más poderosa y nos encuentre, a los humanos, desprovistos de herramientas para hacer frente a los posibles riesgos que entraña.
La aparente causa de la alarma no son los problemas más inmediatos, como la proliferación de noticias falsas o la pérdida de puestos de trabajo, sino una supuesta amenaza existencial para la humanidad. Algo que ya hemos visto anunciado en numerosos capítulos de literatura de ciencia ficción, las máquinas que se vuelven contra sus creadores hasta destruirlos. Puede que a ustedes, como a mí, esto se les antoje más bien rocambolesco. Son, sin embargo, más de mil reputados, y muchos de ellos muy ricos, individuos los que claman por poner guardianes e impedir que se sigan entrenando los sistemas más avanzados por lo que pueda pasar.
Como siempre, viene bien ser un poco desconfiado y, siendo buena parte del negocio casi un duopolio, quizás esto este orquestado para mantener la atención y aumentar el interés en el producto. Extraña que se pase de largo el hecho de que son las dos potencias mundiales las que mantienen el liderazgo en inteligencia artificial, con el resto del mundo, y particularmente Europa, claramente rezagada. Quizás alguien esté pensando que el negocio puede estar en la fabricación de puertas y barreras. De todas formas, y por si acaso, esté preparado por si tiene que tirar, en defensa propia, el ordenador y el móvil a la basura.
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