Secciones
Servicios
Destacamos
Será que se acerca la fecha de mi cumpleaños lo que me hace mirar a los años de mi infancia en la España de los ... años 60 del siglo pasado. Cerrada, pobretona y homogénea. Como botón de muestra, en Zaragoza, donde vivía, era todo un espectáculo para chiquillos y mayores ver a alguno de los jóvenes soldados negros que estaban desplazados en la base aérea norteamericana. Aunque se dejaban ver poco en la ciudad, y menos en barrios obreros como el mío, eran una muestra de lo exótico que debía ser el mundo.
Muchos españoles ya lo conocían, pues habían emigrado a otros países para mejorar su vida, y la de sus hijos. La emigración interior también fue de gran magnitud. Tanto la de los entornos rurales más próximos a las ciudades, como de otras regiones de España. En mi escuela había unos pocos niños que habían llegado de lo que entonces se nos antojaban lugares remotos, como Andalucía. Una tarde al salir de la escuela subí al piso de uno de estos niños donde le esperaba su madre para darle un bocadillo. Aún recuerdo la escena. El niño, que en la escuela hablaba como todos los demás, de repente se comunicaba con su madre con un acento andaluz cerrado y floridísimo que yo casi no podía entender. El niño se había mimetizado perfectamente con el habla del entorno, pero seguía usando el acento de origen en la casa.
Ya en los años 80, en mis primeras salidas de España descubrí ciudades con una población tremendamente diversa y coincidí con estudiantes de todos los rincones del mundo. Y en las últimas décadas en Murcia, he visto pasar por nuestro laboratorio universitario estudiantes de todos los continentes que han contribuido muy notoriamente a nuestros éxitos y nuestra proyección en el mundo. Buena parte de nuestro reconocimiento proviene de la diversidad de los que se han formado aquí y luego han continuado su labor en otros lugares con nuestra impronta.
Estos recuerdos me sirven para rememorar el hecho de que todos somos, fuimos o seremos emigrantes. En España desde la segunda mitad del siglo pasado se ha cambiado en este aspecto completamente. Tenemos unos niveles de inmigración superiores a muchos otros países avanzados, lo que muestra que somos atractivos y son ahora personas de otros lugares las que vienen con nosotros para intentar mejorar su vida.
Para nuestro país es un asunto crucial mantener un flujo de inmigración adecuado, regulado y con buenos mecanismos de acogida. Los emigrantes son personas. Nuestros padres y abuelos lo eran cuando fueron a Suiza o Alemania, ¿verdad? Requieren ser tratados dignamente y ser integrados lo mejor posible. Ya conocen, además, que algunas de nuestras debilidades como país solo pueden ser suplidas en el corto plazo con la llegada de inmigrantes. Tenemos una de las tasas de natalidad más bajas del mundo. Así que, inexorablemente, vamos camino de ser una de las sociedades más envejecidas. Por ello, obviamente necesitaremos jóvenes que mantengan el sistema y cuiden de las viejas generaciones.
Tenemos unas tasas de productividad muy bajas, lo que nos convierte en poco competitivos en muchos aspectos. Vivimos en permanentes paradojas. Por ejemplo, el desempleo es de los mayores de Europa, especialmente elevado en los jóvenes y en algunas regiones. Pero hay muchos puestos de trabajo que no se cubren. Los locales no quieren hacer muchos de los trabajos por encontrarlos demasiado duros o estar mal pagados. Las labores agrícolas o el cuidado de niños y ancianos son algunos ejemplos. La mayoría de quienes realizan estas tareas son emigrantes, en bastantes casos en la situación que suele llamarse de 'sin papeles', lo que les coloca muy desamparados frente a posibles abusos.
Desafortunadamente, la emigración es un arma arrojadiza en el debate y la lucha política. Debería ser una cuestión de Estado para armonizar las llegadas de personas y su integración decente en nuestra sociedad. Las letanías de algunos de que los emigrantes «nos quitan» el trabajo a los españoles o que aumentan la inseguridad no parecen basadas en datos reales. Lo cierto es que cubren huecos necesarios y nos enriquecen socialmente. De lo importante a lo anecdótico, tener emigrantes favorece nuestro desarrollo y nos permite recorrer el mundo saboreando distintas cocinas con solo cruzar una calle.
Y sin olvidar que cualquier empresa ambiciosa que se pretenda alcanzar requiere de la contribución de visiones y culturas diferentes. Los emigrantes que deberíamos recibir no solo tendrían que ocupar los puestos más bajos, sino también los de alta especialización que necesitan de talentos especiales.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Marc Anthony actuará en Simancas el 18 de julio
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.