Olona y la libertad de expresión
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No es cierto que la mejor manera de minimizar a la ultraderecha sea no prestarle atención y dejar que la burbuja se pinche por sí mismaSecciones
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MAPAS SIN MUNDO ·
No es cierto que la mejor manera de minimizar a la ultraderecha sea no prestarle atención y dejar que la burbuja se pinche por sí mismaEl lenguaje lo es todo. Formado intelectualmente en lecturas del posestructuralismo francés, asumí desde pronto que el lenguaje construye la realidad y que, por tanto, ... todos nuestros deseos, acciones, conflictos, etc, se dirimen en él. No comparto, por tanto, la tesis de que, ante la conferencia ofrecida por Macarena Olona el pasado viernes en el Paraninfo de la Universidad, había que adoptar un perfil bajo y hacer como si no pasara nada. No es cierto que la mejor manera de minimizar a la ultraderecha sea no prestarle atención y dejar que la burbuja se pinche por sí misma. El conformismo de la sociedad rusa durante años ha conllevado que Putin campe a sus anchas y que, sin resistencia de ningún tipo, instaure un régimen totalitario cuyas consecuencias las están sufriendo los ucranianos, en primer lugar, y el resto del mundo por extensión. Todo el espacio lingüístico que se cede a los discursos ultras se traduce en una radicalización del espacio social que luego cuesta revertir.
Que Olona imparta una conferencia en la Universidad de Murcia –o en cualquier otra– no es un asunto menor. Recordemos que, hace pocos meses, durante la campaña de las elecciones a la Junta de Andalucía, la entonces candidata de Vox invitó a uno de sus mítines a la neofascista Giorgia Meloni, líder de Hermanos de Italia, que se despachó ante el enfervorecido público presente con un ataque a la inmigración, al feminismo y al «lobby LGTBI» que dejó en estado de 'shock' a cualquier persona sensata y con un mínimo de sensibilidad democrática. Pocas veces he escuchado unas palabras cargadas de tanto odio desatado. Realmente producían pavor. Y he aquí que la anfitriona de Meloni, la persona que interiorizaba como suyo ese mensaje xenófobo, racista, antifeminista y homófobo obtiene un estrado en la Universidad de Murcia para seguir propagando ese mensaje. A mí me duele. Amo la institución universitaria, la considero mi casa, he disfrutado de los mejores momentos de mi vida en sus aulas, creo en su vocación docente, formadora y crítica. La universidad es todo lo contrario a lo que Olona y sus referentes neofascistas representan: diversidad e integración. De modo que no comprendo cómo su discurso del odio puede encontrar cabida en ella. Y este estado de desconcierto se acentúa más si cabe cuando tenemos en cuenta que la Universidad de Murcia cuenta con un estricto protocolo para evitar la programación de cualquier actividad que no responda al rigor académico y que se considere, por tanto, como pseudocientífica. ¿Acaso –me pregunto– posee alguna base científica la xenofobia, el racismo, el antifeminismo, la homofobia...? ¿Constituyen posibilidades de pensamiento académicas como otras cualquiera, a las que, por tanto, hay que otorgarles su espacio?
Me sorprende, en este sentido, el silencio y la apatía de gran parte de la comunidad universitaria. Reconozco que no es agradable plantar cara e involucrarse en este tipo de causas, que te insulten constantemente en las redes sociales y que te señalen por significarte de una manera inequívoca. 'Meterse en líos' no va con el espíritu de estos tiempos, en los que el conformismo social se expande como una rápida enfermedad que amenaza con mermar nuestro sistema de convivencia. De ahí que resulte completamente loable la actitud del decano de la Facultad de Letras, José Antonio Molina, quien, desde el mismo momento en que tuvo noticia de la conferencia y de que esta se anunciaba con el escudo de la Facultad y en el Hemiciclo como lugar de celebración, lanzó un comunicado desautorizándola.
Los partidarios de Olona han defendido la legitimidad de su conferencia en la Universidad de Murcia como un ejercicio de democracia: todas las opiniones –sostienen– deben ser escuchadas en igualdad de oportunidades. Pero, claro, aceptar esta tesis supone pervertir la misma esencia de lo que entendemos por libertad de expresión. Los mensajes que ha trasladado a la opinión pública Macarena Olona durante estos últimos años, y especialmente a lo largo de la campaña de elecciones andaluces, están cargados de odio y señalan a todos aquellos colectivos que representan nuestra diversidad social. El odio no define un discurso más entre otros muchos posibles que compiten agonísticamente por ver cuál conquista mayor parte del espectro social. Aquello que muchos no han comprendido es que la libertad de expresión no consiste en decir lo que a uno le venga en gana, aunque esto suponga atentar contra los derechos fundamentales de los otros.
Creo y defiendo la libertad de expresión como el que más; apoyaré siempre el cuestionamiento del 'statu quo' y de las iniquidades del sistema. Pero lo que bajo ningún concepto aceptaré como una prerrogativa de la libertad de expresión es el enaltecimiento del odio contra los inmigrantes, las mujeres que luchan por la igualdad y las diferentes identidades y opciones sexuales. No podemos consentir que se programe, al amparo de la salud democrática, a una conferenciante que precisamente busca socavar los cimientos de la democracia. Como escribí hace años en este mismo medio, «una sociedad intolerante es aquella que ha perdido la conciencia de lo intolerable». Y que una entusiasta de las corrientes neofascistas hable en uno de los espacios más emblemáticos de nuestra Universidad constituye un indicio demoledor de hasta qué punto nuestro umbral de lo intolerable está en niveles bajísimos.
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