Nostradamus y la media luna
VERITAS VINCIT ·
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VERITAS VINCIT ·
El intento de imponer nuestro sistema democrático en el mundo islamista ha resultado un fracasoFamoso boticario, médico, astrólogo, judío cristianizado y supuesto adivino, Michel de Nôtre-Dame, más conocido como Nostradamus, nació en 1503 en la localidad francesa de ... Saint Remy y murió en Salon-de Provence en 1566. Su libro 'Profecías' alcanzó fama mundial y todas y cada una de las 942 cuartetas agrupadas en un total de diez centurias que componen su colosal augurio sobre el devenir del mundo y la humanidad fueron traducidas e interpretadas por Jean Charles de Fontbrune en su libro 'Nostradamus, historiador y profeta'.
Desde el siglo XVI hasta el XX, el célebre filósofo francés anticipó una serie de históricos acontecimientos de lo más variado, pero con tal ambigüedad que la mayoría de las predicciones permiten una libre interpretación de lo augurado, lo que añade un velo de ciencia y misterio muy interesante. Entre todas, llama la atención el énfasis que dedicó al enfrentamiento entre cristianos y musulmanes: la Cruz contra la Media Luna cobra protagonismo con victoria de estos últimos, quienes, tras los cruentos enfrentamientos, terminan invadiendo en las postrimerías del siglo pasado Inglaterra, Portugal, Francia, Italia y España.
La derrota de las fuerzas occidentales en Afganistán a manos de los talibanes es antesala de aquello que Nostradamus predijo. Cuando Rusia invade Afganistán, y emplea una fuerza desusada y cruel para acabar con el pueblo afgano, Estados Unidos reacciona y aprueba un desembolso de mil millones de dólares para dotar a los afganos de armamento con el que repeler el brutal ataque soviético. Los rusos invaden Afganistán para instaurar desde el terror un dominio que les sirva para explotar los grandes recursos naturales del país y desafiar a su secular competidor: EE UU. Derrotados, abandonan el país y los afganos libres no tardan en sucumbir al mayor poder de los terroristas talibanes. Estados Unidos llama a sus aliados en defensa de la libertad y la democracia y se planta en Afganistán para luchar contra aquellos a los que hace poco había armado.
Ahora, veinte años después, tras un tremendo esfuerzo económico y una lamentable pérdida de vidas, el mandamás americano, mermado de fuerza física y quizás mental, decide acabar con la guerra, rendirse y retirarse cobardemente, entregando el país a los que propiciaron y ampararon el terror que, entre otras cosas, llevó al derribo de las Torres Gemelas. El caos se ha producido no solo en esa parte del mundo sino que también ha convulsionado los cimientos de la confianza en la superioridad de los valores que durante siglos le han dado a Occidente libertad, bienestar y progreso.
El intento de imponer nuestro sistema democrático en el mundo islamista ha resultado un fracaso. «Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible». Todas las potencias occidentales deben desistir de ese vano empeño, pero del mismo modo debemos poner toda nuestra atención en preservar nuestros valores, nuestra cultura, nuestro credo, nuestra forma de vida y nuestra libertad.
Cargado de prudencia voy a opinar sobre el gran problema de la inmigración musulmana en Europa y, por ende, en nuestra querida España. Aquellos musulmanes perseguidos y masacrados por tiranías crueles, como la que sufren estos afganos que acaban de llegar, deben encontrar en nosotros el asilo político y la ayuda necesaria para rehacer sus vidas. Pero, de otra parte, digo y sostengo que es imprescindible regular la otra inmigración, la ilegal, protagonizada principalmente por marroquíes y argelinos: fijación de cupos de acogida acordes con las necesidades laborales; control de acceso en base a limpieza de antecedentes penales; deportación inmediata de los ilegales; contratos de trabajo en vigor con igualdad de derechos y obligaciones; subvenciones y ayudas familiares y escolares las mismas con las que cuentan nuestros compatriotas; obligación de aprender nuestro idioma y de respetar nuestras costumbres, nuestro credo, nuestros usos, nuestra forma de vida y por supuesto nuestros valores.
La guerra entre la Cruz y la Media Luna desatada desde hace siglos, no será tan cruenta ni tan sangrienta como Nostradamus profetizaba, se librará por medio de una invasión humana y descontrolada. Si seguimos propiciando, sin control, ese desembarco, puede ser que, en pocos años, nuestra civilización haya acabado. Nostradamus fijó en el año 2000 el fin de sus profecías; si ese horizonte se hubiera prolongado unos años más seguro que habría vaticinado sobre el fin de nuestro Mar Menor, como lo hizo de nuestra civilización. De no actuar con contundencia, aplicando medidas duras impopulares pero necesarias, 'Requiescat in pace' a muestra amada albufera.
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