A las cosas, por su nombre
VERITAS VINCIT ·
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VERITAS VINCIT ·
Aprovechando el aprobado y ahora discutido cambio de Estatuto, podría ser conveniente pensar en otra denominación para la RegiónTomo la Biblia y leo en el Génesis: «Después de crear el cielo y la tierra y colocar al hombre en el recién plantado paraíso ... del Edén dijo luego Yahveh Dios: 'No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada'. Y formó de la tierra todos los animales del campo y todas las aves de los cielos, los puso frente al hombre para ver cómo los llamaba y el hombre escogió un nombre para cada uno de ellos». Lo de la costilla y doña Eva vino después. Menuda responsabilidad para Adán, menos mal que nuestro padre estuvo inspirado y bautizó a cada uno en función de sus atributos y capacidades, porque no quiero ni imaginarme que al mosquito lo hubiera llamado león, esa leve y molesta picadura, que ahora tanto nos incomoda, hubiera devenido en letal. Pero no fue así, desde entonces, y ya hace mucho tiempo, a las cosas hay que llamarlas por su nombre para evitar confusiones y malentendidos.
Hasta la muerte del felón Fernando VII España estaba dividida en reinos, principados y regiones; por obra y gracia del absolutista Javier de Burgos, secretario de Estado del Gobierno presidido por Francisco Cea Bermúdez, en 1833 nuestro país se dividió en 15 regiones y 49 provincias que fueron bautizadas con el nombre de sus capitales, excepto Navarra, Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. El Reino de Murcia, jurisdicción territorial de la Corona de Castilla, se extendía por toda la actual región, la parte sureste de la provincia de Albacete; Villena y Sax en Alicante; y algunas localidades de la provincia de Jaén. Con su invento territorial, Javier de Burgos nos limitó a los actuales confines provinciales.
Aprobada la Constitución toca dar forma a las autonomías, delimitarlas y bautizarlas. Murcia y Albacete, diferentes provincias unidas por un vinculo histórico de reino, y con el fin de constituir una posible región, inician conversaciones encabezadas por el albaceteño Ruiz Risueño y nuestro presidente preautonómico Pérez Crespo que no llegan a buen término: los manchegos querían ser sede universitaria, que lo era Murcia, y esta disponer del máximo órgano judicial que residía en Albacete, pero en realidad a nuestros representantes, por aquello de no tener que repartir cargos, les apetecía ser región autónoma uniprovincial mientras que Albacete aspiraba a la capitalidad de esa gran región de Castilla-La Mancha que estaba en pleno proceso de creación. Qué gran error no ponernos de acuerdo, siendo provincias tan complementarias no habría habido roces competenciales y nuestro peso en la política nacional se hubiera multiplicado: tantos diputados y senadores tienes, tanto vales.
Agua pasada no mueve molino, así que vayamos al grano. Los redactores de nuestro Estatuto llegaron a un acuerdo sobre la bandera, con sus cuatro castillos almenados y siete coronas reales y color rojo Cartagena, tan original como desconocido; tocante al himno, no tenemos, menos mal que se olvidaron del canto a Murcia de 'La Parranda'. ¿Y en cuanto al nombre? Los padres estatutarios no se calentaron mucho el caletre: si desde siglos se nos conocía históricamente como Reino de Murcia, no había que darle más vueltas, la nueva demarcación fue bautizada como Región de Murcia, un desacierto a mi modesto entender. Comprendo la dificultad de la nominación, pero también la tuvo el padre Adán con los animales y acertó de pleno. Cantabria, La Rioja, Asturias, Navarra, autonomías uniprovinciales, no utilizaron el nombre de la capital de la provincia para bautizar su región y así, cuando hay que dirigirse a sus habitantes, no se les dice santanderinos, logroñeses, ovetanos o pamplonicas sino cántabros, riojanos, asturianos y navarros.
Nosotros, por mor de la autonomía, cuando decimos murcianos no solo nos referimos a los habitantes de la capital, sino que incluimos a todos los demás pobladores de esta bendita tierra, incluso a los que moran allende fronteras, y eso a muchos cartageneros, lorquinos, molinenses, por citar los habitantes de municipios más poblados, y demás, no debe parecerles bien. Aprovechando el aprobado y ahora discutido cambio de Estatuto, podría ser conveniente pensar en un nuevo nombre, pero en cualquier caso hay que tener un recambio en cartera. Cartagena puede ver realizado su sueño de constituirse en provincia o Albacete decidir formar parte de esta comunidad autónoma y entonces sí que sería obligado un nuevo bautizo. El tiempo pasa raudo, no caigamos en improvisaciones, tengamos algo pensado y empecemos ya que mañana puede ser hoy.
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