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Imagínate que eres un político occidental importante, o un empresario, o un periodista, o un intelectual, y que el entramado sociocultural de Putin se acerca a ti con buenas palabras, incluso esgrimiendo valores ideológicos de izquierdas, antimperialistas, contra la OTAN, etc., y que al final ... incluso te proporcionan una ayuda económica para financiar la visión rusa del mundo, que es una visión alternativa, y por tanto casi revolucionaria. Imagínate que un buen día te ingresan un millón de dólares en tu cuenta. O que te pagan un viaje para recorrer Rusia en vuelos privados y en hoteles de lujo. Bueno, mejor nos concentramos en el millón de dólares, que es más seductor. Y es entonces cuando yo me pregunto qué valor tendría poseer un millón de dólares en un mundo presidido por los valores políticos de Putin. Desconocemos el alcance y la profundidad de los infiltrados de Putin en el mundo occidental, pero existen. Es verdad que el mundo occidental también tendrá sus infiltrados en Rusia, sin embargo el mundo occidental es un mundo bocazas y suele hacer películas de éxito sobre este tema, sobre espías y agentes ocultos, así que ya estamos prevenidos.
Los nuevos dirigentes del planeta saben ya desde hace tiempo que las guerras se ganan en dos frentes: el de las trincheras y el de la literatura. Para ganar el segundo se necesitan infiltrados. Es aterrador pensar que tal vez llegue el día en que la verdad sea inseparable de la propaganda. Muchos hombres y mujeres han vivido y vivirán sin saber que sus vidas son depositarias de conspiraciones, de valores morales y políticos construidos en despachos y en subterráneos llenos de servicios secretos de inteligencia. Putin no solo machaca el mundo. Hay algo en él que recuerda a Goebbels, esa fría estrategia que se sabe al margen del sistema moral, ese que distingue con certeza el bien del mal. Putin no ama el dinero y nosotros sí lo amamos. Ese es nuestro talón de Aquiles, y Putin lo conoce. Putin es mesiánico, anterior al capitalismo, anterior a la civilización.
Él conoce nuestras debilidades. Por eso ha atacado. Y parará cuando tenga a Ucrania rendida. Y le tendremos que estar agradecidos cuando decida terminar la guerra, a no ser que infiltremos en Rusia lo que nosotros sabemos hacer: películas, libros, automóviles, ropa, zapatos, relojes, museos, historia, ciencia, libertad, sexo, jamón de bellota, champán francés, trenes de alta velocidad, sanidad, ciudadanía, longevidad, y amor a la vida y a la risa y desdén de los ejércitos y de la solemnidad.
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