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Mil y una noches para atar los cabos. El principal objetivo de la Moncloa no era ganar el gobierno de la Región de Murcia, sino evitar una operación en curso para la integración de Ciudadanos en el PP y de paso hacerse con San Esteban ... y otras plazas, así como convocar elecciones generales en unos meses. El PP ha perdido la última oportunidad para integrar a una derecha centrista, reformista, liberal, que intenta ser moderna, y –sobre todo– se siente joven y con afán regenerador. Es más, ni siquiera van a ser capaces de integrar a Vox, que son la gente del PP de toda la vida, eso sí, muy cabreada con el Partido Popular y que da abrigo a la otra derecha trumpista, libertaria, populista, hiperventilada y nostálgica. Abascal quiere sorpasar en votos a un PP sin cabeza y para conseguirlo orquestará su discurso en función de lo que a él mismo le convenga. Y buscará las mismas pruebas que busca el PSRM. Si no hay novedades, pareciera que el sorparso será imposible en Madrid y que en Murcia requerirá de una convocatoria de elecciones y, en su caso, de representantes con una mínima solvencia. No obstante, la moción ha desbaratado la estrategia del PP y su tan repetido eslogan de «somos la casa común de todos los que no son socialistas o comunistas». Ni Ciudadanos ni Vox forman parte del actual gobierno de la Región de Murcia.
«¡Qué noche la de aquel día!» me confesó uno que pasaba por allí. Con tanto entusiasmo se olvidaron de gestionar el día después y les salió mal la moción a Miras. Pero no todo fueron errores, pareciera que el Partido Popular contó en Murcia con el apoyo de algunos prohombres del caciquismo local. Sus protagonistas se merecen, y esto va muy en serio, el papel principal en una novela de serie negra, con traiciones, amores, defenestraciones, idas y vueltas... sin que se supiera hasta el final del relato si su papel era el de verdugos o víctimas de la Familia. Todo dependía del resultado de la moción. Pero de ahí a validar la teoría conspiranoica sobre la existencia de una alianza público-privada para el reparto de los contratos públicos en la Región de Murcia va un trecho. Por mucho que desde la dirección regional del PSRM y cada vez más empresarios locales estiren el chicle de la corrupción, sin pruebas contundentes, es verdad que no deja de ser una conjetura sólida.
¡Qué noche la de aquel día! Pero a alguien se le debió olvidar hablar con Isabel Franco. Quienes la menospreciaron se equivocaron. Quienes minusvaloran a los demás, y no les tratan con respeto, se merecen que se les rebelen. Hace unos meses que escribí aquí sobre la fuerza creciente de las mujeres haciendo referencia a la vicepresidenta (entonces y ahora) del Gobierno regional. Y aprovechando la ocasión y el contexto, hay que señalar a otras: mujeres como Mónica García (la líder de Más Madrid), que con su frase de «las mujeres no hacemos el trabajo sucio para que luego nos aparten en los momentos históricos» ha dado la bofetada que se merecía el macho alfa salvador y guardián de las esencias patrias; un club de lideresas donde brilla con luz propia la flamante vicepresidenta tercera, Yolanda Díaz (mano de hierro con guante de seda, una mujer orgullosa de sus orígenes obreros, capaz de conciliar a sindicatos y empresarios). El futuro es suyo, de las mujeres, de las personas que se arriesgan, sin duda. Y quizás sea lo mejor para los hombres: tanto hombre, tanto hombre...
¡Qué noche la de aquel día! Cuando el PSOE ganó las elecciones. Ese era el momento, me comentaron algunos destacados exmiembros de Ciudadanos en un reciente viaje a Madrid. También me dijeron que la moción fue extemporánea y que las piezas estaban descolocadas desde el principio, puesto que si Ciudadanos se hubiera tomado en serio su rol regenerador de la democracia (la razón esencial por la que hace siglos le votaron casi cuatro millones de españoles) hubiera descabalgado del poder al PP en Murcia, en Castilla y León o en Madrid hace dos años, igual que hizo –como ellos mismos alardean– con el poder hegemónico del PSOE en Andalucía. Pero, a mayor desdicha del Sr. Rivera, prefirió convertirse en cortejo; y todos sabemos que las comparsas, después del carnaval, se olvidan.
Más que un cambio de partidos, que también, Murcia se merece un cambio real para salir de la chapuza, mediocridad, burda ambición y la levedad ética y moral en la que estamos inmersos, lo que aquí ocurre no es comparable con ningún otro territorio. ¡Qué noche la de aquel día!
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