Secciones
Servicios
Destacamos
Alguien, creo que sir Winston Churchill, dijo que bastaba hablar diez minutos con uno de sus propios votantes medios para perder la fe en la democracia. Y eso que él lo decía para que se evitase, en la medida de lo posible, hablar diez minutos ... con votantes medios, no para abandonar la democracia. Yo creo sin entusiasmos en la democracia, pero solo porque creo aún menos en todo lo demás, como el propio sir Winston.
El Gobierno de España quiere adelantar la edad para votar de los 18 a los 16 años. En términos de racionalidad y sentido común el cambio no supone gran cosa en la actual sociedad española. Sí, por el contrario, hubiese supuesto un gran cambio hace una generación o dos. Un hombre mayor de edad de 18 ahora es tan larvario y adolescente como uno de 16, y de hecho no confío en que la adolescencia se acabe hoy en el país antes de los 40 años. Mi oposición a que se rebaje la edad para votar a los 16 solo es, pues, cuestión de formas democráticas. Se supone que aquí hay que guardar unas formas, esencia misma de la democracia y vigas maestras de sus contrapesos internos, aunque sepamos que a veces son mentira.
Hay que guardar las formas de que uno adquiere eso que se llama 'uso de razón' a los 18 años. Sabemos que no es así. Como sabían que no era así cuando el uso de razón se adquiría a los 21. Pero cuando el uso de razón era oficial a los 21 la gente era adulta normalmente mucho antes. Y ahora que es a los 18 evidentemente la mayoría de la gente no es adulta hasta decenios después. Así que lo de los 18 años es solo una convención de la democracia, la edad en que uno debe tener raciocinio y conocimiento como para poder decidir sobre el destino del país, nada menos que las vidas y haciendas de todos. A los 18 uno, en general, no tiene nada de eso. Así que aparentemente no pasa nada por rebajar la edad del votante de los 18 a los 16, y por qué no a los 13-14, la edad del acceso a la guerra de hormonas. Pero sí pasa. Las formas, porque si no hay formas no hay democracia posible. A los 18 uno no solo puede votar sino que es responsable de sus actos. De todos. Hagamos entonces responsable de sus actos, de todos ellos, a un zagal de 16. Si uno puede decidir nada menos que sobre un país también puede decidir sobre y por sí mismo, sin amparo de nada ni nadie. Aunque todos sepamos que es falso, que a esa edad, y a otras muchas edades, ni tiene los rudimentos para decidir sobre un país ni tampoco sobre el resto de su vida. Si uno, por ejemplo, puede votar comunista o fascista a los 16 también debe poder chuparse una condena a 30 años de cárcel por asesinar una noche de copas. Y no debe disfrutar de especial amparo del Estado por una minoría de edad que ya no sería minoría de edad; un Estado que de todas formas trata como menor a toda la población.
¿Queréis jugar a votar, niños? Entonces, que se os acaben las ventajas de ser niño, con todas las consecuencias, al depositar la papeleta.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.