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Las madres de hoy, queriendo proteger demasiado a sus niños, los exponen sin armas a la boca de lobo que es la vida. Los educadores de hoy, queriendo proteger demasiado a la infancia, la mantiene siendo larvas eternas.
Veo cómo las madres quitan de las ... manos de sus niños las cosas que se llevan a su boca desde el suelo. Alguien debería decirles: «señora, deje que su niño se autoinmunice». En el sucio suelo hay todo lo que hará inmunológicamente fuerte a un niño. He oído hasta que hay madres que prohiben los caramelos duros, por si se les atragantan los reyes de la casa. Y les cortan en pedacitos propios de enfermo terminal la comida. Señora, claro que se atragantan. Atragantarse y ponerse azul un día, quedarse sin aire es un aprendizaje sin el cual no sabrán cómo luchar mañana, salir de situaciones similares, por analogía.
Que no se atragante, que no coja bichitos de lo sucio, que no se intoxique levemente con esas plantas y flores con las que todos los críos de incontables generaciones aprendieron que eso intoxicaba o mataba en dosis grandes, con la única lección válida: la experiencia propia. Señora, deje que su niño sepa qué es la adelfa, el baladre. Esa cicuta tan parecida al perejil. Esas flores silvestres tan bonitas y letales, si uno las devora enteras. Esa hormiga cruda que será cono si hubiesen metido la boca en un enchufe eléctrico, por el ácido fórmico. De hecho, no pasa nada, señora, porque su hijo se quede 'pegado' con la electricidad de un enchufe; no lo matará; aprenderá. No se ponga histérica por los niveles de plomo o mercurio en el ambiente. Antes la gente jugaba con el mercurio que coleccionaba de muchos viejos termómetros, que al juntarlo se convierte en una ameba metálica, y chupaba a morro el plomo de las fuentes. No nos mató. Nos hizo poder defendernos del ambiente. Al parecer hoy la nueva gente enferma con un soplido. Porque crecieron en un ambiente donde se trató de aislarlos totalmente del peligro. El resultado es la gente burbuja, que pueden morir de cualquier aire. De cualquier nada.
Creo en los niños que se hieren y sangran, que juegan a pedradas, que prueban cosas tóxicas de la naturaleza, que lamen pilas fermentadas, que están mil veces al borde del precipicio y algo los empuja hacia la salvación, que se entrenan en supervivir. Si no lo hacen ellos, por mantenerlos las madres en una mullida cárcel sobrevigilada donde los propios padres se comportan como amigos/policías no solicitados del niño (coño, que hasta participan en los cumples de los niños de su clase), serán presa fácil frente a un mundo que no dejará de enseñar los dientes.
No creo en mantener a nuestra hoy escasísima descendencia, y precisamente por ser tan escasa, en la cámara desgermeneizada del siempre inquietante Michael Jackson. No es solo que se les haga más débiles. Sospecho además que hace como estamos viendo, y por alguna razón, màs idiotas.
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