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En 'Sapiens', Harari expone que sobrevivimos a los neandertales no por ser más fuertes ni más listos sino por ser capaces de cooperar. Un sapiens era inferior a un neandertal, pero en tribu con un relato común, podía sobrevivirles. Esa capacidad de forjar relatos propició una suerte de inmunidad de grupo frente a la selección natural siendo clave para que la supervivencia dependiera de la tribu y así fraguar las revoluciones y civilizaciones.
Aunque hoy nos pensemos avanzados, eficientes y racionales, nuestro sustrato nos conduce por impulsos avalados por relatos que después racionalizamos. En 1895, Le Bon denunciaba la irrelevancia del nivel individual en el comportamiento atávico de la masa. Milgram experimentó con nuestra capacidad de atrocidad al amparo de un relato de autoridad. Aunque los discursos se usaban para ordenar a los hombres, el relato es más atractivo pues los congrega. Redondo explicaba que un líder político debe administrar emociones, por orden: el miedo, el rechazo y la esperanza. Estas inducen convicción que después el pensamiento remacha. Los discursos políticos mutaron en marketing de relatos asistidos por lingüistas. Desde el uso de 'Gladiator', se fue forjando el nuevo imaginario político.
Nadie contrastará si el persistente relato tribal es inconsistente. Quien ose será anatema. Hoy vemos normal: camuflar como esperanza el pozo de la nueva normalidad; abrir alegremente aeropuertos tras severo confinamiento y con rebrotes verdes; revestir de cercanía entrañable a quien consideró solo necesarias las mascarillas según 'stock' o restaba importancia sobre las aglomeraciones para de golpe abanderar toques de queda. La ciencia no es estática, tampoco bipolar. Aceptamos el relato naif de una Europa de Reyes Magos cuando el FMI nos prevé abismos y el CIS anuncia fiestas. Tranquilos, cuando recorten, el relato anestesiante señalará al enemigo externo. Aceptamos como pulpo fiscalía plegada a intereses personales a lo faisán; se juega al ping pong relator entre administraciones y partidos sobre competencias e incompetencias; reímos chís y bailes del mal mientras quien declaró tener 122 euros considera minucia 22 millones anuales, ¡ni la agencia negociadora de los 2.300 'jeuros', oiga! Normalizamos que la laguna salada mayor de Europa sea un vertedero mientras el debate del Estado de la Región dan ganas de 'ir al baños'.
Y es que los relatos propician la pervivencia de la estupidez. Que tumben estatuas sin leer un solo libro dejando como progresistas a los talibanes, que tachen de racista a Churchill y ataquen la memoria de Colón o Cervantes son muestras. Harari indica que esa cooperación sapiens propició «nichos para imbéciles», burbujas a salvo de la selección natural. Entonces, cabe la pregunta de cuánta estupidez podemos soportar antes de que la selección natural nos aniquile como especie. Si los neandertales levantaran la cabeza dirían: «Menudo atajo de imbéciles».
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