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Hasta hace poco tiempo, en estos días, con un par de semanas de margen, comenzaban los preparativos de las fiestas de Navidad. Ahora, ya habrán ... notado que se adelantan varios meses, así que es probable que lleguemos a las tan marcadas fechas con un cierto hartazgo de lucecitas y demás parafernalia. Quizás hayan pensado que el título de la columna contiene una errata en la fecha, pero no, quiero hablarles de la Navidad del año que viene, del año 2022. Bien podría ser que el ambiente que estamos viviendo fuera ya el del año próximo. Esto colmaría el deseo de algunos de tenernos entretenidos todo el año en el espíritu navideño, o mejor dicho 'festivo', para no molestar a ninguna confesión por supuestas preferencias. Qué duda cabe que la combinación del miedo pandémico y el espíritu consumista en un continuo anuncio navideño sea probablemente el sueño húmedo preferido de quienes nos guían y controlan.
Si las navidades de este año están amenazadas por las diferentes variantes del virus, sobre las del año que viene sobrevuela una sombra que puede producir una alarma aún mayor: la hiperinflación. Cuando esto sucede, los precios aumentan rápidamente al tiempo que la moneda pierde valor y los ciudadanos ven reducidos, o completamente perdidos, sus ahorros. El ejemplo más paradigmático, y extremo, de este fenómeno ocurrió hace justamente un siglo en Alemania y otros países próximos. El valor del marco se desplomó exponencialmente en poco tiempo. En 1922 el coste de la vida aumentó en un factor de 2 millones y a mitad de 1923 para comprar un dólar se necesitaba 1 millón de marcos. Todos los que tenían algunos ahorros en 1921 se encontraron con que habían desaparecido un año después.
La situación de hace un siglo solo tenía algunas similitudes con la actual. También se había pasado por una pandemia para la que no hubo vacunas, pero se había salido de una guerra devastadora tras la que los vencedores reclamaron cuantiosos pagos de reparación a Alemania, a los que no pudo hacer frente.
Vivir en un episodio de hiperinflación es una auténtica pesadilla. El dinero que se recibe en el sueldo debe gastarse inmediatamente, pues cada hora perderá su valor hasta quedar en nada. Los gobiernos no paran de imprimir papel moneda cada vez con más ceros. Todo el mundo se convierte en 'millonario' de algo totalmente inservible. La previsión y el ahorro dejan de existir y todo en la vida se vuelve extremadamente volátil. La inestabilidad y la incertidumbre que sufre la mayoría de la población es enorme y el caos y la inseguridad están asegurados.
Recuerdo una visita a Argentina en los años 90 del siglo pasado al poco de haber pasado por los años de la hiperinflación del austral. Todos mis colegas allí hablaban con horror de la experiencia que había sufrido el país que fuera de los más ricos del mundo. Sin llegar a los niveles de la Alemania de los años 20, en Argentina se superaron los 3.000% anuales de inflación y se arruinaron millones de familias. Muchos de los argentinos que lo vivieron todavía mantienen, décadas después, comportamientos de prevención como no ahorrar o gastar compulsivamente.
Por suerte, en nuestra experiencia reciente en España no hemos vivido estas situaciones, aunque sí algunos años de alta inflación y gran debilidad de la peseta. Por ejemplo, en el año 1977 se superó el 25% de aumento de los precios. Con la llegada del euro, muchos pensamos que entrabamos para siempre en tiempos muy estables para el valor del dinero. Y ciertamente así ha sido durante los últimos 20 años con valores de la inflación anual por debajo del 3%.
Pero los aires inflacionistas empiezan a soplar de nuevo con fuerza. Los últimos datos muestran valores acumulados en 2021 del 5,3%, algo que no ocurría desde el ya lejano 1992. ¿Puede ser esto el comienzo de una espiral inflacionista incontenible durante el próximo año? La mayoría de los países más desarrollados, incluyendo Europa y Estados Unidos, mantienen una deuda pública enorme que no deja de crecer. Si alguno de ellos llegara a estar cerca de la quiebra, las opciones que tendrían los gobiernos serían recortes severos del gasto que muchas poblaciones no aceptan, recurrir a impagos que romperían la confianza del sistema o generar más dinero circulante con el consiguiente aumento de la inflación en un círculo perverso.
Sin querer volver a ser un agorero, quizás sea este el momento de empezar a hacer las compras de las navidades, pero las de 2022.
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