Secciones
Servicios
Destacamos
El 15 de julio de 2014, a las 16.00, sonó el teléfono en T20. Al descolgar escuché «la 'vasca perde'» y el terror más oscuro se apoderó de mí. Al otro lado del hilo estaba Per Barclay, uno de los grandes artistas contemporáneos, que ... rompía su proverbial frialdad noruega. Normalmente hablamos en inglés, pero que me hablase en italiano (vive en Turín) era una señal de pánico. La 'vasca perde' significa que la piscina pierde. La piscina era la instalación que Per llevó a cabo en el Casino de Cartagena para La Mar de Músicas ese año y estaba llena de varios miles de litros de un fingido petróleo traídos por un camión cisterna. Que perdiese la 'vasca' significaba que una fuga en su estructura de fibra de vidrio debía estar tirando el aceite negro dentro del histórico edificio hasta alcanzar la calle Mayor. Yo nos veía a Carolina y a mí, comisarios de aquello y directores de La Mar de Arte, colgando de la grúa Titán.
Sobrevolé en 20 minutos el páramo que separa Murcia de Cartagena para encontrar a Per metido en petróleo hasta las rodillas con el resto del equipo de montaje. Hice como ellos y empezamos a achicar con cubos, salvando el líquido, hasta alcanzar la fisura. Ya entrada la noche, agotados y satisfechos, dimos por cerrada la crisis y fuimos al restaurante donde cenábamos con Paco Martín, Jose Luis, Eugenio, Carmen Calvo, que ese año fue invitada de honor, y Oliva Arauna. Lo que entró en el restaurante eran dos zombies agotados y ennegrecidos hablando italiano que dijeron adiós y se fueron al hotel. Lo que ocurrió aquella noche en el restaurante es para otra historia en otro momento.
Aquella fue una de las exposiciones memorables que La Mar de Músicas ha traído a Cartagena, convirtiéndola en una capital estival europea del arte. No tendría mucho sentido recordarlas todo lo que ha desfilado por allí pero hay flashes que aparecen cuando pienso, agotados como estamos Carolina y yo tras los montajes de las exposiciones de este año, en todo lo que ha pasado en estos casi 20 años en los que formamos orgullosamente parte de este festival.
Aquella noche en que Ray Davies cantó 'Waterloo Sunset' y compartimos asientos con Juan Carrión, esa otra en que Franco Batiatto tocó todas las canciones que hicieron parte de mi adolescencia y luego se despidió, sabiendo que era para siempre. El día en que comimos con Lila Downs, Paquito y Jose Luis o en el que Cindy Lauper aporreó las columnas del escenario, Diego el Cigala bajo los focos morados con un traje negro, la baqueta de Steve Copeland que se llevó uno más rápido que yo del escenario, la gente intentando comprarnos las entradas de Yossou N'Dour por lo que fuera, Patti Smith, arisca y vibrante, haciendo que los edificios de Cartagena devolviesen el eco de 'People have the Power' o Kusturika haciendo el punki con su banda, Rufus, Basílico, Salif, Posada, Cesaria... yo qué sé. Es tanto que se mezclan las imágenes y los sonidos.
Un festival es un caos prolongado en el tiempo en el que parece que no llegamos, que falta esto o aquello, que se cae no sé quién del cartel, que hay una pandemia mundial. Pero llegamos, y llegamos con tremenda fuerza siempre. Eléctricos, reventados pero contentos, nos plantamos en cada concierto con nuestro escapulario, que lucimos en el pecho como lucen sus miles de condecoraciones los generales norcoreanos para ver lo que cada año da la vida a esta ciudad y a todos los que entendemos que el arte es una forma de vida, que La Mar de Músicas es una forma de vida.
Era finales de 2005 cuando Jose Luis y Paquito se presentaron en T20 y nos dijeron que si queríamos formar parte de aquello. Luego nos mandaron entradas para Johnny Clegg y, desde entonces, el festival ha marcado el principio y final de los años porque el día que acaba ya estamos pensando qué hacer el siguiente, de esa manera este proyecto loco habita todos los meses del año como un riachuelo que, conforme se acerca al mar, crece y se hace un río sin frenos posibles. Y un día empiezan los montajes en esa ciudad ardiente que, por las noches, se llena de caras que te mantienen en un 'dejá vu' constante, como aquel día en que Manolo García se acercó a nosotros y nos dijo·«yo también soy pintor» y Miguel Fructuoso le respondió «eres mejor cantante que pintor», o cuando vimos un partido de la selección con el todo Colombia cultural, empezando por nuestro queridísimo Nadín Ospina, historia de esta historia. Escribo y me emociono recordando cuando, hace dos años, hicimos 'NOVA', reuniendo a una veintena de los mejores artistas españoles. Durante meses demenciales apenas nos habíamos visto y, por supuesto, nadie había besado o abrazado a nadie. La noche en que llegaron quedamos para cenar todos. Como si no hubiese pasado nada, de forma natural, nos abrazamos, comimos, bebimos y brindamos y esa noche se nos olvidó el miedo.
Y Paquito. Se fue como lo que fue, el maestro de ceremonias que hace que las cosas funcionen, incluso cuando él no está. La grandeza de Paco tardará tiempo en ser asumida, pero ocurrirá, y ese día nos daremos cuenta de lo mucho que todos los que amamos esto le debemos.
Viva La Mar de Músicas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.