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El viaje como herencia

El viaje de los niños empieza en los cuentos, luego vienen los tebeos y luego Harry Potter y, por fin, con un poco de suerte, Eduardo Mendoza o Paul Auster

Sábado, 11 de mayo 2024, 08:09

La vida puede ser insoportablemente aburrida, un tránsito insulso por un valle de lágrimas y, si no hacemos algo, lo será también para nuestros hijos. Salvémoslos. Podemos hacer que el mundo tenga significados que lo hagan rico y esa es la forma en que Carolina ... y yo quisiéramos que nuestros hijos, Hugo y Martina, viviesen su vida, formando parte activa de un entorno siempre crítico. En el colegio les enseñan mucho, pero hablo de educar a los hijos en la lectura de su mundo, en la narración de las cosas, los tiempos y los hechos. Una ciudad como Murcia puede ser un aburrimiento, una urbe arrasada por la codicia inmobiliaria, o puede ser la historia de Occidente en sus aciertos y fracasos, en sus cruces de sangre y los odios que expulsaron al otro, puede ser la historia de la arquitectura y del barroco, de la huerta como forma de vida. Cada pueblo, cada barrio, puede ser contado desde el arraigo y el amor al lugar al que se pertenece, por eso hay que pasear con ellos cuando son pequeños y contarles la leyenda de la cadenas de la Catedral por la que el rey cristiano le sacó los ojos al escultor moro para que no hiciese otra igual, aunque todo sea mentira; hay que contarles cosas y leerles libros. El viaje de los niños empieza en los cuentos, luego vienen los tebeos y luego Harry Potter y, por fin, con un poco de suerte, Eduardo Mendoza o Paul Auster. Qué distinta es Barcelona antes y después de leer 'La ciudad de los prodigios' y qué emocionante Brooklyn detrás del humo de un cigarrillo. Somos lo que nuestros sentidos van construyendo en nuestro cerebro. Michael Baxandall hablaba del estilo cognoscitivo como la competencia visual compuesta de esquemas, naturalizados desde la infancia y adquiridos a través de lo que entendemos como 'cultura'. Eso nos hace entender que habitamos ciudades en las que los poderes nos cuentan cosas a través de sus edificios. Las fachadas barrocas anuncian el poder de la Iglesia, los palacios reales son tan grandes para hacernos sentir la permanencia, como un ancla en el corazón de la nación, de sus moradores mientras el poder civil desde el siglo XIX busca formas clásicas para que entendamos que sus edificios, llenos de columnas y frontones griegos, hablan de la eternidad de ese gobierno teóricamente de todos. El poder define parte de las ciudades, la otra la definen las casas de la gente y los espacios que construyen el paisaje, algo que no es natural, algo que creamos en nuestras cabezas.

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