Secciones
Servicios
Destacamos
Las cosas grandes tienen difícil definición. No sé lo que es el arte, por muchas explicaciones que leo y escucho, ni el amo o tantas otras grandes cosas. Entre todo eso cuyo significado desconozco está España. Siguiendo los principios clásicos de la historiografía y las ... ciencias políticas, la patria sería un sentimiento, la nación un concepto histórico artificial y el Estado una construcción que existe y se constituye por distintos medios. Si llevamos estos términos tan superficialmente definidos a un nacionalista no los compartiría. Tal vez nos dijera que la nación es una unidad de destino en lo universal o algo que físicamente existe desde tiempos remotos, aunque el nacer en un mismo lugar no nos haga ni medio parecidos y tengan que ser la educación y los aspectos socieconómicos los que nos hacen ser lo que somos, aparte de cuestiones genéticas que no tienen precisa localización territorial. Tal vez con la definición de Estado estuviésemos todos más de acuerdo, pero esta discusión no me explica lo que es España, aunque el patriotismo podría hacer callar muchas preguntas que la lógica despierta.
Son tantos los que han explicado España como algo espiritual que una parte importante de la población la ha asumido así. Sería una especie de realidad preexistente, tan antigua como el tiempo. En una especie de equilibrio imposible, los íberos y celtas ya sabrían que eran una nación, incluso estarían predestinados al cristianismo, como estuvieron los romanos. Esto es algo que explica maravillosamente el historiador José Álvarez Junco, tan racionalmente crítico con los nacionalismos. Otros autores han hablado de una esencia hispana marcada con Castilla, fundamentalmente Unamuno y su uso del casticismo identitario. Luego habría críticos de los distintos nacionalismos ibéricos, como Juaristi en 'El bucle melancólico' e iríamos entrando en esa cuestión fascinante del amor a distintas patrias habiendo nacido en la misma nación, compartiendo un mismo Estado, aunque una parte defienda la creación de otro diferente. Todo muy complicado. Simplifiquemos, vayamos a una definición de 'patriotismo' tan sencilla que solo sea el amor a la nación que se habita.
Una tradición histórica, que tratan todos los anteriores, fija el nacimiento de España en la Conquista de Granada. Los que habitaron el territorio anteriormente, es decir, los andalusíes, no serían parte de su historia sino un acontecimiento eventual, dramático en el que sus verdaderos antepasados estuvieron oprimidos. En esta construcción mental los hechos no importan, solo cuenta un relato previo asumido por la educación en casa y en el colegio. Aquí entraríamos en una cuestión muy importante y es ¿qué va primero, la patria, la nación o el Estado?
Normalmente surge la nación como la unión de unos territorios bajo el mando de una persona fuerte, ya sea un rey visigodo, un noble franco o Carlomagno. Las personas que viven en ese espacio territorial, que tuvo una división probablemente distinta bajo el imperio romano, no siempre saben que son francos o catalanes, pero quien posee el control sobre el territorio lo sabe perfectamente. El tiempo fija las naciones, que se mueven por guerras, herencias reales y cambios administrativos, así que el Rosellón ahora es francés, Gibraltar inglés y Albacete es castellanomanchego. Una vez nacida la nación hay que enseñar a la gente a pertenecer a ella. Lo dijo Massimo d'Azeglio, figura política del Risorgimento cuando unificaron distintos territorios en lo que ahora es Italia: hemos hecho Italia, ahora tenemos que hacer a los italianos. Esta frase explica bien la construcción de la identidad nacional: el patriotismo promueve una guerra en territorios itálicos. Una vez ganada la guerra contra las naciones invasoras, se crea el Estado, que define la nación, pero la gente aún no entiende lo que el Estado ha decidido que sea esa nación, creada sobre la historia milenaria común.
Como historiador me fascina la idea de una nación antiquísima algutinada por el cristianismo y la monarquía, pero como ciudadano tiendo a pensar en España como la nación que se consolida tras la Guerra de Independencia, tras la pérdida de un imperio que no era de la nación sino de la corona. La monarquía parlamentaria es la que definiría el país que hoy tenemos y en el que estamos formados como ciudadanos. No es que no me guste el imperio, es historia preexistente: no estuve allí. Al igual que Álvarez Junco, luego parafraseado malamente por Arturo Pérez-Reverte, no participé en la conquista, no siento arrepentimiento porque no participó ninguno de los míos y por el que me piden explicaciones muchas veces los herederos de los que sí llevaron allí su espada.
Esta España, llena de errores y aciertos, de atrasos y guerras, es la que constituye mi idea de nación, de patria y de Estado. No lloro las guerras perdidas, no eran mías, ni siquiera eran de España, solían ser de los reyes, las estudio y disfruto ese caudal incomparable de hechos y narrativas fascinantes. Pero eso es historia, yo amo esta nación moderna y me da miedo esta idea que ha lanzado la ultraderecha de que somos un Estado fallido. Nuestro Estado son los maestros, las doctoras, los policías, las militares, los políticos y los barrenderos. España es uno de los países del mundo donde la vida es mejor, una de las grandes naciones y uno de los más sólidos Estados. Y mientras no nos volvamos totalmente imbéciles, seremos una de las grandes democracias.
Y amo eso. Y así funciona mi patriotismo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.