Groucho, Alice Cooper y los padrijos
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Galería T20 ·
En esta idea de eterna juventud denostamos a los señores y señoras mayores sin darnos cuenta de que muchos son un lujo impagableEl lunes fue el cumpleaños de Groucho Marx. En casa lo consideramos como a un abuelo, de la misma forma que a John Cleese lo tenemos como un tío materno, a Chiquito como uno paterno y a Bill Murray como a un padre. Groucho, ya ... en sus últimos años, vivía en una mansión en Beverly Hills contigua a la de la entonces joven y fulgurante estrella del rock duro, Alice Cooper. La suma de los nombres es extraña, pero Groucho tenía insomnio, pasaba unas largas noches de esas que se llenan de fantasmas. Entonces llamaba a Cooper y el rockero, que era noctámbulo 'comme il faut' llegaba con un paquete de seis cervezas, veían la teletienda y Groucho acababa cayendo. Alice lo tapaba con esas mantitas que todos tenemos en el sofá y se marchaba al amanecer.
En una primera lectura pensamos qué suerte la de Groucho, tener a un joven al lado para que lo entretuviese y lo durmiese, pero enseguida nos imaginamos cómo debieron ser las conversaciones con el maestro de maestros del cine cómico, y nos da una envidia de la peor. Esto ocurre porque valoramos la juventud casi por encima de todo y está bien pero hay matices tan grandes como Groenlandia.
En el recuerdo, nuestra juventud fue esplendorosa, fuimos buenos chicos, obedecíamos a nuestras madres, olíamos bien y nunca hicimos daño a nadie. Sin embargo la realidad pudo ser otra y nuestros chistes sonar divertidos solo dentro de nuestra cabeza. Yo dejé de ser joven aunque mantenga algunas insensateces estructurales en mi comportamiento, no haya perdido del todo el amor al riesgo ni tampoco el entusiasmo. Pero soy un señor mayor que viste vaqueros, lleva un anillo de calavera y practica deportes de riesgo. No queremos desprendernos de nuestra amada juventud y para ello hemos creado un mundo nuevo, el de los padrijos.
Un padrijo es un padre que no quiere envejecer, la definición es sencilla y el término apropiado. Pensaba que había inventado la palabra escribiendo esto, pero resulta que en Cabo de Gata hay una flor amarilla a la que llaman así, pero no es problema. En esta idea de eterna juventud denostamos a los señores y señoras mayores sin darnos cuenta de que muchos son un lujo impagable. No sé si he pasado mejores días que los que Carolina y yo hemos trabajado con Isidoro Valcárcel Medina. Nunca he aprendido de nadie más que de Francesc Torres, que para mí es una estrella del rock, ojalá hubiera sido mi padre. No hay mejor día en el año que el que ritualmente nos reúne cada Navidad con Paco Jarauta, Antoñita, Linda y Pedro. Los días de clase con Bruno Toscano en Roma hablando del bronce en Lanfranco, las clases de arqueología del añorado Paolo Moreno, mi querido maestro Víctor Nieto, Gordillo bordeando el punk en sus conversaciones ácidas y Pilar conduciendo su universo de una manera admirable, haciendo posible algo dificilísimo. Las noches de juerga con un Juan Hidalgo que, a pesar de que su decadencia física ya era patente, nunca dejó de ser un seductor indomable. Cada vez que puedo llamo a Larry con pretextos superficiales solo por hablar con él, que me cuente lo que sea de los 70. Un día Murcia le tendrá que rendir el homenaje que este motor de la cultura exige. Alcalde, tomemos nota.
Ojalá cualquiera de ellos me llamase de noche porque no puede dormir. Cogería un 'pack' de cervezas y volvería a beber por pasar unas horas con ellos. El mensaje es claro, cada persona es un mundo, pero hoy prefiero estar con gente de la que puedo aprender. También hay viejos horrorosos, claro, incluso reaccionarios ralentizadores de la Historia del Arte, rancios dictadores incapaces de dejar discípulos, no vaya a ser que un día pierdan pie. Pero ya son pasado. Dejémoslos en sus anaqueles, este perfil humano sólo puede impregnar este artículo de alcanfor y olor a cerrado cuando en realidad hablo de futuro, ya que aprender de los que de verdad saben es la mejor manera posible de futuro.
Vivo entre gente más joven que yo, muchos de mis artistas podrían ser mis hijos, lo cual me mantiene adherido al mañana. Son una generación que la mía, tan burra en muchas cosas, ha denostado. Cada generación piensa que la siguiente es peor por un irracional miedo a perder el control, sumado a la envidia de saber que vayan a vivir más que ellos. Que nosotros. Los más inteligentes de cada tiempo entienden que la perfección no existe pero que lo inteligente es entender la edad que uno tiene, mantenerse todo lo joven posible y disfrutar de los mayores, los que construyeron nuestro hoy. Al menos de los que pueden y quieren enseñarnos algo. Si la juventud está sobrevalorada la madurez también, si la primera es entendida correctamente necesita de la lección de la segunda y del gozo de compartir el tesoro de experiencia y conocimiento.
Hace unos 20 años subí en un ascensor en Valencia con Carolina. Paró en la cuarta planta y entró Alice Cooper. Debía pasar los 70, nosotros bordeábamos los 30. Saludó como de mal humor acrecentado por el maquillaje. Esa noche actuaba allí. Pensé preguntarle, pero sonó la metálica campanita de la planta baja y salimos. El destino es extraño. Ojalá un día sea su vecino, él tenga insomnio y yo vaya con unas cervezas. Hablaríamos de Groucho.
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