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Hay una frase que ha hecho mucho daño a nuestra Región, y es aquella de que queremos a nuestra tierra por nuestra, no por grande. Hemos asumido nuestra posición esquinada en el país física e históricamente sin querer ir más allá. La exposición que hoy ... tenemos en el Almudí, 'La Edad de Plata. Cien años del Suplemento Literario de LA VERDAD', va un poco de eso. Este gran esfuerzo nos dice que nos gustará entender nuestro pasado, asumir herencias que tal vez no conociésemos y descubrir una serie de actores, unas veces discretos y otras deslumbrantes. En la primera categoría tenemos a Cristopher Hall, cuyo nombre españolizado fue Cristóbal.
Este pintor manco, hijo de un lord inglés, no llegó primero a Murcia sino a Valladolid, donde quedó en 'shock' visitando el Museo Nacional de Escultura, que entonces era una oscura maravilla de acumulación de tallas. Pensemos en un británico sofisticado que ha visto el dolor en Europa llegando frente a las torturadas tallas de Berruguete y Juni en aquella ciudad silenciosa, reciamente tallada en la esencia castellana. En aquella ciudad remota, un poco como la nuestra en los años 20, encontró la paz del excombatiente como en Murcia la encontraron los Gordon, Dersie Japp o Wyndham Tryon y otros de los que apenas ha quedado registro. Igual que aquí había una escena comandada por José Ballester y Juan Guerrero, allí Hall conoció a los tres hermanos Cossío, Jorge Guillén, Francisco Pino, o el pintor Sinforiano del Toro, pero halló algo más: encontró oro. Entonces, en la ciudad del Pisuerga, daba sus primeros e indefinidos pasos Ángeles Santos, una de las luminarias de su tiempo, la creadora de 'Un mundo', el gran cuadro de 1929 que hoy centra una de las salas de vanguardia en el Reina Sofía. Hall fue la gran influencia de Santos en su extraño realismo.
Lector avanzado, su pintura no ha sido correctamente entendida. Se le ha tenido como un pintor secundario pero es, en realidad, uno de los artistas que mejor asimiló el libro clave para la España de entonces: 'Realismo mágico' de Franz Roh, publicado por Ortega y Gasset en la 'Revista de Occidente' en 1927. Sus cartas fueron publicadas en los 90 por un Museo Ramón Gaya del que el actual es apenas una sombra. Llegó a Murcia tras la estela de Guillén y se incorporó con energía al contexto de 'Suplemento Literario' y 'Verso y Prosa', en cierta forma porque había formado parte de las iniciativas similares castellanas. Se da la paradoja de que Hall no es conocido aquí, ni en Valladolid ni en Inglaterra, y su obra está ausente de museos y circuitos de todo tipo en todas partes. Sí expuso en España, en 1940, en el Museo Nacional de Arte Moderno en Madrid, mostrando dibujos y acuarelas. Hall es el gran pintor secreto. La primera vez que, como comisario, expuse un cuadro suyo fue en abril de 2014, en 'Reacción y ruptura. Vanguardia frente a tradicionalismo'. Fue una obra menor. Un año después y, en el mismo museo, mostré una acuarela. Fue en la exposición 'Naturaleza. Del paisaje novecentista al parte público'. Allí la vista costera de Hall se cruzaba en el campo visual con otra de Gaya y quedaba bien a las claras de dónde viene esa percepción ligerísima como acuerelista en el murciano. Su deuda con Hall es fundamental y muy poco tratada.
Este es, como digo, el pintor secreto de los que trabajaron en España en la primera mitad de siglo, con una historia -y drama- muy importante para el arte aquí. Entre sus muchos méritos está el entender el talento de Flores y Garay, pero sobre todo de Gaya. Fue un hombre al que se le tuvo un respeto proverbial, pero que marchó pronto, manteniendo el contacto con Ballester y, sobre todo, con Guerrero. El sábado pasado, en Ababol, contaba cómo en el 39, cuando la mujer de Ramón Gaya murió en el bombardeo de la estación de tren de Figueras, él fue el que se quedó con la custodia de Alicia, la hija del pintor, entonces un bebé. Durante su exilio en México, Hall fue prácticamente un padre para la niña, que ya se quedó a vivir en Lisboa con ellos.
Siendo alguien esencial en este tiempo y de este grupo, no se había expuesto pintura tan importante suya en la ciudad, aparte de algún dibujo que se custodia en el Gaya. Hasta ahora su obra se había exhibido en varias colectivas anteriores a las mías, como la que reunió dibujos y algún cuadro menor en 'Pintores ingleses en la Murcia de los años 20' en dicho museo en 1993. Un año antes se le dedicó una pequeña muestra de gabinete, en la que dábamos vueltas a las pocas obras ya conocidas. Hoy le rendimos un homenaje, esta vez sí, con dos de sus cuadros más importantes: el retrato de Jorge Guillén y el monumental de Cossio.
El pobre Hall, tan generoso, tan importante y tan buen pintor, solo es recordado en su relación con Gaya o con Ángeles Santos cuando fue un gran artista, un agitador cultural de primer orden y un buen amigo de aquella brillante generación que ahora celebramos.
Disfrutemos la oportunidad que sus cuadros representan en el Almudí estos días y aprovechemos para conocer quiénes fuimos para entender qué somos.
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