Por qué los murcianos hablamos bien
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El gran argumento para tenerle respeto a lenguas y dialectos es entender que son reflejo de un mundo propioSecciones
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DIGO VIVIR ·
El gran argumento para tenerle respeto a lenguas y dialectos es entender que son reflejo de un mundo propioExiste una cierta opinión venida de fuera, e igualmente presente entre algunos de nosotros, de que los murcianos no utilizamos correctamente nuestra lengua. De ahí ... que, ocasionalmente, se nos ridiculice fuera de la Región por la práctica idiomática de un habla que tiene el derecho absoluto a existir, a ser utilizada y, sobre todo, a merecer una más alta estima de la que se le tiene.
Por lo pronto, no somos forajidos lingüísticos que nos saltemos la normativa gramatical ni hagamos masacre con el castellano, tal como lo entienden despectivamente quienes desconocen qué es una lengua y sus mecanismos internos. Gentes que se quedan en los alrededores del acento o encaramados como pájaros en los aladares del prejuicio, esa manera tan arraigada de juzgar sin poseer los elementos necesarios para un análisis intelectual adecuado. Los dialectos poseen reglas no muy diferentes de las del idioma de origen, palabras singulares, fonética y acento propios, igual que las tienen idiomas como el francés, el castellano, el alemán, el catalán o el vasco. Solo por eso, el habla murciana debe gozar de la consideración lingüística y social que se merece.
El gran argumento para tenerle respeto a lenguas y dialectos es entender que son reflejo de un mundo propio, de una forma de pensar y relacionarse con el entorno, de comunicarse con los coterráneos a través de palabras forjadas durante siglos. En ese sentido, como portadoras de tan inmenso tesoro de valores culturales, los dialectos son tan dignos como sus idiomas originarios. Ocurre que algunos hablantes de escasa instrucción suelen cometer vulgarismos que los malintencionados atribuyen erróneamente a la lengua dialectal. Entre nosotros, es correcto decir que un clavo está 'enrobinado' en lugar de 'oxidado', comprar un 'pernil' o traer 'bajocas, présoles y alcauciles' del mercado, decir 'zagal' en lugar de joven o muchacho. Son formas dialectales absolutamente correctas, procedentes, por cierto, de lejanos antepasados catalanes y árabes. Decir, sin embargo, despiértame 'trempano', «'me se' cayó el vaso» o mostrar consternación del ánimo exclamando '¡vaya un pijo!' son vulgarismos que nada tienen que ver con la dignidad del dialecto murciano de la que hablo (la última frase es gramaticalmente correcta; su vulgaridad reside en la ordinariez del término).
Respecto del acento, todas las lenguas lo tienen: suelen ser foráneos quienes se mofan de una entonación fonética que los propios hablantes no notan; los humoristas los utilizan para el chiste, la rechifla y la caricatura. Reconocemos el acento gallego, el catalán, el aragonés, el inglés, el francés o el italiano. Así pues, ¿por qué deberíamos desmerecer algo que nos singulariza y al mismo tiempo nos iguala a los hablantes de otras lenguas?
Actualmente, son vulgarismos voces como 'Ustaquio' y 'Usebio', porque el diptongo 'eu' resulta más fácil de pronunciar si se reduce a 'u' –en los mercados se oye frecuentemente decir 'uros' por euros–. Hay gente que dice 'gabina', 'guchillo' y 'guchara', flagrantes vulgarismos, pero puede ocurrir que el tiempo los confirme, pues, desde el latín originario, sonidos como el de 'k' suavizaron su fonética transformándose en otros de más fácil dicción. Así, los 'acutus', 'botica' y 'secundum' latinos remanecieron en 'agudo', 'bodega' y 'segundo' —bien es verdad que cuando van entre vocales–.
La Academia de la Lengua es tolerante con la pérdida de la 'd' intervocálica final de participio. No es gravísimo pronunciar 'he estao', aunque no deba escribirse así. En cambio, «iba 'vestío' de comunión» se considera un vulgarismo inaceptable. En cuanto a la pérdida de consonantes finales, las hablas murcianas se parecen más a otros idiomas europeos que al español. Valga el ejemplo de 'Renault', que en francés se pronuncia 'renó'. Del inglés ya ni hablo.
La pérdida de la 's' final de los plurales supone una evolución lingüística respecto del castellano. No nos 'comemos' las eses sino que sustituimos su compleja articulación por la simple abertura y aspiración suave de la vocal anterior, más fácil de pronunciar. 'Mosca', entre nosotros, no es 'moca' sino 'mohca', algo muy distinto. Diferenciamos plurales y singulares, prácticamente iguales para oyentes extraños, porque aquellos llevan la última vocal abierta (no articulamos lo mismo 'casa' que 'casah'). Por igual motivo, nuestro oído distingue perfectamente el número 'dos' de la nota musical 'do' porque la primera 'o' es abierta y la segunda, cerrada.
La mayoría de cambios respecto del español normativo responden al concepto de 'economía lingüística', tendencia del lenguaje a simplificar los actos comunicativos minimizando el esfuerzo articulatorio, reduciendo palabras y expresiones innecesarias para la comprensión y transformando sonidos en otros de más fácil articulación.
Por lo anterior, y por otras cuestiones que no caben en este artículo, los murcianos no solo hablamos bien, aunque con otro acento, sino que en, algunos aspectos, podemos blasonar de haber avanzado respecto de algunas formas lingüísticas del castellano.
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