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No tengo duda de que el talento y la inteligencia están uniformemente repartidos por todo el mundo. No así las oportunidades para realizar hazañas que ... impacten a la humanidad y dejen una huella duradera. Las personas que entran, y se quedan, en la historia convirtiéndose en universales son ciertamente un número muy reducido. No los deben confundir con los famosos temporales y locales. Aunque alcancen gran notoriedad, normalmente por algo con una relativa relevancia, su recuerdo es tragado por el paso del tiempo. ¿Quién se acuerda de la mayoría de los famosos de hace 100 años? ¿Qué fue de muchos de aquellos ídolos de la canción o del deporte de hace solo unas décadas?
Quienes si quedan en la historia son los que en su momento fueron capaces de hacer algo que cambió, o influyó, para siempre en el futuro de la humanidad. Curiosamente no suelen ser los personajes que decoran las plazas de las ciudades de cualquier lugar. Normalmente, estas son figuras ligadas a la historia política local, ya sean reyes, caudillos o revolucionarios. Estos individuos ejercieron, por supuesto, un gran poder en su época sobre millones de personas, pero su relevancia no es normalmente perdurable, ni mucho menos universal. Algunos ejemplos de españoles que se me ocurren en la categoría de universales y perdurables son Cervantes, Goya y Ramón y Cajal. Por entresacar figuras de tiempos y actividades diferentes. En los tres casos, su obra supuso una revolución que ha perdurado durante generaciones.
Todo esto que les he contado viene a colación por una anécdota que me ocurrió hace unas pocas semanas estando de viaje en un país lejano en distancia y cultura. Allí, en una cena con varios colegas, que imagino tenían un desconocimiento de España similar del que yo pueda tener de Tayikistán, me preguntaron sobre quiénes eran los personajes más relevantes de Murcia, la ciudad de mi universidad y de la que venía. En realidad, ellos ya conocían bien a uno de ellos y su curiosidad era conocer alguno más.
De primeras no entendí muy bien de qué me estaban hablando. Quizás fuera el inglés de la comunicación o el ruido del local en el que nos encontrábamos. Finalmente, uno de ellos cogió un papel y me escribió un nombre: Ibn Arabi. Todavía tardé unos segundos en caer del guindo y darme cuenta de que me estaban mencionando a uno de los murcianos más universales. Aunque vivió hace más de 800 años, todavía conserva una increíble lozanía en cuanto a su influencia en millones de personas de todo el mundo. La vivencia de ese momento en esa remota ciudad era un buen ejemplo. Maldecí mi escaso conocimiento del personaje y que no me hubiera interesado antes por él. También no haber recurrido a alguno de los expertos en su obra y figura que hay en nuestra propia universidad para que me hubiera ilustrado, aunque fuera someramente, y no quedar como un ignorante.
Me propuse saber algo más y aprovecho para compartirlo con ustedes para que no les pase lo mismo que a mí. Ibn Arabi, o Abenarabi castellanizado, nació en la Murcia islámica en el año 1165. Fue un erudito, místico, poeta y filósofo musulmán que influyó enormemente en el pensamiento islámico. Tuvo una vida muy larga para la época, y parece que entretenida con múltiples viajes y vivencias. Muy prolífico, con cientos de obras, sus enseñanzas se convirtieron en las tendencias dominantes en muchas partes del mundo musulmán. Es tan renombrado entre los practicantes del sufismo, el aspecto espiritual del islam, que se le conoce como 'el maestro más grande' y el 'renovador de la Fe'. Aunque marchó de Murcia siendo un niño, podemos considerarlo técnicamente como un murciano de Al-Ándalus. Quizás como el murciano más universal en cuanto a reconocimiento global y el largo tiempo de vigencia.
Mi sensación es que, como suele pasar, aquí también se cumple el dicho de que nadie es profeta en su tierra. Y la Murcia actual no parece que aproveche lo suficiente la influencia de tan preclaro hijo. Ciertamente, la antigua Murcia musulmana no tiene la presencia de otras ciudades como Sevilla o Córdoba. Pero no deja de ser sorprendente que restos arqueológicos lleven décadas aparentemente abandonados, ocultos o arramblados. Parece que el olvido que sufre la Murcia islámica, y el propio Ibn Arabi, sea una mezcla de desidia, desprecio e ignorancia. Quizás sea una buena idea aprovechar este legado y recuperarlo para reivindicar la historia mestiza de la ciudad y promover su cosmopolitismo reconciliándonos con nuestro pasado.
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