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La muerte de la política

MAPAS SIN MUNDO ·

El líder ya no es esa figura que inspira ideológica e intelectualmente, sino un caudillo que se afana en controlar hasta el último rincón de su organización

Domingo, 19 de diciembre 2021, 09:34

El pasado miércoles, los diputados de Vox por Murcia, Luis Gestoso, y por Toledo, Manuel Mariscal, boicotearon un acto de Podemos y los nacionalistas en ... el Congreso. Los dos parlamentarios lograron paralizar el acto durante unos minutos, al esconder en la sala un altavoz con el que reprodujeron los himnos de la Guardia Civil y la Policía Nacional. Este pequeño acto de sabotaje no constituye una simple anécdota ni, por lo tanto, debe ser tomado como una de esas noticias bizarras –tan abundantes en la actualidad– ante la cual la única reacción posible es expresarse mediante afirmaciones del tipo «¡cómo está la política!». Si hacemos memoria, y repasamos las crónicas políticas de las últimas décadas, cualquier observador tiene siempre la impresión de que la política de su época es la peor con respecto a la de una época anterior, en la que el respeto, la formación de los protagonistas y el nivel de los debates eran muchos más elevados. En muchas ocasiones, esta percepción no se correspondía con la verdad –desde la implantación de la democracia, el marco de derechos por el que se rige la sociedad española ha evolucionado considerablemente, lo cual se debe al empuje y las acciones transformadoras desarrolladas desde las instituciones–. Ahora bien, si nos centramos en el momento presente, y tomamos como paradigma del ambiente político imperante la gamberrada de los 'Zipi y Zape' Gestoso y Mariscal, la conclusión a la que hemos de llegar no puede ser más taxativa y descorazonadora: nos encontramos ante la peor época de la política española desde 1978, vaciada de contenido y de cualquier materia intelectual, 'okupada' por mediocres que, el mercado laboral, no serían contratados por ninguna empresa, reducida al exabrupto y el titular rápidamente fungible. Lo sé: estoy generalizando. Y no debo hacerlo porque, en efecto, las excepciones existen. Pero son tan pocas que no se bastan para conformar un 'contramodelo' que pudiera matizar la rotundidad de análisis tan negativos como el aquí realizado.

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