Cada diez pasos mira hacia atrás. Darse la vuelta es una obligación. Es algo que tiene muy claro desde que se lo enseñó su madre. Así controla que ningún hombre la persiga. Ha llegado sana y salva al portal de su casa. Una última mirada ... a la calle antes de cerrar la puerta. Todo parece tranquilo. Hay silencio, algo que le asusta aún mucho más.
Hace apenas unos días, celebrábamos el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Un día en el que los periódicos y boletines informativos despliegan todas sus plumas violetas acerca de la violencia contra la mujer. Sin embargo, lo que no se comenta es que, en estos últimos meses, la celebración de la Copa Mundial de la FIFA ha obtenido más búsquedas en internet que los sucesos por violencia machista en un año. Sin entrar a comentar las múltiples violaciones de derechos humanos que acumula el país anfitrión y que aumentaron en la construcción de los propios estadios.
Nuestra realidad alberga un sinfín de relatos que construyen y reconstruyen realidades intolerables, que se reproducen de generación en generación, como una pesada herencia inelegible.
Pero no hace falta salir de Europa para encontrarnos con intolerables muestras de machismo. Según recoge el movimiento #Notienesmipermiso, el 82% de las mujeres en España han sido víctimas de acoso callejero alguna vez en su vida.
Basta con mirar el incremento en los estudios científicos, cambios legislativos o iniciativas para lograr espacios seguros como el programa 'The safer Cities for Girls' para darse cuenta de que este problema va en aumento.
Estudios de la comunidad académica señalan el miedo y la percepción de inseguridad como factores limitantes a la hora de desplazarse por el espacio público, generando lugares prohibidos para las potenciales víctimas y reduciendo su derecho a la libre movilidad.
El uso colectivo y libre del espacio público es fundamental para la creación de capital social. La movilidad urbana sostenible, segura e inclusiva es un derecho que la sociedad le debe a las mujeres. A pesar de esto, cuesta entender que las sociedades más jóvenes se identifiquen en mayor medida con términos como fragmentación, riesgo, individualización, exclusión, ruptura... Todos ellos nos redirigen a una fuerte pérdida de valores comunes. Si realmente queremos avanzar hacia sociedades más sostenibles y cohesionadas, no podemos evitar hablar de la 'rehabilitación social de los espacios urbanos'.
Este escenario distócico puede cambiar si los gobiernos y las administraciones toman acción mediante planes urbanísticos y de movilidad. Porque el medio de transporte más accesible y sostenible que existe en todo el mundo es caminar. Desplazarnos a pie por la ciudad y disfrutar de los espacios públicos es un derecho que no debería estar condicionado en función del género, etnia, orientación sexual, discapacidad, edad o capacidad adquisitiva.
Actualmente, la solución a esta inseguridad ciudadana es ridícula. El problema vuelve a caer sobre ellas y son señaladas con mantras como «no andes sola», «no vistas provocativa» o «no salgas de noche» dirigidos hacia la víctima como si el error lo tuviesen ellas.
Confucio dijo: «Cuando el sabio señala a la luna, el necio mira al dedo». Lo explicaré de otra forma: lo importante de la ley del 'solo sí es sí' es que aboga por el consentimiento expreso como clave para juzgar delitos sexuales. Esta ley suprime la distinción entre agresión y abuso sexual, incluyendo la agresión, el acoso callejero, la explotación sexual, la corrupción de menores, la mutilación genital femenina o la pornografía sin autorización. Hace referencia expresa a la violencia vicaria y a la supresión de la voluntad de la víctima a través de sustancias químicas. El resto de disquisiciones jurídicas y puntos débiles que se han señalado en los últimos días constituyen una cuestión importante, pero que se puede reparar sin la necesidad de acudir a tanta pornografía política.
Pero la ley no lo es todo, debemos ir como sociedad más allá, y crear ciudades más inclusivas, donde urbanizar siempre implique tener perspectiva de género, para atender a aquellos puntos negros de las ciudades donde los acosadores encuentran un lugar más cómodo para ejercer la violencia. Sin esta mirada, continuaremos acumulando un rosario de fracasos colectivos a lo largo de nuestra geografía, conformando un modelo sectario de urbanismo y vida social.
Es un reto social lograr espacios públicos libres de violencias de cualquier clase, pero sobre todo de violencia machista. Espacios diversos, inclusivos y accesibles que potencien el capital social de las ciudades y ayuden a la planificación de las urbes sostenibles del futuro.
Pero recuerden, la chica de nuestra historia no mira hacia atrás por temor a las represalias de sus padres. Lo hace porque cada vez que sale de casa siente el mismo miedo que sufrieron las 1.171 víctimas de violencia machista en los últimos 10 años en España. Y como tantas otras mujeres, ella no quiere formar parte de esa inmensa lista de feminicidios.
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