Mónica Lewinsky y unos chicos de Madrid
REBELDÍA MURCIANA ·
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REBELDÍA MURCIANA ·
Aparquemos la hipocresía, que como tiremos la primera piedra nos lapidanSupongo que se acuerdan ustedes de Mónica Lewinsky. Antes de que el mundo girara alrededor de Tamara Falcó el puritanismo hipócrita mundial le destrozó la ... vida a una becaria que tomó la pésima decisión de liarse con su jefe, que resultaba ser el presidente de los Estados Unidos. Vamos, lo que seguramente han hecho cientos de miles de personas a lo largo de la historia con el único problemita añadido de que su amor no lo correspondía el líder del mundo libre.
De esta parte del caso Lewinsky seguro que tienen nítidas anécdotas y han hablado de ella en alguna que otra ocasión, probablemente con un tono denigrante y para compararla con alguien que se haya equivocado (o acertado) al menos tanto como ella. Lo que potencialmente pueden ignorar, o por lo menos así lo hacía yo hasta hace unas semanas, era cómo se destapó el escándalo.
Resumiendo muy muchísimo la historia, que por cierto es fascinante y les encomiendo ya a investigarlo todo sobre el tema, Mónica Lewinsky fue recolocada en el Pentágono después del 'affaire' con Bill Clinton, y ahí se hizo amiga de una sociópata de nombre Linda Tripp a la que le acabó confesando su aventura con el presidente. Esta, vívida de atención desde su nacimiento, decidió grabar todas las conversaciones telefónicas que mantuvo con la becaria a propósito de su romance con el objetivo de escribir un libro que la catapultara a la fama, pero en medio se cruzó un FBI deseoso de acabar con los Clinton. Tripp les cedió las cintas y estos emitieron un informe que enviaron al Congreso de los EE UU y subieron a internet explicando cada detalle íntimo de las relaciones sexuales del presidente con el objetivo de, al parecer, conseguir que le hicieran una moción de censura por vaya usted a saber qué pecado mortal relacionado con su vida privada.
En este artículo que están ustedes leyendo esta mañana de domingo no les voy a hablar de la vida sentimental de nadie, pero sí de la vida privada de todos. Concretamente de lo que decimos en la más estricta intimidad ante nuestro círculo de mayor confianza cuando nadie nos escucha ni nos ve. Les voy a poner un caso práctico para que me entiendan enseguida: abran su móvil y miren en WhatsApp, en los SMS o en su red social favorita, sus últimas diez conversaciones y pregúntense qué pasaría si, en vez de estar en su móvil bajo clave, mañana se publicasen en el periódico LA VERDAD a la luz de toda la Región.
¿Serían capaces de soportar el escarnio de observar en público el insulto descarnado que profirieron contra su mejor amigo a sus espaldas por la tontería que dijo el otro día en una cena? ¿Estarían preparados para que su familia se rompiera por las risas que les suscitó en un grupo de hermanos ver lo gorda que se ha puesto su cuñada? ¿Mantendrían su puesto de trabajo si su jefe viera qué dicen de él cada mañana entre compañeros?
Esta prueba, que no la pasaría ni Santa Teresa de Calcuta (y eso que ni siquiera he entrado a la parte del flirteo con personas ajenas al matrimonio, que eso da ya para trilogía), es tan descarnada y cruel que da pánico solo de pensar que pudiera ser realidad. Pues exactamente esto es lo que le ocurrió a Mónica Lewinsky en un mundo en el que se convirtió en la paciente cero de la humillación mundial por haber hecho una tontería en privado que de repente, sin buscarlo ni pretenderlo, se transformó en la comidilla de literalmente el mundo entero.
Todos somos idiotas en privado, algunos días crueles, sin empatía, desagradecidos, malos amigos, pésimos hijos y peores hermanos. Pero nuestros desahogos o nuestras debilidades privadas en momentos puntuales no implican ni que faltemos al respeto a nuestra familia, ni que deshonremos a nuestras amistades ni que seamos insolentes en nuestro trabajo.
Porque de la misma forma que si no se hubiera hecho público el 'affaire' de Mónica Lewinsky con Bill Clinton habría sido uno más de los miles de millones que se producen cada día, si no hubiera existido TikTok ahora media España no estaría hablando de que en un colegio mayor de Madrid unos chavales han dicho no sé qué subnormalidad que cada año se repite, pero nunca se había grabado.
En fin, solo un consejo que no me han pedido: aparquemos la hipocresía, que como tiremos la primera piedra nos lapidan. Y cuando le toque a usted, a ver quién le concede piedad.
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