Secciones
Servicios
Destacamos
Tuve la suerte de coincidir con Claudia Goldin en algunos seminarios del célebre Departamento de Economía de la Universidad de Harvard. Para acceder a la sala donde se imparten hay que subir varios pisos de una escalera que está flanqueada por las fotografías del apabullante ... elenco de anteriores profesores del departamento. Maestros que pueblan de citas cualquier libro de economía al uso. Muchos de ellos reconocidos con el premio Nobel. Ahora Goldin será uno de esos elegidos.
La recuerdo como una persona arrolladora y temible en sus comentarios. Nunca olvidaré ese seminario de Philippe Aghion, ahora consejero económico de Macron, al que Claudia literalmente apabulló con todo tipo de preguntas y conjeturas. Nadie preguntó más que ella y con tanto énfasis. Pero lo más gráfico de su personalidad fue que, cuando terminó el chorreo, echó la silla para atrás y, sin ningún pudor, puso las botas encima de la mesa y se estiró apoyando su cabeza sobre sus manos en jarra. Para mí fue una escena difícil de olvidar.
Más allá de esa imagen proyectada, a la que ya estaban acostumbrados sus colegas, Goldin lleva años señalada como una seria candidata al premio Nobel de Economía. Desde mi punto de vista, es anecdótico que sea mujer, pues se lo merece independientemente de su género. Para los amantes de la estadística, es la tercera mujer en obtenerlo, tras Ostrom (2009) y Duflo (2019). Aunque bien pudo ser señalada, tras décadas de desencanto de sus partidarios, Joan Robinson, que injustamente nunca fue reconocida a ese nivel en los años 70. Hoy la lista podría ser más amplia y no me cabe la menor duda de que muchas más se unirán en el futuro, esencialmente por su enorme valía y por la multiplicación de catedráticas en las universidades de todo el mundo. Es cuestión de tiempo, puesto que hace años que las mujeres son mayoría en las universidades de todo el mundo occidental. Ojalá lo fuera en otras latitudes.
En este caso, y no creo que sea una moda, se premia a una mujer que, sobre todo, aportó evidencias para un debate serio sobre la brecha salarial entre hombres y mujeres. En su trabajo demostró y cuantificó esa diferencia salarial de género y, lo que es más importante, ayudó a «comprender el origen de esa brecha», como dice el título de su clásico libro de 1990. Téngase en cuenta que, en sus Estados Unidos natal, la Segunda Guerra Mundial había desencadenado el desembarco masivo de mujeres en puestos hasta entonces reservados a los varones. Esa revolucionaria incorporación de la mujer a cualquier trabajo no tuvo total continuidad en la posguerra, pero rompió para siempre un techo de cristal; al que hubo que añadir luego gigantescos esfuerzos por parte de la mujer trabajadora para ser reconocida en los entornos laborales, independientemente del hecho de ser o no madre. De hecho, sus aportaciones fueron mucho más allá y a este estudio siguieron otros originalísimos y muy modernos sobre la construcción de la carrera profesional de las mujeres, su implicación en los estudios superiores, la planificación de la maternidad, el problema de la flexibilidad de los horarios laborales y otros muchos trabajos que le permitieron ser siempre un referente de primer nivel entre economistas e historiadores económicos. No en balde, fue editora del 'Journal of Economic History' y presidenta de la Asociación Americana de Economistas. Y hace poco, premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA (que se ha convertido en un antecedente claro para la concesión de los Nobel). Todo sin duda por sus méritos y no por su género.
En mi opinión, sus investigaciones son esenciales no solo para reflexionar sobre la brecha de género y sus consecuencias, sino para entender buena parte de las medidas políticas que se toman hoy para poder compensarla. Evidentemente, existen múltiples argumentos a favor y en contra de esas políticas, o más bien los matices de hasta dónde hay que apoyarlas y hasta qué punto pueden ser justas o paternalistas. Pero no podemos obviar que es un debate esencial. Por justicia y por practicidad. El mundo occidental hace tiempo que superó umbrales críticos de natalidad que aseguren, no ya un crecimiento natural de la población, sino la supervivencia frente a la pura extinción en el largo plazo de sus poblaciones. Es un problema que hay que enfrentar a la vez que se debaten y toman medidas para asegurar la libertad y el derecho de las mujeres a desarrollar sus carreras profesionales. Como también el derecho a ser madres sin renunciar a ellas. Son problemas complejos, que precisan reflexiones complejas. Debemos estar muy agradecidos a nuestra flamante premiada por no haber caído en la tentación de trivializar el debate y ayudarnos a pensar a los demás.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.