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El miedo, amenaza fantasma

La Guerra de los Covid (VI) ·

Estamos en un difícil camino, en el que el método científico y la transparencia deberían ser nuestra guía

Martes, 11 de agosto 2020, 02:48

Después de más de tres meses sin escribir otro episodio, me atrevo hoy a salir de mi refugio para enfrentarme a esta extraña realidad a la que, por ahora, asisto incrédulo. En la esperanza de poder escribir el último episodio ha pasado el tiempo y, lejos de poder dar fin a esta saga, se ha perpetuado una de las peores realidades, la del miedo.

Lo que era una gripe sin importancia, que no precisaba test diagnósticos ni mascarillas, que no era cosa nuestra, ha pasado a ser una realidad que nos atenaza, y de la que solo podemos defendernos con test repetidos, mascarillas obligatorias y miedo al prójimo como a ti mismo. Una incongruencia que contradice nuestra lógica racional.

En toda la historia de la humanidad, el miedo ha sido usado para el control del individuo y de la sociedad. A la vez, el miedo es una de las peores enfermedades, impide pensar con lógica, socava la felicidad, daña la salud e impide el progreso. Y lo peor de todo es que cuanto más perdura, más difícil es de curar. En otros tiempos, el bálsamo al miedo fue la religión. En nuestros tiempos, despojados de la religión y víctimas del hedonismo cutre del 'sálvame', el nuevo bálsamo es la vacuna. El dios 'vacuna' que salvará al mundo. Sin embargo, la vacuna no nos librará del miedo, sino que somos nosotros quienes debemos superar esta secuela.

Y este es el nuevo gran reto, conseguir el equilibrio entre el miedo como forma de control frente a comportamientos de riesgo, cuando lo son, y el miedo como enfermedad que no nos deja vivir en libertad. No olvidemos que la libertad es el primero de los pilares de nuestra forma de vida y el motor de nuestra evolución personal, social y económica. Esto me lleva a la duda de si los mismos decisores que han permitido esta incongruencia serán capaces de ayudarnos a salir del miedo. El miedo ha sido y es una de las armas más potentes, un placentero juguete en manos del poder del que será difícil querer desprenderse.

El miedo ha sido y es una potente arma, un placentero juguete en manos del poder del que será difícil querer desprenderse

No sería lógico repetir la incongruencia a la inversa, después de no obligar a usar mascarillas cuando las necesitábamos, podríamos llegar a obligar su uso cuando ya no las necesitemos. Y cuidado, no estoy diciendo que no sean ahora necesarias, de hecho, allá por el 2 de mayo ya afirmé que debían ser obligatorias cuando aún no lo eran. Es más, me atrevo a decir que si lo hubieran sido antes, la magnitud del problema hubiera sido menor; pero también me atrevo a decir que si se perpetúan más allá de lo necesario, el miedo será quien acabe dirigiendo nuestros designios.

Estamos en un difícil camino, en el que el método científico y la transparencia deberían ser nuestra guía, frente al partidismo y las opiniones no acreditadas que son parte del problema y no la solución. El método científico ha sido clave en nuestro progreso y se basa en el análisis e interpretación objetiva de lo observado, junto a la mejora continua. Es el mejor tratamiento frente al miedo, pero para eso deberíamos primero perder el miedo a analizar hacia atrás para reconocer y evitar los mismos errores, valga la redundancia. En estas, resulta que el comité de expertos nunca existió. Y en estas, un verdadero grupo de expertos pedía recientemente en la prestigiosa revista 'The Lancet' un análisis independiente de nuestro problema, que es nuestro miedo.

En definitiva, el miedo está ahora con nosotros y afecta, aún sin darnos cuenta, a casi todas nuestras decisiones del día: las más intrascendentes -como comprar en el supermercado-, las más reconfortantes -como dar un beso o un abrazo-, y las más trascendentes -como nuestras inversiones y proyectos de futuro-. No deberíamos obviar el efecto dañino del miedo, capaz de desvirtuar la visión de la realidad: una amenaza fantasma en esta guerra.

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