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Igual que existe la cocina creativa existe la honradez creativa. Cocina creativa es cuando un chef cree que una tortilla de patatas puede hacerse sin huevo y sin patata y sin conocimientos; y la honradez creativa es cuando el PSOE nombra a sus corruptos más ... garantizados como hijos predilectos, como acaba de hacer nuestro siempre sorprendente presidente del Gobierno. Ahora que me acuerdo, en algunos pueblos del País Vasco, siempre un escalón por delante de todo en el tiempo, se nombraba hace muchos años hijos predilectos a los mejores asesinos en serie de ETA, sino solo a condición de que no lo lamentaran como vulgares viejas sentimentales y la sangre no estuviese aún seca, lo que podría ser llamado con justicia como «carnicería creativa».
Se habla hoy de «honorabilidad acreditada» de unos políticos andaluces socialistas que hicieron desaparecer casi 700 millones de euros a base del dinero de no llegar a fin de mes por parte de la clase media española; sé que decir esto pudo ser considerado demagogia facilona hace unos días (pero en España, la demagogia facilona de hoy por la tarde es el quedarse muy corto de mañana por la mañana). ¿Cuál de la única forma de ocultar que un chef famoso no sabe hacer una tortilla de patatas, que un gobernante nacional no distingue entre, como se suele decir popularmente, robar hasta el manso en Andalucía –«billetes pa asá una vaca»– y ser candidato a premio Nobel de la Paz, o que un asesino de ETA se ufane de que ha matado por el bien de sus asesinados? La forma es sacar esa bonita palabra mágica: «honorables». Cuando en Sicilia eres un «onorévole» (no confundir con Évole, Jordi) u «honorable», significa que cualquier atrocidad contará con el apoyo sin fisuras, y en primer lugar, de sus víctimas inocentes.
Se dice que uno de aquellos mafiosos institucionalizados en el campo siciliano, que no sabía ni leer ni escribir, se complacía mucho en volver a escuchar una y otra vez de sus hombres de confianza, en las sobremesas, la historia verídica de cuando mandó matar a un importante personaje en Palermo, con la suerte de que una ráfaga de metralleta acribilló a un viejo, vendedor ambulante, que pasaba en ese momento por allí. Personada la Policía, preguntó al agonizante viejo si había podido ver quién había disparado con la metralleta. «¿Qué metralleta?», dijo, en lo que fue la obra maestra insuperable de la discreción por parte de una víctima. ¿Qué metralleta?, se preguntan los acribillados por las instituciones en Andalucía y en el resto de España. ¿De qué 700 millones de euros esfumados en Andalucía hablan? Yo no he visto ninguna metralleta, agente. Hablemos de los honorables en espera de salir de prisión sin haber entrado en ella.
Hablemos, en fin, de jueces del Tribunal Supremo con puro y manejados por los oscuros intereses de unos pocos, de quienes se rumorea que ponen el aire acondicionado a más de 27 grados fachas.
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