Fuera mascarillas, ahora sí
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No sabemos si los excesos de Semana Santa nos harán ir hacia atrás, pero la posibilidad de que nuestros jóvenes vayan recuperando su vida es ilusionanteBueno familia, ha llegado el momento, y como suele ocurrir con todo lo relacionado con la pandemia, no está exento de polémica. La mayoría de los ciudadanos nos felicitamos por la retirada de las mascarillas en interiores aunque, hay que decirlo, no son pocos los ... que argumentan que puede ser una irresponsabilidad y tienen miedo, sobre todo, basándose en cagadas anteriores que hemos cometido a la hora de desescalar. Aun así, con unos porcentajes altísimos de población vacunada y después de que tras la brutal oleada de enero es raro el que no ha pasado el coronavirus, quizá sea éste el momento de probar y ver qué pasa si prescindimos de una prenda de la que todos estamos cansados, aunque ha salvado muchas vidas y borrado del mapa otras afecciones como catarros y gripes.
El balance. Aunque la pandemia aún no está superada, no nos hagamos ilusiones, tenemos ya elementos de juicio más que suficientes para evaluar cómo ha funcionado la cosa: creo que nuestros políticos, tanto a nivel de Gobierno nacional como regional, han gestionado la pandemia con un buen nivel. Hay luces y sombras, claro. Las luces: el confinamiento inmediato que metió Pedro Sánchez, que salvó miles de vidas, y la campaña de vacunación llevada a cabo por todas las administraciones. A eso hay que añadir confinamientos parciales o la prohibición de la movilidad entre municipios y limitaciones a la hostelería que, guste o no, fueron efectivos. Viendo lo que ocurre ahora en China, la estrategia europea de contener el virus separando a la gente en principio y luego vacunar e ir abriendo, parece haber sido efectiva. Así que tenemos que felicitar a nuestros gestores por ello. Vemos que en China han optado por medidas de confinamiento durísimas pero unidas a una baja tasa de vacunación, por lo que tienen poca gente inmunizada. Por eso Ómicron silenciosa está arrasando allí.
Las sombras. Las conocemos todos: el 'vacunagate' de Murcia, los comisionistas madrileños y la irresponsabilidad que supuso mantener la escuela abierta en determinados momentos en lugar de optar por ir a la enseñanza telemática en algunos períodos de tres semanas o un mes como se hizo en Bélgica, Italia o Francia. Una vez más, el papel de 'guardería' de nuestra escuela demostró que los españoles tenemos que hacernos mirar lo de la Educación. Recuerdo a aquellos idiotas que, cuando no teníamos vacunas ni antivirales eficaces contra el coronavirus, decían que «había que aprender a convivir con el virus». Menuda parida. Ahora sí, amigos, ahora sí que tenemos que probar a hacerlo porque la mayoría de la gente está vacunada y muchos lo hemos pasado. Ahora es cuando podemos ir «conviviendo» con el virus. Reconozco que, como dicen algunos, quizá quitar las mascarillas tras unas multitudinarias fiestas pueda ser arriesgado, pero la cercanía del verano y la situación epidémica quizá nos muestren que es el momento. No olvidemos que muchos expertos dicen que Ómicron silenciosa, la variante ya dominante, produce una cuadro catarral leve de apenas cuatro días. Estaremos atentos a las estadísticas de hospitalización que, en Murcia, ya han subido.
La mascarilla. Si viéramos que la cosa empeora, tendremos que volver a su uso en interiores, pero no olvidemos que, pese a la eficacia demostrada, ha tenido sus pegas: hay niños de guardería que están aprendiendo a hablar con retraso porque no ven a sus profesoras vocalizar; adolescentes que, tras casi tres cursos sin mostrar su rostro, temen volver a enseñar su cara y no les digo ya lo difícil que es enseñar así. El que suscribe anda con la voz tocada de tener que elevar el tono con la mascarilla y con las ventanas abiertas de par en par en pleno invierno. Muchos hemos tenido que recurrir al micrófono. Vamos a ver si no sube la incidencia y podemos recuperar la normalidad en las aulas, porque el decreto permite, cómo no, que el que la quiera llevar, la lleve, y el que tenga síntomas de infección respiratoria se la ponga. No sabemos si los excesos de Semana Santa nos harán ir hacia atrás, pero la sola posibilidad de que nuestros zagales y zagalas vayan recuperando su vida, es ilusionante. Hay que decir que los críos se han portado cojonudamente, han sido más responsables que muchos adultos y algunos, incluso en el recreo, siguen llevando la mascarilla. Ahora vemos que todo esto les está pasando factura. Espero que en lugar de protocolos nos envíen medios, personal especializado para mejorar su salud mental. Si reconquistamos la normalidad, nuestros jóvenes irán a mejor. Crucemos los dedos.
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