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Desde el año 1975, Año Internacional de la Mujer de Naciones Unidas, cada 8 de marzo se celebra que hay que seguir trabajando por la ... igualdad de oportunidades. No solo se reivindica la igualdad, también se recuerda a los 146 trabajadores (123 mujeres y 23 varones) que fallecieron quemados vivos el 25 de marzo de 1911 en el incendio de la fábrica de camisas Triangle Waist Co. del Greenwich Village, de Nueva York, cuando solicitaban mejores condiciones laborales.
Aunque a lo largo de la historia ha habido muchas mujeres que se han batido por la igualdad, es de justicia recordar a Olympe de Gouges (Marie Gouze), quien en 1791 redactó la 'Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana'. Y es que la Declaración del 26 de agosto de 1789, al inicio de la Revolución Francesa, solo contemplaba los 'Derechos del Hombre y del Ciudadano'. Olympe propuso la igualdad jurídica y legal, el derecho a la educación y al empleo y la emancipación femenina. Esa postura que ahora es cotidiana, además de la cárcel le supuso morir en la guillotina, el 3 de noviembre de 1793. Su huella, aunque oculta por decenios, pudo ser recuperada por feministas, que en el siglo XX consiguieron logros impensables.
Anna Eleanor Roosevelt, además de primera dama de Estados Unidos de 1933 a 1945, fue una activista, feminista y escritora, concienciada con la defensa de los derechos humanos civiles de diferentes colectivos. Trabajó alineada con las políticas del New Deal del presidente Franklin D. Roosevelt, su marido; específicamente con las reformas sociales y con la igualdad de las mujeres. Como delegada de su país en la recién estrenada Organización de las Naciones Unidas, trabajó activamente en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos promulgada en 1948. Previamente, en Londres, el 12 de febrero de 1946, leyó y firmó la 'Carta abierta a las mujeres del mundo' en la que, entre otras afirmaciones, se indicaba que «las mujeres reclaman cosas que los hombres olvidan».
En el siglo XXI, la igualdad de oportunidades real solo se alcanzará si seguimos reclamándola, sin pausa y a todos los niveles. Este año, en este día, se pide que nuestro mundo, que ya es digital en su mayoría, sea un mundo digital inclusivo (sin olvidar la violencia digital, fenómeno que aumenta día a día): que la tecnología y la innovación no sean una brecha entre hombres y mujeres, sino una oportunidad para seguir conquistando la igualdad de género. Que las niñas y mujeres de todo el mundo, en pie de igualdad con los niños y los varones de sus familias y de sus comunidades, puedan aprender y beneficiarse de las nuevas tecnologías, también en países o regiones más desfavorecidas. La tecnología digital debe ser una ocasión transformadora para que las mujeres se empoderen y se vayan corrigiendo las desigualdades culturales y estructurales.
El papel de las mujeres en esta revolución tecnológica puede ser crucial para el planeta, ya que las mujeres están muy concienciadas con la salud de la tierra y de los mares y océanos, con el acceso a la salud y a la educación de toda la familia, así como al mantenimiento de la economía familiar. Las mujeres, como colectivo, no solo están alerta para conseguir la igualdad (objetivo 5), sino que se preocupan por varios de los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030: el objetivo 3, de acceso universal a la salud; el objetivo 6, para conseguir saneamiento y agua potable; el objetivo 7, procurando utilizar energías no contaminantes que sean asequibles a todos los bolsillos; el objetivo 11, trabajando por comunidades y ciudades sostenibles y saludables; o el objetivo 17, ya que solo a través del diálogo se crearán alianzas con el fin de conseguir los 16 objetivos restantes. Si en esta era digital se incorpora a niñas y a mujeres al conocimiento tecnológico, tanto en investigación como a nivel de usuarias, la transformación social será un proceso natural.
Continuamos comprometidas, sin rencor y sin acritud, porque no somos el sexo débil, somos fuertes, nos hemos forjado en las adversidades y hemos aprendido de los fracasos y de zancadillas. Aunque los obstáculos surjan de cualquier parte, incluso de malos entendidos feministas, nuestros objetivos son claros y justos. La energía positiva no nos abandona y, parafraseando a Theodore Roosevelt (tío de Eleanor), «el coraje no es solo la fortaleza de seguir adelante; es seguir adelante cuando flaquean las fuerzas». Y la fuerza nos la brindan todas las que nos precedieron. Con su lucha y determinación consiguieron que ahora estemos aquí.
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