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Mapas sin mundo (04/10/2020)

Domingo, 4 de octubre 2020, 10:26

Hace unos días escuché en la radio una entrevista a un científico de prestigio que dijo algo muy esclarecedor: «Queremos una sociedad en la que los científicos tengan un papel destacado, no una sociedad gobernada por científicos». Esta perspectiva autocrítica me hizo pensar de inmediato en algunas afirmaciones vertidas por Adorno y Horkheimer en su 'Dialéctica de la Ilustración', las cuales describen perfectamente el actual contexto pandémico. En su análisis sobre el agotamiento del proyecto ilustrado, Adorno y Horkheimer aseveran: «La Ilustración es totalitaria como ningún otro sistema. En ella, el proceso está decidido de antemano». Según ellos, el pensamiento ha sido reducido a una operación matemática, lo cual implica la «dócil sumisión de la razón a los datos inmediatos». La consecuencia de esto es que «el individuo queda ya determinado solo como cosa, como elemento estadístico, como éxito o fracaso. Su norma es la autoconservación, la acomodación lograda o no a la objetividad de su función y a los modelos que le son fijados». Esta concatenación de citas busca señalar una de las cuestiones más dolorosas que ha traído la crisis pandémica: el determinismo del procedimiento científico -que Adorno y Horkheimer califican como más metafísico que la metafísica misma- ha desencadenado una purga de cualquier atisbo de pensamiento dentro del actual contexto de lucha contra la Covid-19. Todos estamos de acuerdo en que la superación de la pandemia pasa por una solución científica, pero de lo que no estamos tan convencidos es de que el determinismo procedimental tenga que implicar un sometimiento del sujeto y, por tanto, la renuncia de este a su facultad de pensar. La ciencia no puede convertirse en un sistema metafísico que exija fe ciega. O enunciado en otros términos: la ciencia ha de proporcionar libertad, y no articularse como una estructura de dominio y de obediencia. Más que nunca necesitamos pensarnos como sociedad. Este es un proyecto que solo puede realizarse colectivamente, con la participación de TODOS. Si lo colectivo no se piensa a sí mismo, una minoría lo determinará. Y esto es lo que está sucediendo. En el momento más crucial de la historia reciente, en el que la acción colectiva resulta más apremiante y decisiva que nunca, la idea y la praxis de comunidad han estallado por los aires. Lejos de pensarnos, nos estamos deshaciendo. Nuestra única 'argamasa' es la obediencia, y no la libertad de pensamiento. Y cuando lo único que nos une es el sometimiento, las consecuencias no pueden ser otras que las que estamos apreciando durante estos días: polarización, linchamiento, atrincheramiento, guerracivilismo, autodestrucción, etc.

Hemos pasado de «lo personal es político» a «lo político es (el ataque a) lo personal».

La posmodernidad diagnosticó el tránsito desde el sentido fuerte y ontológico al 'sentido común' -un sentido acordado mediante un pacto colectivo-. Creo que hay indicios más que suficientes para afirmar que este 'sentido común' también ha hecho crisis. Los grandes consensos han muerto. Y lo asombroso es que no parece que se les eche de menos.

No estamos conviviendo con el virus, sino con nuestra incompetencia.

Soy republicano -lo he reconocido cientos de veces-. Y siempre he creído que la monarquía se superaría por evolución, por una cuestión de inevitable actualización democrática. Convertirla en objeto de debate y de polémica no ayuda a su superación, sino al enquistamiento de las posiciones anacrónicas. Lo peor que el republicanismo puede hacer es generar una polarización entre 'monárquicos' y 'no-monárquicos', ya que lo que se consigue con ello es desviar la atención de lo importante -la excelencia y contemporaneidad de la república como requisito indispensable para la maduración democrática- para centrarla en un debate que atiende fundamentalmente al apego institucional. Cuanto más se ataque a la monarquía más fuerte se la va a hacer. Si le ofreces a la sociedad la disyuntiva 'Felipe VI sí' o 'Felipe VI no', siempre ganará Felipe VI. Si, por el contrario, el republicanismo se focaliza en la creación de una alternativa atractiva, moderna, vaciada de rencor y de nostalgia, la transición llegará más pronto que tarde.

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