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Hace unos días, el jefe superior de Policía en la Región, Ignacio del Olmo, nos confesó a un grupo de periodistas un dato que, tengo ... la impresión, no ha causado el impacto necesario y suficiente en nuestra sociedad: los especialistas policiales en ciberdelincuencia han detectado que la edad en la que algunos niños se conectan a través de sus teléfonos móviles para ver pornografía se ha rebajado a los 9 años. Ahora que el Gobierno español ha propuesto que se eleve la edad para acceder y registrarse en las redes sociales hasta los 16 años –estaba fijada en 14–, resulta conveniente reflexionar sobre lo que viene suponiendo el acceso libre a la red sin otra limitación que la que puedan ejercer los padres sobre sus hijos.
La otra tarde tuve ocasión de ver de un tirón la serie británica de Netflix de la que todo el mundo habla: 'Adolescencia'. Consta de cuatro capítulos, de casi una hora de duración, y una de sus particularidades es que cada uno está rodado en plano secuencia. Para los profanos, es una técnica de rodaje que consiste en grabar una escena completa en un solo plano, sin cortes ni interrupciones. Con los medios tecnológicos que hoy existen, supongo que sería posible trucar ese tipo de filmación, pero lo cierto es que los actores, en especial el chico protagonista, Owen Cooper, de solo 15 años, auténtica revelación, confesó que tuvo que esforzarse mucho en aprender los guiones para rodar de una sola vez, a pesar de que, en ocasiones, reconoció que improvisaba.
'Adolescencia' incita a la reflexión sobre qué tipo de sociedad estamos construyendo y de qué forma estamos dejando que se eduquen nuestros hijos. A una mujer mayor la escuché decir hace ya unos cuantos años una frase que me impactó: «El diablo está entrando en las casas por internet». Aunque entonces la expresión me pareció demasiado exagerada, e incluso diría que anacrónica, con el tiempo le he ido dando vueltas.
En el cuarto capítulo, y no voy a ejercer de 'spoiler', cuando los progenitores reflexionan sobre los motivos por los que su hijo adoptó el comportamiento agresivo que tuvo con una compañera de colegio, el padre confiesa que nunca imaginó que, con el ordenador que le compró, encerrado en su habitación, donde lo creía seguro, el chaval se adentraría en un mundo absolutamente desconocido para ellos. Hay otro momento, en el que el hijo del inspector Bascombe le explica a su padre el significado de los emoticonos de Instagram –o 'emojis', como la píldora roja, la judía, la dinamita...–, que deja patente que los mayores estamos a años luz de la realidad que viven estos chicos y chicas. La teoría 80/20, por la que se asegura que el 80% de mujeres solo buscan al 20% de los hombres en el mercado sexual. La 'manosfera', foros donde se propaga la misoginia y se combate el feminismo. O lo que es un 'incel', acrónimo del inglés 'involuntary celibates', hombres que son incapaces de tener pareja o relaciones sexuales a pesar de que lo pretendan. A ello hay que añadir el ambiente asfixiante que reina en muchos colegios, donde la autoridad del profesor pasó a un segundo o tercer plano hace ya bastante tiempo.
La Fiscalía Superior de la Región ofreció hace poco otro dato que llama la atención: el incremento en más de un 28% del número de agresiones sexuales a menores de 16 años en 2024. El comisario Del Olmo apuesta por la identificación de usuario en internet a través de medios biológicos, como la huella dactilar, algo que dice sería crucial para perseguir penalmente al autor. E insiste en lo fundamental que resulta el control parental «para evitar un escenario realmente preocupante que puede dar lugar a situaciones de acoso, agresiones sexuales e incluso violaciones».
En la última parte de la serie, mientras el padre abraza un peluche en la cama de su hijo, se escucha una hermosa canción, 'Through The Eyes Of A Child'. Su traducción sería 'A través de los ojos de un niño', y una de sus estrofas nos habla de los tiempos más oscuros que vendrán. El padre se cuestiona qué pudo hacer mal a la hora de educar a su pequeño, en contraste con el comportamiento de la hija mayor. El día de su 50 cumpleaños, su hijo, recluido en un centro de internamiento, le acaba de confesar por teléfono lo que nunca quiso oír, a pesar de que un vídeo, 13 meses atrás, delatase lo evidente. Es cuando este hombre se lamenta del fracaso porque en su propia casa, sin ser él consciente, su hijo se radicalizó de tal manera convirtiéndose en alguien completamente irreconocible. Algo que, no lo obviemos, ocurre en el seno de una familia que podríamos calificar de normal y que, como reconoce el actor protagonista y también guionista, Stephen Graham, es algo que nos podría estar pasando a cualquiera de nosotros.
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