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Las propiedades terapéuticas de la aspirina, derivadas del ácido salicílico –compuesto presente de manera natural en la corteza de sauce– son conocidas desde la antigüedad. ... Diversas civilizaciones han utilizado extractos de esta planta para tratar el dolor y la fiebre. A finales del siglo XIX, químicos alemanes lograron sintetizarla en el laboratorio, y el nombre Aspirina se convirtió en sinónimo de ácido acetilsalicílico, convirtiéndose en uno de los medicamentos más populares y utilizados del mundo. De propiedades muy versátiles ha permitido que, con el tiempo, se descubran nuevas aplicaciones terapéuticas para diversos procesos. Inicialmente usada para tratar la fiebre, el dolor y la inflamación reumática, su campo de acción se ha expandido hasta convertirse en un medicamento clave para la prevención de enfermedades de gran prevalencia en nuestra sociedad como las cardiovasculares. De forma que está indicada en procesos que incluyen desde los accidentes vasculares cerebrales, hasta la angina de pecho y el infarto agudo de miocardio, ya que impide que se agreguen las plaquetas, proceso que favorece la formación de trombos y, por ende, a la obstrucción de las arterias coronarias.
De aceptar de modo literal, categórico, algún titular informativo, amén de interpretaciones erróneas incluso puede resultar peligroso. En particular en el terreno de la salud, sin desgranar los matices de tal aserto o requerir opiniones expertas y autorizadas. Como en el caso reciente de la Aspirina y su papel en el tratamiento del cáncer, recogida estos días con amplia repercusión en los medios de comunicación. Se trata de una opción que ha cobrado relevancia a raíz de un reciente estudio realizado por científicos británicos de la Universidad de Cambridge, publicado en la revista 'Nature'. Según la investigación, la Aspirina ayuda al sistema inmunológico a prevenir la metástasis, es decir, la diseminación del cáncer a otros órganos. En concreto, se ha descubierto que aumenta la capacidad del sistema inmunitario para eliminar células cancerosas con potencial metastásico. No obstante, es fundamental contextualizar estos resultados. Se trata de una investigación en una etapa muy inicial y, por el momento, solo ha sido probada en ratones. Aunque los resultados sean alentadores, podrían pasar varios años antes de que puedan aplicarse a seres humanos. Sin duda, hallazgo prometedor, invita al optimismo como otra terapia asociada, en especial si se administra en fases iniciales del proceso, cuando el tratamiento es más eficaz. Este descubrimiento viene a reforzar conjeturas ya sospechadas: las personas que, por distintas razones, toman dosis bajas de Aspirina parecen tener menor probabilidad de desarrollar metástasis en ciertos tipos de cáncer. Sin embargo, esto no significa que sea segura ni efectiva para todos los casos. Porque automedicarse con Aspirina sin el debido asesoramiento profesional puede conllevar riesgos tales como hemorragias digestivas graves, cuando sus beneficios aún no están demostrados en todos los tipos de cáncer. Por lo tanto, es prudente esperar a más estudios antes de proceder a su uso generalizado. Así como determinar el tipo de tumor en el cual estaría indicada, en el bien entendido que se habla de más de doscientos procesos de distinta gravedad. Ensamblar esta opción pasa por integrarla en la tendencia actual de la oncología para establecer cualquier tratamiento de forma individualizada, al considerar factores como la edad, otras patologías asociadas, amén de como se ha subrayado el tipo determinado de enfermedad.
En un plano especulativo, quizás pudiera sorprender que un medicamento tan accesible como la Aspirina pueda ser relevante en enfermedades de gran envergadura. Pero lo avalan sus conocidas propiedades antiinflamatorias y, su capacidad para reducir la adhesión de células tumorales a las plaquetas, podrían impedir la propagación de estas a otros órganos, las metástasis. Además, al inhibir el proceso inflamatorio, mejoraría la capacidad del sistema inmunitario para detectar y destruir células cancerígenas, según la experiencia apuntada.
A medida que la investigación avanza, se abren nuevas puertas para tratar el cáncer, siempre con la recurrente apelación a prevenir su aparición con medidas saludables. Mientras tanto, es alentador saber que un medicamento de origen natural como la Aspirina podría desempeñar un papel complementario en la reducción del riesgo y la propagación de ciertos tipos de cáncer. No obstante, reiterar que, cualquier decisión sobre su uso, debe tomarse bajo estricta supervisión médica. Así, sin descanso se sigue avanzando por minimizar los estragos de enfermedad tan diversa y compleja. No solo con grandes y costosos fármacos, sino también mediante el estudio de alternativas accesibles que podrían aportar beneficios tangibles, como en el caso de la corteza del sauce. Una sustancial tarea, desvelar el potencial oculto en la naturaleza, en esa simbiosis en la que estamos insertos y que, firme, la mente humana se afana por descubrir.
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