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La facultad de desplazarse a pie, a lomos de animales, surcar las aguas o volar ha determinado de manera paulatina la evolución histórica de la especie humana. En una marcha iniciada andando, paso a paso mediante la actividad muscular, a la que han auxiliado hitos ... esenciales de la inventiva humana, la rueda, la vela, las máquinas de vapor y combustión... En una aplicación a carretas, bicicletas y coches, barcos, globos, aerostatos y dirigibles, hasta los trenes y aviones para esa perpetuada movilidad. A estos medios auxiliares de traslado se ha sumado recientemente el patinete eléctrico, instrumento que ha conocido en pocos años un inusitado auge y popularidad en todas las ciudades del mundo.
Una máquina de locomoción personal accesible, de fácil manejo y cómoda para transitar a través de calles congestionadas, con un considerable ahorro de tiempo y disminución de emisiones contaminantes, pero con su peaje de inconvenientes, con una necesidad de adaptarse a una nueva realidad. En primer lugar, por los accidentes en su conducción que comprometen la integridad física de los usuarios como de los peatones y con los que interactúan. Patinadores expuestos a traumatismos derivados de la inestabilidad del aparato, dado el escaso peso y su capacidad para alcanzar una velocidad respetable. Contribuye a las caídas la postura corporal, erguidos sobre una plataforma estrecha, con las rodillas rígidas, lo cual favorece la pérdida de equilibrio ante giros bruscos y paradas. Inestabilidad derivada asimismo de la peculiar configuración de las ruedas difíciles de adaptar a irregularidades, desniveles y obstáculos presentes en las calzadas. En su relación con los viandantes la cuestión reside en el riesgo que suponen conductores de patinetes que no respetan normas básicas de circulación. En bastantes ocasiones, para no perder su impulso de velocidad, regatean a estupefactos peatones, en un eslalon desenfrenado, esquivando semáforos en rojo o circulando por aceras cuando no circulando en dirección contraria, prohibida. Circunstancias que inciden en una variada gama de lesiones traumáticas, en particular en muñecas, codos y cabeza, en una espiral en aumento que no conoce fronteras según datos recogidos por solventes publicaciones científicas internacionales recientes.
Un nuevo aspecto del tráfico urbano que obliga a los responsables a establecer normas de circulación específicas. Como la reciente adopción por el Ayuntamiento de Murcia de prohibir conducirlos a los menores de dieciséis años, así como circular por las aceras. Con la recomendación de utilizar el casco para proteger la cabeza de traumatismos craneales, aunque su uso sea obligatorio cuando se circula por vías interurbanas. Pero no solo se resiente la salud por la posibilidad de accidentes y lesiones traumáticas al contribuir a favorecer la plaga actual de sedentarismo, limitado el movimiento de sus conductores a la mínima expresión, pues ni siquiera se desplazan unos cuantos metros para coger el autobús o el tranvía, por lo que, según el criterio de la Organización mundial de la Salud, incumplen unas mínimas normas de actividad física diaria. Como apunte añadido a estas observaciones, su uso depara derivaciones nuevas como apreciamos en nuestras calles con la frecuente de contaminación visual por aquellos patinetes dejados de cualquier manera, amén de obstáculos favorecedores de tropiezos para los caminantes.
El hecho de trasladarse de uno a otro lugar está imbricado en el acontecer cotidiano por trabajo o diversión. Ese recorrido de cuerpos individuales involucra al conjunto de la sociedad, en aras a conjugar la permanente movilidad con el bienestar colectivo. Con acciones destinadas a regular los mecanismos de tránsito y transporte, favoreciendo el entramado y diseño adecuado de las vías urbanas para el tráfico rodado y el peatonal. Cuestiones controvertidas, de permanente actualidad en esa idea motriz de primar la calidad de vida ciudadana, ajustada a la movilidad y a las demandas comerciales. Con la pretensión de facilidad de acceso a los centros urbanos, eliminar atascos y favorecer la peatonalización como salvaguarda de ruidos y contaminación por combustibles en una compleja adaptación urbana. Para lo que se requiere por parte de responsables públicos y urbanistas disponer de una solvente oferta de aparcamientos y un transporte público eficaz –autobuses y tranvías– con disponibilidad de ofertas adecuadas hacia centros de interés comunitario como hospitales, centros de esparcimiento o áreas educativas y comerciales.
Los patinetes eléctricos suponen una indudable ventaja, con la premisa de seguir normas básicas de civismo. Una educación vial como la de cualquier tipo, aunque sean una reliquia acciones corteses, como ceder el paso a otros, en cualquier contexto, en este caso sobre la circulación vial. En un acelerado frenesí, marcado por las prisas, conseguir armonizar elementos dispares es esencial para convivir. Armonizar patinetes y transeúntes mejorará una civilidad que tantas veces se echa de menos.
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