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Con una simple mirada en derredor puede apreciarse una significativa proporción de personas obesas. El perfil del cuerpo redondeado, con el aumento de volumen correspondiente, lejos de ser una excepción en términos generales, se ha convertido en imagen frecuente. Reiterados, por lógica, los mecanismos implicados ... resumidos en la cantidad de calorías ingeridas con la comida y el sedentarismo opuesto. Con múltiples incitaciones para ambos considerandos, también por fuerza visibles para el observador.
Con respecto a los hábitos de nutrición, el paseante puede hacerse una idea con una simple mirada por calles y plazas donde la habitual y tradicional ocupación de bajos comerciales, céntricos como periféricos, avanza al compás de las modas cambiantes. Si hubo un tiempo para el comercio de todo tipo, seguido por oficinas bancarias –una reliquia–, incluso cafeterías y bares, ahora con este vaivén de novedades y tendencias, cada día nos desayunamos con un establecimiento de comidas, digamos en tono amable de importación, respecto a la alimentación tradicional. Con una oferta en la que resaltan alimentos ricos en hidratos de carbono de fácil absorción, sal y grasas, gustosos y atractivos al paladar, con el complemento de bebidas azucaradas de alto valor energético.
Lugares que, al compás de los estilos vigentes, ejercen un irresistible influjo sobre las nuevas generaciones de consumidores gracias a su atractivo mediático como tantos otros desplegados por los hábitos de consumo norteamericanos. El resultado va en detrimento de la alimentación tradicional, pese a las grandes y engoladas proclamas de expertos en alimentación, todo sea dicho de cierta edad, predicando en un desierto de incomprensión en el que reiteran sus alabanzas, ciertas por otra parte, acerca de las destacadas virtudes de la afamada y pregonada dieta mediterránea. No solo este tipo de alimentación contribuye al superávit calórico, relegada por los cambios sociales la tentativa de comer un plato de guiso tradicional recluida en reservas a proteger. En un canto sentido de homenaje a las comidas caseras elaboradas por generaciones de hábiles maestras de la cocina. En tiempos no tan lejanos, al menos en los encuentros matutinos vecinales –imagino que en barrios y pueblos aún resonará–, era habitual la cantinela de vecinas interrogándose acerca de lo dispuesto ese día con la olla. En una cocción morosa, reposada durante horas, de un tiempo añejo barrido por los cambios. Como cabe afirmar sin desdoro que han surgido generaciones de cocinillas como por ensalmo en un país en el que ¿cocinas o estudias? Un regreso o al menos un intento de alterar las pautas de consumo actuales sería una labor que se presume titánica ante los vientos que corren, respecto a lo que se pregona y presume como una buena alimentación y la realidad acuciados por la prisa y las urgencias, privados de la morosidad requerida por los fogones...
Este aumento de peso apunta a una previsible pandemia de salud por su desempeño en el desarrollo de enfermedades crónicas que afectaría a las sociedades opulentas a la vuelta de la esquina. Diabetes, hipertensión, problemas circulatorios. Incluso con complicaciones derivadas en el ámbito social actual. El cuerpo humano es obvio que ocupa un espacio físico, su aumento depara la necesidad de adaptación y nuevos formatos como sillas o butacas, no digamos los problemas de las cabinas de avión. Nuevos tiempos, nuevos problemas.
Con ánimo de torcer un rumbo sin visos de refrenar su aceptación, la panacea reside en la posibilidad de satisfacer el deseo de comer sin aumentar los kilos. En un deseo social de mejorar la salud del cuerpo, como su percepción estética, sin obsesionarse, como sabemos fuente de serios problemas. En esas estamos cuando han hecho su aparición deslumbrante medicamentos indicados para el tratamiento de la diabetes, que, de modo secundario, conllevan una significativa pérdida de peso corporal. Con lo que de repente se ha producido un problema serio de desabastecimiento para los enfermos, no se sabe muy bien si por exceso de demanda o por connotaciones de uso inadecuado, si bien sus indicaciones son claras ante la necesidad de ser dispensado con receta médica para diabéticos de un determinado perfil.
Hay consideraciones de sentido común en el afán de mitigar el aumento de la obesidad, con especial precaución ante la parte más sensible, la infantil. Como estimular la actividad física, una alimentación saludable, gozar de descanso y sueño reparador y el anhelo universal de bienestar emocional. Lejos de las trifulcas cotidianas, habría que pausar para establecer una relación amigable con el hábito más esencial para cuidar del propio cuerpo. Cuando el problema no es la falta de comida, excepciones notables al margen, esta disponibilidad induce a la necesidad de enseñar a comer. Cabe señalar que sabor deriva de 'sapere', saber.
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