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La vida de los actores Paco Rabal y Asunción Balaguer, contada y resumida por su hijo, Benito Rabal, en el libro 'Gracias por mi vida' ( ... La Esfera de los Libros, 2023) nos hizo pasar una tarde estupenda esta semana en el Aula de Cultura de LA VERDAD y la Fundación Cajamurcia. De los Rabal sabemos que son muy llorones, «pero no ñoños», anotó Benito, director de cine, guionista y escritor desenvuelto en la poesía, la novela y la autobiografía. Todos los hombres de la familia llevan el rostro marcado por una cicatriz, y la de Benito no tiene nada que ver con sus esfuerzos revolucionarios, sino con gajes del oficio. A los actores dedica este último libro, «escultores de su propia materia», como los llama, pues «se entregan sin condiciones (...). Su generosidad es lo que nos transporta al mundo de la emoción con una mirada, un gesto, o una manera especial de decir una palabra. Por eso es fácil llevarlos al éxtasis o a la desesperación. Pero hay que ser muy mala persona para hacerlo». Si algo ha aprendido en los más de 50 años que lleva en este oficio es el respeto que les debemos.
Paco y Asunción, personas lúdicas y vitalistas, tuvieron vidas de película. Un murciano, criado en el coto minero de la Cuesta de Gos, y una catalana de familia burguesa. El teatro, bien; pero el cine era verdaderamente el anhelo por el que más se desvivió Paco Rabal: soñó con serlo todo en la gran pantalla. Cuenta en el libro que el internacional actor aguileño, premiado en Cannes por 'Los santos inocentes', rechazó un papel de malvado traficante de heroína en 'The French Connection', de William Friedkin ('El exorcista') porque no le apetecía trabajar en inglés. En el segundo intento aceptó rodar 'Sorcerer', secuela de 'El salario del miedo' de Clouzot, aventura a la que se sumó Benito Rabal en República Dominicana en el equipo de Newt Arnold, asistente al director, en un momento «en que Coppola era el papa, pero Friedkin era Dios». Como curiosidad, en este proyecto casi todos los técnicos habían ganado un Oscar.
En Roma, donde Benito Rabal se exilió en 1974 por su oposición al franquismo, vivió dos momentos alucinantes en apenas 24 horas: se vio montado en el mismo coche con Dominique Sanda, la auténtica representación de la belleza, de la que se había enamorado en 'El hombre de Mackintosh', de John Huston; 'El jardín de los Finzi-Contini', de Vittorio de Sica, y 'Novecento', de Bernardo Bertolucci, y al día siguiente encontrarse con Silvia Cerezales Laforet, de la que ya no se separó más en 12 años y con la que tuvo a su hijo Liberto.
A anécdotas pocos ganan a los Rabal, una familia que sentimos como nuestra.
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